¿Fue el filósofo Friedrich Nietzsche un “vanguardista” como los artistas que en su misma época situamos hoy en la vanguardia de las artes, con todo lo que ello supuso para la renovación de los horizontes artísticos...?
Un sugestivo libro pone ante nuestra atención estas cuestiones. En él se reúnen dos textos de Hugo Ball (1886- 1927), un pensador y escritor alemán que en la segunda década del siglo XX se integró primero en los ambientes expresionistas y luego en el Dadaísmo, centrándose ya desde 1920 en una línea teológica de reflexión sobre el cristianismo.
Los dos textos ahora editados por primera vez en español se centran en las figuras de Nietzsche y Vasily Kandinsky, lo que nos conduce a ese ambiente de las vanguardias al que antes aludía.
Estamos ante una muy cuidada y rigurosa traducción, y también un firme planteamiento académico, sobre todo en todo lo que se refiere a la figura de Nietzsche, algo sobre lo que Manuel Barrios Casares es un cualificado experto.
Como estudiante de filosofía, Hugo Ball pensó desarrollar su tesis doctoral sobre Nietzsche, entre 1909 y 1910. No llegó a terminar su tesis, pero de esa fase de trabajo se conservan 51 páginas, revisadas por Ball a finales de 1910, que ahora se publican en este libro.
Es a partir de su estancia en Basilea cuando confluyen en el pensamiento de Nietzsche las ideas de la importancia del arte y de la autodeterminación del individuo
Lo que en él despliega Ball es una síntesis del pensamiento de Nietzsche durante su estancia en Basilea, una visión del “primer Nietzsche”, de sus años de juventud y adolescencia, con una atención especial al periodo que el filósofo pasó como profesor en la Universidad de Basilea entre 1869 y 1879.
Ball plantea que en esos inicios Nietzsche renunció a llevar “una vida de artista”, y que, aunque apareció como alternativa dedicarse a la filología se sintió ya filósofo en lo más íntimo.
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A través de la influencia del historiador suizo Jacob Burckhardt, pero sobre todo de Richard Wagner, según Ball (pág. 12) Nietzsche acabaría centrando su horizonte en el pensamiento sobre la cultura, forjando “su concepción del filósofo como un reformador cultural”.
En esa perspectiva, la recepción de la consideración de Wagner del arte como un medio educativo, daría paso en Nietzsche a una concepción del arte como ideal de cultura, y así escribiría: “Sólo el arte nos puede salvar”.
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Con todo ello, Ball intenta hacer ver los nexos de continuidad entre el primer Nietzsche y el posterior. El nexo principal es la necesidad de cambiar la vida, subrayando que “el ideal reformador es el puente entre el Nietzsche de Basilea y el de la última época” (pág. 53).
Ahí se situaría la clave de la estancia de Nietzsche en la ciudad suiza, pues a partir de entonces en su pensamiento confluyen las ideas de la importancia del arte y de la autodeterminación del individuo.
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El otro texto en el libro, más breve, es lo que Hugo Ball escribió para una conferencia que tuvo lugar el 7 de abril de 1917, en la Galería Dadá en Zúrich.
En él se aplica una especie de aproximación entre lo que Ball había encontrado en el pensamiento de Nietzsche: ir a través del arte a un cambio de la cultura y de la vida.
En Kandinsky, con quien mantuvo una relación personal, Ball subraya como núcleo de su estilo artístico la identificación de “la necesidad interior”, lo que implicaría una diferenciación de las vanguardias anteriores, del Expresionismo y del Cubismo.
En definitiva, lo que Hugo Ball planteó en esta primera fase de su pensamiento, a través de su interpretación de Nietzsche, es una síntesis del arte y la filosofía, en la perspectiva de un cambio profundo de la vida humana.
En esa línea se desplegaron también entonces las vanguardias artísticas, pero Ball da un paso más al pretender una confluencia de la acción del pensamiento y de las propuestas artísticas.