El título anticipa una de las principales virtudes del libro, que no es solo la elocuencia de la sardina, sino del discurso que emana de la mente de Bill François (1995). Dedicado a la investigación en hidrodinámica y ganador del concurso Grand Oral en France 2, realiza también las ilustraciones correspondientes a estas “increíbles historias del mundo submarino”, tan diverso y complejo como fascinante.
El físico francés escruta el mar desde sus temores infantiles, aunque la curiosidad por el comportamiento de las especies termina por imponerse. La elocuencia de la sardina nos ofrece otra perspectiva del espacio acuático que modifica para siempre nuestra mirada. Asimismo, el mundo submarino proyecta ideas sobre el ser humano. A propósito de la “inteligencia colectiva”, François revela que “las sardinas jamás nadan a contracorriente ni provocan el menor desorden”, sino que están perfectamente sincronizadas en bancos de unas quince especies.
Las leyes científicas y los mitos sobre la formación de los corales, por ejemplo, se integran con extraordinaria coherencia en este apasionante viaje por las profundidades a través de los sentidos: la vista, que confunde los colores de las especies, pues lo cambian “según convenga”; o el oído, que sucumbe a la sonoridad acuática. Las ballenas, aunque distanciadas por más de 2.000 kilómetros, pueden comunicarse a través de su canto, nos dice el autor, pues “cada voz en el mar posee su propia nota”.
Las señales de los delfines y el procedimiento en la pesca de atunes o en la aproximación a las focas son algunas de las singularidades de este magnífico texto. Por no hablar de la anguila que vivió cincuenta años en un pozo. La elocuencia de la sardina obra el milagro de hacer inteligible una conversación bajo el agua.