Aunque estamos acostumbrados desde los años 60 a los juegos literarios del grupo Oulipo, gracias a los que, por ejemplo, Georges Perec publicó una novela, La disparition, sin utilizar la vocal e, y otra, Les revenentes, solo con ella, resulta asombroso que un debutante en la novela como Gonzalo Pita (Villagarcía de Arosa, 1965) encadene en su primera novela, Por así decirlo, más de seis mil frases hechas: “Ezequiel no era hombre de echar canas al aire, era más de mechones, y se bebía hasta el agua de los floreros, lo que los peces en el río; le gustaba más la noche que al camión de la basura” (pág. 20).
Que el juego supere las 250 páginas dice mucho de la imaginación y el insolente sentido del humor de su autor. Si añadimos que la trama, enloquecida, narra la historia de un político de segunda de un partido que acaba de sufrir un descalabro electoral, de un supuesto mensaje de ultratumba enviado por el difunto tío Genaro en unas cintas de vídeo porno sobre un tesoro escondido, y de mil pendencias y aventuras, el lector encontrará más de un argumento para dejarse seducir por un autor que, Por así decirlo, sabe divertir(se).