Mujeres condenadas por amar la vida, lo nuevo de Natalia García Freire
'Trajiste contigo el viento' ilumina las heridas que toda comunidad ejerce en los individuos, y nos cuenta que necesitamos ritos para darnos significado
26 mayo, 2022 03:28Noticias relacionadas
En su segunda novela, Natalia García Freire (Ecuador, 1991) nos trae consigo el viento y también el mal de altura que provocan los Andes. Enmarcada en eso que se ha dado en llamar gótico andino, hay en sus páginas una hermosísima narración donde belleza y espanto, donde terror y erotismo, donde amor y crueldad no son instancias opuestas sino intersección y juntura, un vientre-tumba donde se gesta la muerte y hace posible la resurrección.
Trajiste contigo el viento es el ensayo de un relato fundacional, la construcción de una mitología, de una estructura atrapante y circular donde los seres humanos nacen ya castigados a repetir los gestos de sus dioses y sus padres. La autora despliega un lenguaje exaltado y exuberante, que arrasa con las fronteras entre cielo y pesadilla, entre mujer y tierra, entre palabra y carne.
Nos trae con su verbo-vendaval la historia de un pueblo que no existe, pero que bien podría ser Cuenca, su ciudad natal. Trae consigo un viento que disemina el origen del pueblo de Cocuán en su tierra blanda, un viento que esparce putrefacción en los cuerpos condenados de sus habitantes, porque “civilización”, nos dice García Freire, es el nombre que le damos a la barbarie humana, al asco y a la ternura que nos produce la carne cuando la carne muriente todavía desea.
A través de nueve personajes y de sus voces en trance, Trajiste contigo el viento ilumina las heridas que toda comunidad ejerce en los individuos, el poder y el daño, y también nos cuenta de qué modo inapelable necesitamos ritos para darnos significado. Necesitamos el verbo para inventarnos la fe y por eso la autora transcribe la voz de las diosas madres cargadas de leche blanca.
A la vez infierno y hummus acogedor, Cocuán emerge en la novela como fuerza telúrica, trascendente y femenina, en un ambiente supersticioso, lacerante y masculino. Es la tierra de los dioses castigadores y de los padres violentos que edifican los templos con las mismas piedras con que hieren a sus hijos y es el barrizal de donde surgen las mujeres rendidas a los cerdos y a la lluvia.
Una hermosísima narración donde terror y erotismo, amor y crueldad, no son instancias opuestas
Mujeres condenadas por amar la vida. Una mujer, Mildred: ella es el punto de partida y es el eje alrededor del cual García Freire lanza los cuerpos y las voces de sus personajes, unos relatos-fragmento que el lector va encajando igual que si resolviera el puzle de un sueño raro.
Al final, pese a que la vida no es simple ni es bella, o tal vez por eso, este nuevo mito andino nos invita a gritar ¡viva! ¡viva! ante la visión de una flor.