¡Buenos días!
Estuvieron a punto de ganar estos poemas:
Elizeus
Se romperían las llanuras de mis sueños/ aunque seguirán chillando las rodillas del planeta/ y se pierda la noche entre sus grietas
Comienzo plácido que adelanta un posible temblor, a través de imágenes sencillas desde una introspección que ya introduce un doble plano: la realidad y el sueño. A partir de ahí, imágenes potentes que nos ofrecen fisuras en lo reconocible con fuerza imaginativa.
Henry
He visto pasar la vida entre tus hojas// convertir el tiempo en dinamita// sobre pétalos de acero.
El tono testimonial del principio ya se va afirmando en un plano simbólico que después vuela literalmente en pedazos en el potente segundo verso: a partir de ahí, el pulso entre fuerza y fragilidad se mantiene intacto en la elocuente y bien acotada imagen final.
Camomila
He venido a buscar el epílogo de la razón// la escarcha que deja tu pluma hambrienta// bajo la furia del volcán.
La afirmación inicial ya nos sitúa en un arco de intención que luego se decanta por el fin del pensamiento lógico: ha llegado el momento del pulso visionario, con imágenes creativas que siempre tienen un giro final, antes de que la realidad natural se imponga.
Pero el ganador es
Ayalgamar
El sueño de un dios vive en la palabra escrita, / en el incendio de los párpados, / en los balcones del agua.
Ya en el primer verso asistimos a una definición de lo que podría ser toda la literatura universal: nada menos que “el sueño de un dios”. A partir de ahí, el milagro se prende dentro de nosotros y nos convierte en materia inflamable al leer. Poesía imaginativa con pulso interior y sentido en lo que se dice, con una salvación en el buen verso de cierre.
Tema de la semana: “Los frutos crecerán”. Porque tienen que hacerlo. Porque estamos cruzando demasiados desiertos, visibles e invisibles, internos y exteriores. Los frutos crecerán después de las tormentas, con la lenta molicie de las hojas más secas apartadas por un viento de cuarzo. Escribamos de esto, en 3 versos y no más de 140 caracteres: de los frutos tangibles, de los emocionales, de todo lo que tiene que crecer para así alimentarnos, para después caer, para rodar en la germinación de la escritura.