El sueño puede ser algo contra lo que uno se rebela, pero también el objeto de una reivindicación. En su ensayo El mal dormir, presentado este jueves en la librería La Central, David Jiménez Torres (Madrid, 1986) atribuye una serie de “consecuencias nocivas” derivadas de los problemas con el sueño que han afectado a su vida cotidiana. “Hay muchos estudios que demuestran el impacto que tiene sobre el mundo profesional: los trabajadores cansados rinden peor y sus carreras profesionales se ven damnificadas por ello”, afirma en una entrevista para El Cultural. Sin embargo, considera que no goza del espacio que merece en la historia de la literatura.
A propósito, establece una diferencia entre el sueño y los sueños, según la importancia que el relato cultural ha asignado a cada cuestión. “Hay una enorme descompensación”, dice. “Desde la teoría psicoanalítica de Freud, los sueños han recibido mucha atención y hay una historia literaria riquísima en torno a la fascinación por lo onírico”, mientras que el sueño como necesidad biológica “siempre se ha tratado como lo aburrido”.
Conforme a este criterio, el periodista emprendió la escritura de El mal dormir, cuyo título pretende subrayar la distancia que existe con respecto al insomnio, pues el sueño —el descanso— es irregular a lo largo de una vida. “Yo he tenido siempre problemas para conciliar el sueño pero no tenía palabras para decir nada acerca de ello”, reconoce. Así nace la idea de “dar cuerpo a esta experiencia” que lo acompaña desde que tiene uso de razón “como un antiguo amigo”.
“Tenía que haber más”, se dijo. “No podía ser que una experiencia tan grande transcurriera de una manera subterránea, casi muda”. Y empezó a interesarse por cuestiones como la historia cultural del sueño, las consecuencias para la salud o su naturaleza fisiológica. Tras descubrir estadísticas que revelan la inmensa cantidad de casos de este tipo, “me interesa esa idea de que somos completos desconocidos, pero compartimos experiencias como esta, desde el tipo de pensamientos que se te vienen a la cabeza cuando intentas dormir y no puedes, o la sensación de paranoia en el trabajo cuando llegas después de no haber descansado”, dice.
En cualquier caso, la primera motivación era, paradójicamente, terapéutica: “utilizar la escritura para entender el problema”. En el libro, más que buscar respuestas, Jiménez Torres trata de verbalizar una experiencia concerniente a la salud desde un prisma literario. No obstante, subyace a lo largo del texto una reflexión sobre el estrés al que nos vemos sometidos por la vorágine de los ritmos laborales.
Cuando le preguntamos si el insomnio es uno de los peajes que se pagan por formar parte de este sistema tan competitivo, se muestra más bien escéptico. Comprende que “la teoría tiene bases plausibles”, pero en la medida en que “es muy difícil saber cómo dormían nuestros antepasados, no creo que podamos decir que nuestro mal dormir actual esté ligado a nuestro sistema económico”.
En líneas generales, El mal dormir es un ejercicio arriesgado en forma y contenido. El tono humorísitico que emplea se desarrolla de una manera sutil, pero no deja de ser determinante en el resultado final. Reconoce Jiménez Torres que podrían advertirse ciertas concomitancias “con el ensayismo anglosajón” y no tanto con el sentido del humor tan característico de su padre, el célebre periodista Federico Jiménez Losantos. "Sus referencias se remontan a Quevedo y Valle Inclán", cuenta el autor, por lo que ese rastro tal vez se revela de una manera indirecta.
El insomnio y la salud mental
En cuanto al contenido, Jiménez Torres no se conforma con la contemplación de la capa exterior, sino que cuestiona ciertos postulados. Como cuando se refiere a la “imagen cultural del artista nocturno”, vinculada al problema que nos ocupa. En un pasaje se dice que el insomnio “no es una plataforma para la creatividad artística” con el fin de desmitificar al escritor que escribe de noche, “desconectado del mundo y poseído por las musas”. La inmensa mayoría de maldurmientes “cambiarían todo lo bueno que pudiera extraer del insomnio por conseguir dormir bien”, asegura, porque “el mal dormir no es una maldición, sino que tiene bases químicas”.
Al inmiscuirse en la lectura de El mal dormir, es inevitable remitirse al ensayo de Miguel Ángel Hernández, El don de la siesta, publicado en Anagrama hace algo más de un año. Jiménez Torres reconoce la referencia, pues “no tenía muchos modelos para escribir este tipo de ensayo y este fue uno de los pocos que me dio una cierta pauta”. Sobre si hay una tendencia literaria en este sentido, no cree que sea acerca del sueño, pese a la coincidencia, sino a la autoficción que tiene que ver con problemas de salud mental.
“Cuando animas a la gente a pensar sobre esto, quieren hablar sobre ello. Quizás es un tema que ahora se está volviendo más explícito”, sugiere. “Evidententemente, los problemas del sueño y la salud mental están muy ligados”. Por ejemplo, les une que la magnitud del problema solo se comprende “cuando vemos las estadísticas”. Además, “los problemas del sueño propenden a la depresión, y al mismo tiempo los trastornos depresivos afectan negativamente la capacidad de dormir”, concluye.