Ha sido un multitudinario homenaje en Bellas Artes. Lleno total. Mucha gente se ha quedado fuera de dos salas grandes. "Homenaje a Javier Marías. Sus amigos celebran su memoria". Los organizadores (Javier no hubiese querido nada oficial) han sido dos buenos amigos, que nos han llamado a otros: Agustín Díaz Yanes y Arturo Pérez-Reverte. Ambos han tomado también la palabra y Arturo -muy en su tono- ha recordado que Marías era asimismo un niño que amaba jugar, y que él le proporcionó, regalándole sables y revólveres míticos, el retorno a una infancia, la nuestra (tenemos la misma edad) de cómics y películas del oeste, John Ford en cabeza.
Las intervenciones eran por orden alfabético (bien guiadas por el periodista Antonio Lucas, amigo del Javier final) y como cabe suponer, se suplicaba brevedad, ha habido de todo, la noble admiración de otro periodista Guillermo Altares o la salida airosa de Manuel Jabois, que nunca conoció a Marías pero que lo consideraba fundamental. Tierna y sencilla la intervención de Eduardo Mendoza, de quien Javier habló siempre con afecto.
Pero acaso las intervenciones más entrañables fueron las de las amigas de Javier, leales y antiguas, como Mercedes López Ballesteros, que le ayudaba a Javier y mucho en lo que él menos quería, la tecnología, el desdeñado Internet que manejaba ella. Elide Pitarello, catedrática de español en Venecia, íntima amiga y gran amor de Javier (creo que su verdadero gran amor) muy emocionada, ha contado las estancias de Javier en Venecia, su gran dominio del italiano -inmensa facilidad de Marías para las lenguas- y cómo, terminada la jornada laboral de escritura, la llamaba: Daniela, non so come continuare. Ella sabía sus frecuentes inseguridades y ahora se siente heredera de ese temblor. Nos ha dicho, evocando al amigo ausente, ahora soy yo, Javier, quien no sabe cómo continuar.
[Javier Marías, el monarca del tiempo]
El actual director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, que estaba a mi lado, ha contado cómo la presencia de Javier en la institución fue activa, en varias comisiones, proponiendo palabras deportivas (del fútbol) que hoy están en el diccionario, como "piscinazo". Todos hemos recordado y reiterado que el rey de la feliz monarquía de Redonda, amaba reír, era esencialmente simpático y muy generoso -ayudó económicamente a no pocos- y sólo parecía serio acaso como defensa.
José Carlos Llop, mallorquín, era de los amigos de Javier no por mucho trato, sino por cordial simpatía. Lo evocó en el castillo de Bellver, donde estuvo preso Jovellanos. Manuel Rodríguez Rivero, más prolijo, era amigo antiguo de Javier, no sé si de los que aún conocimos al no siempre seguro "joven Marías". Entre esos Eduardo Calvo y Tano Díaz Yanes, a quien Javier quiso mucho. También su editor de Alfaguara o su agente literaria Casanovas & Lynch. Sin duda amigos/as más recientes de Javier, pero no menos fervorosos porque adivinaron pronto (como Julia Navarro) el excepcional valor literario de aquel hombre educado, meticuloso, agradecido y muy fumador que fue Javier Marías, no sólo escritor español, sino uno de los más grandes europeos de su tiempo.
Por el orden alfabético yo cerré la sesión -clausurada por una breve pieza de flauta tocada por Álvaro Marías, el hermano músico de Javier. He sido muy amigo de Javier y en Redonda, Duke of Malmundo desde el inicio en 1999. Publicamos ambos nuestros primeros libros en 1971, aún con 19 años y entonces nos conocimos. Pero Javier me hizo también poeta oficial del Reino o"Villamediana" y en función de tal puse el broche leyendo un soneto que el director de la RAE, me alabó: "Javier de fachada altiva e intimidad jubilosa…". Javier hubiese -con todo- estado risueño y contento. Éxito esperable.
Javier Marías. In memoriam
Javier de fachada altiva e intimidad jubilosa.
Javier del desprecio del mundo (de este mundo) y del
calor generoso de la amistad y el arte. Javier del don
de lenguas, del querido inglés y el español sobre todo.
Javier del fracasado amor y los amores mansos, Javier
del triunfo no esperado y aceptado en secreto, dadivoso
en ayudas y dadivoso en cartas, amigo de ilustres perdedores
-el Gawsworth de Redonda- y de nombres de lujo
como bandera amiga. Javier del humilde orgullo
y la humildad sin timbres. Amigo de los libros, de
las charlas enormes en el Palace postrero, amigo de
la risa y del desprecio al necio (y a las necias)
y sobre todo, Javier -y es lo que no perdonan-
amigo de lo excelso, del “citius, altius, fortius”.