Si Los favores, la primera novela del escritor, profesor y editor Manuel Guedán (Madrid, 1985) pasó inadvertida, hay sobrados motivos para llamar la atención sobre la segunda, esta que lleva por título Los sueños asequibles de Josefina Jarama. Empecemos por resaltar la ironía contenida en el título, que admitiría sin reservas el subtítulo “vida, fortuna y adversidades” de esta singular heroína, que como Lázaro de Tormes, su predecesor en la ficción, no muestra un ápice de cinismo cuando se ve expulsada de todas sus legítimas ambiciones. Todo un personaje que no hay que perderse.
Siendo de nuestro tiempo, que no es el de entonces, y de una época que empezó a forjarse en los años setenta (tras la muerte de Franco), en un país con esperanza, pero sin futuro (dice ella), Josefina es leal heredera de la genealogía de su patrón: hija de un padre a quien no llegó a conocer y de una madre “revolucionaria” que la abandon por sus ideas (aunque no está claro quién abandonó a quién).
Empujada a una vida itinerante, necesitada de la adversidad para merecer un papel en ese país por construir en el que es obligado orientar (asequibles) sueños hacia el “éxito”, Josefina lo intentará… aunque sea entrando por la puerta de atrás.
Su “caso” es el relato de las peripecias por las que debe pasar la joven desde que irrumpe en el mundo laboral hasta que consigue lo que ella considera (ingenuamente) un empleo digno en el marco de una España apresurada por dejar atrás su pasado y repleta de escuderos dispuestos a servir (y a traicionar) a sus amos a cualquier precio.
Josefina Jarama es digna heroína de nuestro tiempo, sufre abandonos, traiciones y desplantes, es víctima de la “picardía” de otros, y ahí sigue
Y como no podía ser de otra forma, esta historia nos llega en forma de carta, en primera persona (a sabiendas de lo difícil que es contar la vida propia sin ser indulgente con una misma), dirigida a nosotros, con un estilo depurado en el decoro que corresponde a este personaje que, sin querer, se enreda en detalles sobre su vida y, entre ingenua y escéptica, nos va desvelando la trama de embustes y miserias de obligado recorrido para alcanzar “la cumbre de toda buena fortuna” a la que aspira sin darse tregua.
Vaya por delante la triple consigna que le impulsa y le protege frente a la adversidad: su pleno convencimiento de que la ambición debe ser el motor de su vida, el firme respeto al enemigo y la íntima convicción de que “los sueños han de ser siempre asequibles”.
Con tal personaje está servida la novela. Su argumento, en síntesis, es el siguiente: de cómo cambió los estudios por los juguetes en una fábrica, en Alicante, en la que “su cara inspiró una malograda muñeca”. De cómo fue despedida, se volvió emprendedora y buscó su oportunidad en el negocio de los “ruteros” del bacalao (Valencia), entre extorsionistas y caraduras, del que no salió muy bien parada.
De la decisión de seguir su carrera ascendente en Madrid, a donde llega tras la oportunidad de trabajar como auxiliar de banco, en Montalbán (Córdoba), en los ochenta, en el momento de perspectivas de crecimiento financiero. Y de cómo estuvo a punto de dar un golpe de mano y acabó, con más de “treinta y pico recién cumplidos” y la maleta llena de chascos, trabajando de repartidora en una franquicia de pizzas.
Detrás de su discurso, desbordante de ingenio y humor, late una atinada sátira sobre la precariedad del mundo laboral de hoy en día. Josefina Jarama es la digna heroína de nuestro tiempo, sufre abandonos, traiciones y desplantes, es víctima de la “picardía” de otros, y ahí sigue: tierna, cándida y universal.