Peter Handke (Griffen, Austria, 1942), premio Nobel de Literatura en 2019, es un clásico contemporáneo; pero también es un escritor internacionalmente odiado por sus puntos de vista sobre las guerras balcánicas. Dramaturgo de la modernidad, novelista, cineasta, guionista y traductor, compañero de Wim Wenders en la renovación del cine alemán, Handke tuvo una incomprensible relación con Slobodan Milosevic, el presidente de Serbia acusado por el Tribunal Penal Internacional de la Haya de crímenes contra la humanidad y genocidio, durante la guerra de Yugoslavia.
Las protestas ante la concesión del Nobel a Handke sacaron a la luz la vieja cuestión de cómo considerar las obras de arte, ¿por su valor intrínseco o juzgando las actitudes o posiciones éticas de su creador? Lo cierto es que el acoso experimentado por Handke llegó hasta sufrir aseveraciones inciertas que dañaban el honor de su propia madre, que se suicidó a los 51 años. En Desgracia impeorable, obra dedicada al suicidio materno y en muchas otras obras, Handke ha analizado el destino desolado que se cernía sobre su progenitora, una ama de casa de origen esloveno.
La segunda espada es una reflexión constante sobre el deseo de venganza individual ante la injusticia cometida contra un ser querido. El tema en carne propia es la calumnia real que una periodista vertió sobre la madre del escritor. Una periodista francesa afirmó que la madre de Handke formó parte de las juventudes nazis en Eslovenia.
Con el material de su indignación, Handke trata de hacer inteligibles los sentimientos del personaje de su historia. Como recuerda Milan Kundera, “el novelista derriba la casa de su vida para, con las piedras, construir la casa de su novela”. Puesto que la identidad del personaje-narrador es también la del autor, nos encontramos, según Philippe Lejeune, ante una autoficción referencial, que crece y se desarrolla ante el lector. El “yo” que narra es un hombre que se ha convertido en un vengador, un personaje anodino y obsesivo, como tantos otros de Handke, que se pone en marcha empujado por un impulso irrefrenable.
El deseo de desagraviar a la madre muerta alcanza su apogeo en el instante en que el narrador se pone en camino para llevar a cabo la venganza. Si Wim Wenders realizó algunas road movies, a menudo de viajes desesperados o inútiles, el personaje de La segunda espada camina por bosques en la provincia francesa, toma autobuses periféricos, tranvías o trenes a ninguna parte y se escudriña a sí mismo mientras busca su revancha.
'La segunda espada' es una reflexión constante sobre el deseo de venganza individual ante la injusticia cometida contra un ser querido
Esta lectura, como metáfora de la cólera y del miedo a actuar, es una ficción que exige un esfuerzo intelectual. La abstracción forma parte del monólogo interior del protagonista y la arquitectura de la historia es fragmentaria e informe. Y, sin embargo, el personaje es un hombre que percibe con lucidez el mundo que le rodea. Observa a los viajeros del tren, a los borrachos tirados en la escalera del viejo bar de la estación, escucha a la mujer que anuncia las estaciones, mientras evoca la voz de otras mujeres de su vida e imagina el odio que se despertaba en sus viejas amantes.
También piensa en sus propias fantasías de violencia. Todo es reiterativo, todo resulta verdadero desde el alma de un obsesivo patológico, pero todo puede ser relevante y no tan pesimista como parece a primera vista. Si existe una épica de los acontecimientos íntimos e indecibles de la mente humana, Handke es el maestro para encontrar las palabras más cercanas a las entrañas de los seres perdidos, acosados por el peso del mundo.