Dos libros eruditos han convertido a Nuccio Ordine (Diamante, 1958), profesor de Literatura italiana en la Universidad de Calabria, en un best seller internacional. El primero fue La utilidad de lo inútil, un ensayo contra la derrota del pensamiento frente al dinero; y después Clásicos para la vida, un llamamiento a la resistencia frente a las omnipresentes leyes del mercado desde la trinchera de los Platón, Rabelais, Shakespeare, Cervantes, Goethe, Rilke y compañía.
Ahora, tras diez años de investigación, el intelectual y filósofo presenta un ensayo de carácter más académico, Tres coronas para un rey (también editado por Acantilado), en el que se sumerge en los ambientes literarios y artísticos de la Europa del Renacimiento para encontrar el auténtico significado del célebre emblema de Enrique III de Valois. Un viaje apasionante por las mentes de los grandes intelectuales de la época y los sangrientos campos de batalla de las guerras de religión.
Pregunta. ¿Cuál es el embrión de este libro?
Respuesta. He trabajado mucho sobre Giordano Bruno, un autor que llevo en mi corazón desde mi tesis de final de carrera. En su Expulsión de la bestia triunfante, un diálogo muy importante que habla de las guerras de religión, que son guerras civiles, dedica una página muy interesante a la empresa del rey de Francia. ¿Por qué tres coronas? Hay dos abajo y una entre las estrellas. ¿Qué significa? Bruno habla que la tercera corona es la recompensa a aquel que mate a la hidra de Lerna, un monstruo mitológico al que le renacen las cabezas y que representa estos conflictos. La tercera corona, por lo tanto, es un premio que Júpiter otorga a aquel rey que consiga vencer a aquellas personas que están provocando la guerra y que renuncie al imperialismo.
P. Usted hace una reinterpretación del célebre emblema...
R. La tercera corona tiene un valor simbólico en relación con la religión. Las lecturas anteriores a las que hago en mi libro, en concreto la de Frances Yates, pensaban que las dos coronas terrestres, las de Polonia y Francia, estaban al servicio de la celestial. Estudiando la literatura de la época y todas las explicaciones de los contemporáneos de Enrique III, he descubierto que la tercera corona significa realmente lo contrario: no la monarquía al servicio de la religión, sino la religión al servicio de la monarquía.
P. ¿En qué consistía entonces la empresa del monarca galo?
R. Lo que Enrique III quería era poner la religión al servicio de la unidad de Francia y la monarquía, una política que se inspiraba en las concepciones de Maquiavelo. La monarquía francesa asume la idea de que el rey puede gobernar directamente la religión sin pasar por la parte terrenal, es decir, Roma. Y Bruno comprende que esta empresa permite el diálogo con Inglaterra para conseguir una alianza con Isabel I.
P. ¿Pero cómo se podía aliar un rey católico con una reina protestante con un rey católico?
R. Isabel I llevaba a cabo la política de una forma similar a lo que sucedía en Francia: tenía por un lado a los protestantes que presionaban y por otro a los católicos radicales, ella. Intentó reprimir a ambos para demostrar que la administración religiosa la llevaba a cabo la corona. Este libro demuestra de manera clara que el diálogo era mucho más fácil entre los católicos y protestantes moderados que entre los protestantes radicales y moderados. La razón es que los radicales daban mucha más importancia a la religión que a la monarquía. Mientras que los moderados era al contrario: daban mucha más prioridad a la monarquía que a la religión.
P. ¿Y qué significa lo de la corona para el rey que renuncie al imperialismo?
R. También puede hacer referencia a un reino específico, que en este caso sería Inglaterra. Bruno hace entender a Isabel I que el rey francés no quiere aspirar a la conquista de Inglaterra. Muestra que el enemigo real de ambos es España, Felipe II en concreto. ¿Por qué Inglaterra podría representar la tercera corona? La gran documentación incluida en el libro lo demuestra. En los años 50, la poesía francesa habla de los dibujos imperialistas de Francia, y comenta que cada uno de los hijos de Catalina de Médici tendrá un reino. Así pues, se prevé que entre estos reinos se incluya la conquista de Inglaterra. Mientras Bruno está en Londres, la diplomacia francesa organiza el enlace entre el hermano de Enrique e Isabel. Así pues, Francia lanza un mensaje no imperialista: están dispuestos a renunciar a la tercera corona, que tiene un valor material, Inglaterra, y otro espiritual, la religión.
Cultivar la utopía es fundamental para cambiar el mundo
P. En el siglo XVI, Dios y los reyes estaban prácticamente a la par. Pero hoy la monarquía resulta una institución pretérita, anacrónica a ojos de mucha gente. ¿Qué sentimientos despierta en usted?
R. Para mí es un poco difícil responder a esta pregunta. En Italia no tenemos rey y soy republicano de primera hora. Cada nación tiene una cultura y puede ser que en España o Reino Unido, por ejemplo, la monarquía tenga un papel muy importante como símbolo de la unidad de una nación y de la historia del país. Pero no tengo una idea personal.
P. Ha contado que viene de una familia donde nadie había estudiado y de un pueblo donde no había libros, y que descubrir la escuela fue "un milagro". ¿El milagro que necesita todo niño es encontrar un buen profesor?
R. Para mí es una prioridad. Muchos rectores y profesores han dicho que la pandemia ha hecho comprender que el futuro de la enseñanza es el telemático. No, es una locura. La tecnología es una interrupción brutal de la relación entre el profesor y estudiante. La única manera de transmitir conocimiento es la presencial. Sin la comunidad no hay transmisión de sabiduría. Siempre leo mis alumnos la carta maravillosa que Camus envió a su profesor de Argel el día que le concedieron el Premio Nobel. Se acordó de su madre y de él, quien le había cambiado la vida. Ninguna plataforma digital puede hacerlo, solo un buen profesor. El problema es que hay muchos maestros que hacen esto en el silencio, no lo conocemos. Y solamente la escuela pública puede garantizar una eliminación de las desigualdades, y hoy se están destruyendo la escuela y la universidad públicas en toda Europa para aplicar las leyes americanas y británicas.
P. ¿Se está precarizando la formación de los profesores? Parafraseando el título de su libro, ¿se está dando más importancia a la utilidad de lo inútil?
R. La escuela no da importancia a lo inútil. El discurso que hizo Boris Johnson a los estudiantes británicos hace unos meses fue que hay que elegir no la disciplina que te gusta, sino la que te puede garantizar un provecho. Para mí, esta es la destrucción total de la educación. Y por eso la ética de las profesiones está bajando en todo el mundo: si hay médicos que hacen medicina para ganar dinero, no son buenos médicos porque no tienen amor. No puedo vender mi dignidad para el dinero. El otro elemento increíble es que los alumnos piensan que tienen que estudiar para aprender una profesión.
Hay una poesía maravillosa de Kavafis, Ítaca, donde habla con el lector para decirle que la importancia del viaje de Ulises no es llegar a Ítaca, sino la experiencia del viaje. Hay que hacer entender a los estudiantes que lo importante es el viaje que hacen con el profesor y sus compañeros, la experiencia de la escuela. La idea de la escuela/universidad-empresa no tiene sentido.
P. En este presente cruel que mercantiliza nuestras vidas, dar prioridad a esa experiencia puede acabar con la expulsión del sistema…
R. Puede ser un riesgo, lo comprendo. He tenido muchos alumnos que me han demostrado que cuando estudias con pasión y amor, en un momento u otro tienes siempre una posibilidad de ganarte la vida con dignidad. En la locura de la evaluación de las universidades hay un parámetro que dice que una buena universidad es aquella que hace ganar al estudiante mucho dinero. Pero si en Calabria hay diez estudiantes que han aprendido bien el griego y el latín, y lo enseñan bien y ganan 1.300 euros, ¿por qué no es una buena universidad? No tiene sentido: si hace bien su trabajo es una maravilla.
La tecnología es una interrupción brutal de la relación entre el profesor y estudiante
El tema es que siempre tenemos que pesar con el dinero. Para mí es más importante que un profesor haga comprender a diez alumnos de la escuela de un pequeñito pueblo de Calabria, donde está la 'Ndrangheta, que ser mafioso significa perder la dignidad. Ha hecho el mejor trabajo que se puede hacer. Tenemos una idea que la escuela siempre ha formado ciudadanos cultos, democráticos, solidarios. Hoy la idea es que tenemos que formar pollos de engorde con ganas de dinero y que solo piensen en crear empresas.
P. Usted es uno de los mayores defensores de las Humanidades a nivel mundial. ¿Qué piensa al ver los cambios en los programas educativos que eliminan la filosofía o el aprendizaje de memoria? ¿Hacia dónde vamos?
R. Estamos destruyendo las cosas fundamentales. Hay muchos pedagogos que dicen que aprender de memoria una poesía no tiene sentido. Para mí son estúpidos. Cuando tú aprendes una poesía de memoria, con el corazón –en inglés y francés se dice by heart y per coeur–, resta en tu interior y trabaja. Y un día, cuando miras una cosa, surge del interior y comprendes cosas que antes no podías.
Hay un testimonio increíble de Primo Levi. Aprender La divina comedia de Dante le permitió una noche regalar un momento de felicidad a los otros judíos encerrados en el campo de concentración. No te pueden robar las cosas que has aprendido. Es maravilloso como metáfora de su importancia. La idea hoy en día es que tienes que aprender solo cosas prácticas, pero se ha olvidado que la ciencia, para crear, también necesita fantasía e imaginación, como tantas veces dijo Albert Einstein. Si hoy preguntas a un niño de diez años por su profesión del futuro y tienes que hacer un camino para especializarlo, matas completamente al estudiante, porque es la curiosidad la que puede que un día un buen estudiante se convierta en un buen científico.
El problema de hoy es que no tenemos sentido crítico
P. Hay una gran paradoja en el mundo actual: gracias a las nuevas tecnologías, tenemos a nuestro alcance el acceso a toda la cultura que queramos, pero al mismo tiempo están resurgiendo las ideologías más extremistas: nacionalismos, populismos, la extrema derecha…
R. Hay que hacer una pequeña modificación a esta lectura. Hay hoy un malentendido: pensamos que información significa conocimiento, pero son dos cosas diferentes. Tenemos más información, pero no conocimiento. Internet es una mina de oro por la gente que sabe; por la que no sabe es muy peligroso. Un día hice una experiencia con los estudiantes y busqué Giordano Bruno en medio centenar de sitios: un delirio total. En Internet todo el mundo tiene derecho a escribir. Esta idea de la democracia en Internet, uno vale uno, es una tontería. Sobre el conocimiento, si yo no tengo una autoridad no puedo hablar. Internet es una trampa enorme, y es lo que ha creado el pueblo que invadió el Capitolio de Estados Unidos. El señor con los cuernos es una imagen de la ignorancia de los jefes como Trump, Bolsonaro, Le Pen, Salvini… que cuentan historias que son mentirosas.
P. ¿Qué debe hacer un filósofo, un intelectual, en un mundo como el de hoy?
R. Tiene que hablar a contracorriente. El problema de hoy es que no tenemos sentido crítico. El intelectual tiene que ser un herético, como lo era Giordano Bruno, que dice las cosas que la sociedad no quiere escuchar. Desafortunadamente, en las universidades los intelectuales parece que se han resignado, no tienen ganas de reaccionar. Creo que tenemos que luchar, porque cultivar la utopía es fundamental para cambiar el mundo.