¿Por qué seguir el rastro de una misteriosa mujer durante años? ¿Hay que buscar una razón para todo lo que hacemos? Aparentemente, el Nobel Patrick Modiano (1945) ha incurrido en la novela policial con Tinta simpática, pero solo hay que avanzar un poco en la lectura para comprobar que en realidad se trata de un relato existencial donde se reflexiona sobre la identidad, los afectos, la memoria, el tiempo, el olvido. Jean Eyben, un detective con escasa experiencia, recibe el encargo de buscar a Noëlle Lefebvre, una mujer desaparecida de la que apenas se sabe nada. Con los escasos datos disponibles, seguirá la pista de sus movimientos, recorriendo las calles y ciudades que frecuentaba.
Eyben desea ser escritor y piensa que su trabajo como detective lo ayudará a desarrollar su vocación. A fin de cuentas, un literato es un investigador y no hay mejor escuela para su oficio que la escuela de la vida, con sus miserias, imperfecciones y contrastes. Descubrirá enseguida que no se equivocaba en ese aspecto, pero paradójicamente la vida le revelará que la escritura solo es honesta cuando reconoce su impotencia y se fragmenta.
El mundo no es un libro perfectamente inteligible, sino un texto plagado de paradojas e incongruencias. De ahí que siga el rastro de Noëlle mediante las notas pueriles de su agenda, rescatada por azar. Lo trivial e insignificante es más revelador que lo explícito y solemne. Modiano insinúa que el significado es una trampa. No en vano ha elegido una cita de Maurice Blanchot como frontispicio de su novela. Los signos solo revelan la impotencia del ser humano para ir más allá de lo efímero y banal.
“¿De verdad hay que encontrar una respuesta?”, se pregunta Modiano. ¿Acaso las respuestas no se parecen a las llaves de una cárcel? ¿No es mejor dejar las incógnitas en suspenso? Un mundo sin respuestas es un escenario de libertad. Casi nadie lo entiende, prefiriendo encerrarse en dogmas y teorías. Me pregunto por qué Modiano ha elegido Roma como escenario final de su fábula. ¿Quizás para insinuar que el centro de nuestra civilización es una farsa que lucha por encubrir el fracaso del ser frente a la nada, verdadera reina del cosmos? Modiano piensa que todo es frágil y evanescente.
'Tinta simpática' es una novela posmoderna que dibuja el paisaje de una época sin certezas. Imposible no estremecerse con el viento helado que circula por sus páginas
El tiempo parece fluir ordenadamente, pero la escritura evidencia que el ayer y el mañana se entrometen en el presente, disipando cualquier ilusión de coherencia o comprensión. Roma es “el eterno metrónomo” donde “el tiempo se ha detenido”. Todo pasa, todo muere, pero en el aire de Roma se respira eternidad. Una eternidad fantasmal, sin rastro de plenitud. Quizás ese es el destino del ser humano. Gozar de una intrascendencia perpetua.
Tinta simpática es una novela sobre la escritura, un relato metafísico sobre el estrecho vínculo entre la palabra y la memoria, los signos y el olvido. Defraudará a los que busquen una novela policial, pero fascinará a los que disfrutan con las tramas metafísicas de los cuentos de J. L. Borges o los ensayos de Georges Bataille y Maurice Blanchot.
Modiano elude el pesimismo que cabría esperar de su ficción, adoptando el distanciamiento elegante de Franz Kafka. ¿Por qué subrayar el horror? ¿No es suficiente mostrarlo? ¿Son necesarios los adjetivos cuando las palabras nos golpean sin piedad? Tinta simpática es una novela posmoderna que dibuja el paisaje de una época sin certezas. Podemos estar de acuerdo o no con su cosmovisión, pero es imposible no estremecerse con el viento helado que circula por sus páginas.