Profesora de literatura hispanoamericana, aforista y poeta incluida en varias antologías, Erika Martínez (Jaén, 1979) ha publicado cuatro libros de versos. El segundo de ellos, El falso techo (Pre-Textos), figuró en 2013 entre los cinco mejores poemarios del año elegidos por los críticos de El Cultural.
Dividida en tres secciones, la nueva obra de Erika Martínez se inicia con una cita del poeta argentino Sergio Raimondi. La primera parte de La bestia ideal deja clara la opción estética elegida por la autora.
Los versículos abren con ironía un espacio de incertidumbres. Animales comunes (un pez, las hormigas, un perro, una abeja) pueblan las meditaciones de la escritora. La música surge en todas las rebeldías: una orquesta que elige el silencio, las búsquedas de José Val del Omar, la partitura en braille de Joaquín Rodrigo. En armonía con las reflexiones, a veces se menciona un drama: “Me acuerdo de aquel viejo guardabosques que consiguió sobrevivir a tres rayos, y acabó suicidándose. Aquello que me obliga me sostiene”.
Erika Martínez retrata con ingenio el absurdo y nuestras maniobras dentro de él. A menudo, su destreza para crear imágenes insólitas va acompañada de punzantes críticas sociales. Su literatura es incompatible con los tópicos. La segunda parte del libro se titula “Santiago” y, como la autora explica en una nota final, los textos encierran un diálogo con las ideas del conjunto roquero Radio Futura y en particular con las de Santiago Auserón, líder del grupo.
Se menciona la violencia del ruido, un palo rojo, la llamarada, un pupitre inestable. En el texto que cierra la sección, “Coda (o formas de ser)”, Erika Martínez se refiere a España y une de forma original los nombres de Francisco Brines, María Zambrano, Pere Gimferrer, José María Fonollosa y Luis Felipe Vivanco.
En el tercer apartado, con citas de la poeta británica Alice Oswald, persiste el inconformismo literario e ideológico. La palabra “cuerpo” guía las inquietudes. Los locos y un viejo inuit se desplazan entre las voces de los desaparecidos. Erika Martínez aglutina soledades en unas pocas líneas: “La joven astronauta mira a Tierra; la monja de clausura mira al cielo. Suspiran como amantes al unísono”. Destaca la libertad expresiva de “Letanía del abono”, última composición del libro. Los cuarenta y siete poemas de La bestia ideal confirman la valía de una escritora que indaga lejos de las convenciones literarias.