Nuria Barrios (Madrid, 1962) es narradora y poeta, pero ninguna experiencia como la traducción le ha hecho vivir más intensamente la realidad de la literatura. “La magia desapareció” cuando hubo de enfrentarse a Vengeance, la obra de John Banville. Desde entonces, detesta “el esfuerzo mecánico que conlleva” y esa sensación de que la propia lengua se vuelva extranjera. La responsabilidad con la obra y los propios límites del lenguaje, que se manifiestan abruptamente, han llevado a la autora a una reflexión llena de aristas en La impostora, XIII Premio Málaga de Ensayo.
Un texto a traducir te envía a la línea de salida, viene a decirnos Barrios, pues nada de lo aprendido es aprovechable. Además, la doble condición de escritora y traductora genera desdén por una parte y recelos por otra. “Para unos y para otros soy una impostora”, asegura, y sin embargo rechaza la connotación negativa.
Así, el confinamiento obligatorio de 2020, del que sabremos que fue detonante para escribir este ensayo, le hizo comprender que “las preguntas que plantea el oficio eran las mismas que las suscitadas por la pandemia: ¿Qué somos? ¿Quiénes somos?”
Además del citado Banville y James Joyce recientemente, Barrios es traductora también de Amanda Gorman, la poeta estadounidense que recitó en la toma de posesión de Joe Biden. La polémica por la elección de los traductores fue el impulso definitivo para emprender La impostora, un texto muy confesional, aunque las experiencias tan personales encuentran justificación en el relato, por cuanto están ligadas al acto de la escritura.
Por último, Barrios esgrime una denuncia de la precariedad en el sector y cuestiona la visibilidad femenina: si eres mujer y traductora, estás doblemente relegada, dice.