Quien no conozca al escritor alemán Uwe Timm (Hamburgo, 1940) y se encuentre con un título/reclamo como La invención de la salchicha al curry, podría pensar que se trata de una novela humorística o ligera. Bastará con iniciar la lectura para que perciba la importante y tremenda estampa de época en la que el novelista va a adentrarnos: nada menos que el Hamburgo de los últimos compases de la Segunda Guerra, cuando los ingleses están ya al otro lado del Elba y es cuestión de días que se anuncie la derrota del ejército alemán, por mucho que se siga haciendo un llamamiento a una defensa heroica (“defender Hamburgo hasta el último hombre” mientras sólo quedaban niños, mujeres, ancianos y mutilados).
Desde que se publicó esta obra por vez primera en Alemania en 1993 no ha dejado de reeditarse, por su valor literario, documental y sociológico. La historia nos cuenta el viaje que el narrador, ya adulto, hace al Hamburgo de finales del siglo XX y su búsqueda de una curiosa anciana (la Sra. Brücker) que en su día regentaba un puesto de comida —en la Grossneumarkt, junto al puerto— donde él, de joven, disfrutaba de la especialidad de la salchicha al curry, que, según sostenía Lena Brücker, ella misma había inventado en tiempos de escasez y penuria.
Las sucesivas visitas a la residencia, donde la ya frágil mujer pasa sus últimos días, se convierten en entrevistas donde ella va desgranando el acontecer terrible de toda una época, al tiempo que el secreto de la invención, o mejor descubrimiento (Entdeckung en el título original) de su famosa receta. Pocos quedan ya que sobreviviesen a la guerra y los terribles bombardeos aliados. Este es ya un Hamburgo moderno, con alquileres desorbitados y tiendas de lujo ocupando el lugar de las viejas lecherías, mercerías y ultramarinos.
“Una ya no espera nada. Y, luego, encima, deja de ver” –confiesa Lena Brücker al hombre, tan conversador, que la lleva de paseo–. Desde el comienzo se disfruta la escritura precisa, limpia y hermosa de Uwe Timm, que nos entrega además datos impagables de la vida cotidiana de aquel mundo de traiciones, deserciones, propaganda heroica, mercados negros, hambre o prostitución generalizada. Y en medio de ese paisaje de ruinas, de lucha por la supervivencia y bombardeos incendiarios, surge también la hermosa y detallada historia de amor secreto entre la protagonista, aún joven, y el contramaestre Bremer. Pensamos en Heinrich Böll, en Günter Grass, en Siegfried Lenz… y apreciamos cómo en Timm pervive el espíritu de los grandes narradores alemanes contemporáneos.
Hay, de paso, una mirada compasiva hacia la miseria cotidiana a la que todos se vieron abocados por la locura megalómana de Hitler y su “Reich de los mil años”. Tras cinco años de heroísmo y “fanfarrias de victoria” tan solo quedaban ruinas donde se divisaba un absurdo sillón.
A Uwe Timm le bastan doscientas páginas de un microcosmos (el de su infancia) para deslumbrarnos con una narración esencial, un asombroso y sobrecogedor testimonio de época
Frente al militarismo imperante y el oportunismo de muchos, el relato de la vieja cocinera nos habla también del pacifismo y la solidaridad de algunos que acogieron a los perseguidos o a los más débiles: “Hubiera ayudado a cualquiera que ya no quisiera tomar parte en aquello. Escondiéndolo sin más. Lo pequeño es lo que hace tropezar a los grandes”. Con el final de la guerra muchos se adaptaron y reconvirtieron, se quitaron las insignias, dejaron de espiar y denunciar a sus convecinos, de hablar de “victoria final” y se pusieron, sin más, a amable disposición de la administración inglesa. El autor no elude tampoco la conciencia del exterminio, de un holocausto que comentaban hasta los ferroviarios de cada pueblo, por mucho que una mayoría dijese no saber nada.
A Uwe Timm le bastan doscientas páginas de un microcosmos (el de su infancia) para deslumbrarnos con una narración esencial, un asombroso y sobrecogedor testimonio de época.