Las novelas de J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 1940), premio Nobel en 2003, parecen en principio realistas, pero en seguida descubrimos que sus intenciones superan el deseo de reflejar el mundo en el texto. Son obras firmemente asentadas en la innovación formal, ofreciendo desde las entregas iniciales, como la primeriza obra maestra Esperando a los bárbaros (1980), un fuerte compromiso social.

El polaco

J. M. Coetzee

Traducción de Mariana Dimópulos Hilo de Ariadna, 2022. 145 páginas. 15,90 €

Leer a Coetzee te permite entender sin dilación lo que aporta la literatura a la conciencia humana, es decir al autoconocimiento y a la reflexión, pues ofrece contextos para entender las relaciones y reacciones del ser humano, trasmitidos mediante una historia, un argumento, que intenta descifrar su complejidad, y, a su vez, con un fuerte componente social, frecuentemente dirigido a explorar aspectos del racismo y del post-colonialismo.

En este sentido, esta novela, El polaco, viene contextualizada por un compromiso evidente. El texto, escrito en inglés, aparece primero en traducción española, y está programado que aparezca en su lengua original un año después. Una manera de esquivar el dominio ejercido por las culturas anglosajonas en el hemisferio occidental.

El argumento relata cómo un hombre y una mujer se conocen e inician una curiosa relación amorosa. Un pianista polaco de más de setenta años, Witold Walczykiewicz, se enamora de Beatriz, una mujer casada de cincuenta años que vive en Barcelona. Se conocen cuando Witold, un notable intérprete de Chopin, llega a la ciudad a dar un recital invitado por un Círculo de Conciertos. Beatriz tiene que hacer de anfitriona, y después del concierto le invita a cenar. Comienza así la historia de amor, de la pasión que nace en el artista, mientras que ella, el objeto del deseo, simplemente constatará de modo muy racional el amor del polaco.



Dos nombres figuran en el trasfondo literario, el de Beatriz, que alude a la enamorada de Dante, y el de Chopin, cuyo gran amor fue George Sand. Sirven para acentuar el contraste entre los amores de estas obras, digamos románticos, y el presente, donde la protagonista quiere entender la pasión que despierta con una cierta meticulosidad pragmática.

El suelo racional del lector deviene movedizo. Así, Coetzee da una vuelta de tuerca a la ficción

La genialidad de Coetzee es hacer que los capítulos de la novela estén divididos en secciones numeradas, conformando una suerte de lista de apuntes que toma la protagonista y narradora con las observaciones que va haciendo de la evolución de la relación. La forma novelesca indica provisionalidad, aumentada por el hecho de que los protagonistas se comuniquen en un idioma, el inglés, que no es el suyo, y que el pianista no domina para expresarse matizadamente.

Ya he dicho que Coetzee ha publicado esta novela antes en español que en inglés, debido a su rechazo de la primacía de este idioma, el de su país natal, Sudáfrica, que adoptó el idioma de sus colonizadores, el inglés. Estas contradicciones socaban el discurso novelesco, o mejor dicho, consiguen que el lector pierda confianza en las notas que toma Beatriz de su relación amorosa. El suelo racional del lector deviene movedizo. Así, Coetzee da una vuelta de tuerca a la ficción. No sólo el texto no refleja la realidad, sino que cuando se trata de abordar el amor con la inteligencia, como hace Beatriz, no consigue acercarnos a su comprensión.

[J. M. Coetzee: "Ni yo mismo deseo comprender plenamente lo que escribo"]

Sólo cuando ella lea al fin unos poemas de amor del pianista, que tampoco le llegan sin mediar sino en traducción del polaco, entiende que la lectura de los misteriosos poemas la despiertan la sensibilidad a la experiencia estética. Es entonces cuando la poesía dota de vida al amor. Una verdadera reivindicación de la estética kantiana.