El idioma ha tenido un impacto definitivo en las causas de la guerra que se está librando en Ucrania. La escritora Zanna Sloniowska (Lviv, 1978) comenzó muy pronto a investigar sobre la historia de su país, un territorio hecho de identidades múltiples que conviven entre distintas lenguas. La ucraniana vive en Polonia, pero en 2015 publicó Una vidriera en Leópolis (hoy editada en España por Alianza), una novela enmarcada en las últimas cuatro décadas de su ciudad natal, la del título. Como se advierte en la nota preliminar, Leópolis (que significa Ciudad de los leones y hoy es conocida por Lviv) es el nombre que se emplea durante toda la narración, aunque cada pasaje remita a momentos determinados donde tuvo otras desginaciones.
Sloniowska se encuentra en España con motivo de la promoción de su novela, que resultará muy oportuna para quien desee conocer los motivos del conflicto más relevante de la actualidad. La autora ucraniana radiografía la compleja sociedad de su país, un territorio oprimido durante el período soviético y marcado por la diversidad étnica en la actualidad. Precisamente la lengua es un catalizador del conflicto. Partiendo de la historia de una familia con cuatro generaciones de mujeres, Sloniowska confecciona un poderoso relato donde el contexto juega un papel crucial.
El funeral de la soprano Marianna, madre de la narradora, es el impulso de la historia, pues termina convertido en una manifestación política espontánea. Desde entonces, florecen a lo largo de las páginas símbolos como la bandera, la importancia de la ópera en Ucrania o el rol de la mujer en las revoluciones. La propia Sloniowska asumió con convicción su identidad ucraniana cuando se vio enarbolando la bandera en la Revolución Naranja de 2004 en Kiev, que representaba los anhelos europeos de la sociedad. Tras la revolución del Euromaidán, que termina con el presidente prorruso Víktor Yanukóvich por suspender el acuerdo de asociación para ingresar en la Unión Europea, intensifica esa relación de pertenencia. En plena guerra contra Vladimir Putin, lo mejor es que sea ella misma quien se exprese.
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Pregunta. Cuando escribió su novela en 2015, ¿por qué decidió ambientarla en su ciudad natal?
Respuesta. Es una ciudad con una historia tan rica… Durante más de 600 años perteneció a Polonia. Para el pueblo polaco, Leópolis es un símbolo muy preciado que perdieron debido a la II Guerra Mundial. Cuando vives en Polonia, eres representante de este sueño perdido del país. Estaba cansada de eso, por lo que decidí escribir un libro en polaco que les mostrara una versión distinta de la ciudad.
P. La muerte de la madre tiene lugar en 1988. Usted tenía diez años en ese momento y, sin embargo, el retrato de la época es muy detallado. ¿Cómo recuerda aquellos años?
R. En los años 80 había un movimiento anticomunista de solidaridad polaca muy importante y muy conocido. Pero nadie sabe que en Ucrania también se estaba produciendo. Para una niña como yo, era toda una experiencia formativa. Yo vivía en el centro de la ciudad y podía ver las manifestaciones. Era una ciudad tranquila, silenciosa, bastante controlada, donde la voz estaba silenciada, y la ciudad empezaba a despertarse. Como niña, es una experiencia que te marca.
P. En la actualidad, ¿cómo forja un ucraniano su propia identidad, consciente de que pertenece a un territorio multiétnico y con un pasado tan convulso?
R. Depende del momento en que uno se plantea la identidad ucraniana en Leópolis. Lo que intento mostrar en la novela es que entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, tanto los ucranianos como los polacos consideraban que Leópolis era suya, porque era una capital del imperio austrohúngaro. Durante el periodo soviético, las distintas identidades nacionales fueron suprimidas. La rusa era la única permitida, pero los polacos y los ucranianos, y también los judíos, estaban ahí. Tras la caída de la Unión Soviética empiezan a brotar todas estas identidades.
"Durante el periodo soviético, las distintas identidades nacionales fueron suprimidas en Ucrania"
>>Veías a gente que después de muchos años de verse reprimidos deseaban utilizar sus idiomas, practicar su religión, recuperar sus tradiciones. Después, la identidad ucraniana se fue reforzando en la historia moderna, con las revoluciones de 2004 y del Maidán en 2014. Pero esto no significa que acallen otras identidades presentes. Ahora vemos cómo se está dando forma a una identidad civil de la ciudadanía ucraniana. Aunque nuestras etnias sean distintas, la identidad del ciudadano ucraniano es más fuerte que nunca, sobre todo desde la invasión.
P. El arranque de la novela corresponde a un funeral de una soprano, personaje determinante. ¿Qué importancia tiene la ópera en Ucrania?
R. Vasyl Slipak fue un tenor ucraniano de la Ópera de París que fue asesinado por un francotirador en la guerra del Donbass. Yo me inspiré en su cortejo fúnebre para recrear la escena del funeral de Marianna, aunque no deja de ser un pasaje de ficción. El canto es muy importante. Ellos se llaman a sí mismos “una nación de cantantes”. Aquí sería como el flamenco. La ópera es la música del folclore ucraniano, la que escuchas durante toda tu vida e incluye todas las emociones del ucraniano. Cantan para expresar y cuentan sus historias cantándolas. Sabemos que hay gente con mucho talento. Por ejemplo, yo incluyo en la novela a Solomiya Krushelnytska, una de las más famosas cantantes ucranianas, que llegó a cantar en la Scala de Milán.
P. A propósito, ¿qué importancia tienen las figuras icónicas en Ucrania?
R. El pueblo ucraniano, sobre todo la zona occidental del país, es muy particular. Pertenecen a la iglesia ortodoxa, pero su dogma es católico. En 1946 esta iglesia quedó completamente eliminada por la Unión Soviética. Se les envió a los campos de prisioneros o directamente se les asesinó. Cuando los movimientos anticomunistas se rebelaron con fuerza, la gente quería recuperar de nuevo su religión, que era una parte fundamental de Ucrania. En general, es un país que cuenta con múltiples religiones: ortodoxos, católicos romanos, protestantes… Pero lo que yo retrato en mi novela es el ambiente de mi ciudad. En Leópolis el sentimiento nacional era muy fuerte, sobre todo para aquellas personas que habían visto reprimida su religión y no podían practicarla.
"La identidad del ciudadano ucraniano es más fuerte que nunca, sobre todo desde la invasión rusa"
P. Y en la actualidad, ¿cree que los intelectuales están manifestando sus opiniones sobre la guerra de manera contundente?
R. Sí. Espero que también estén prestando atención a esto desde aquí. Hay escritores que están haciendo giras en el extranjero para explicar qué está pasando en Ucrania ahora.
P. ¿Cuáles son las voces más relevantes en la actualidad?
R. Serhij Zhadán es muy especial. Es un poeta muy importante, pero también escribe prosa. Vive en Járkov [la parte más oriental de Ucrania, a muy pocos kilómetros de Rusia] y se negó a abandonar la ciudad, que es peligrosísima, para ayudar al ejército. Las generaciones más jóvenes conocen sus poemas de memoria. Además, habla inglés y alemán muy fluido, así que se dedica a visitar otros países y explica lo que está pasando [sus obras están dedicadas a la guerra que estamos viviendo desde 2014]. Recientemente ha estado en la Feria de Fráncfort recogiendo el Premio de la Paz de los libreros alemanes e impartió una charla sobre el tratamiento de la información en Ucrania.
P. Gracias al prólogo de su novela he sabido que los ucranianos han dejado de hablar ruso para hablar en su idioma original tras la invasión. Además de una señal de protesta, ¿qué simboliza este comportamiento?
R. Ha sido un proceso largo. La lengua ucraniana se ha visto reprimida siempre a lo largo de la historia, especialmente en los últimos trescientos años. Por ejemplo, la reina rusa Catalina II prohibió el uso del ucraniano. Si un escritor escribía en ucraniano, Stalin lo mandaba matar. Asesinó a unos 300 en un par de meses. En la Segunda Guerra Mundial no se podía utilizar el idioma ucraniano en la vida pública. Habían construido una idea de que el ucraniano era la lengua de los campesinos. Si querías estar en una esfera más académica, había que hablar en ruso. Tras la caída de la Unión Soviética, muchos empezaron a hablar en ucraniano, mientras que la invasión ha provocado que lo haga la totalidad de la población. Al menos lo utilizan en la vida pública.
"La ópera es la música del folclore ucraniano, incluye todas nuestras emociones. Aquí sería como el flamenco"
>>Sin embargo, hasta 2014 (Donbás) no empiezan a aparecer una serie de legislaciones que facilitan el proceso. De pronto se empieza a favorecer que se publiquen libros en ucraniano, porque antes toda la literatura que llegaba al país llegaba con traducciones al ruso. Tras la revolución del Euromaidán hay un apoyo político al libro en ucraniano y espero que no se detenga. Además, hay una mezcla entre la lengua rusa y la ucraniana. La llamamos surzhyk. Muchas personas que no tienen una alta formación utilizaban este idioma. Les daba un poco de vergüenza, era una lengua de andar por casa, para eso era mejor hablar ruso. Afortunadamente, los que han dejado de hablarlo se han pasado al ucraniano.
P. ¿Ha vuelto a releer la novela tras la invasión? ¿De qué modo entronca esta guerra con la historia que cuenta?
R. Todos los procesos narrados en la novela han llegado a su punto álgido y han quedado mucho más claros con lo que está sucediendo con la invasión. Si queremos ser optimistas respecto a la situación actual, esto va a facilitar un cambio muy radical que puede ser muy positivo para la identidad ucraniana y para la imagen del país. Espero que también lo sea para alumbrar la posibilidad de tener un desarrollo pacífico.
P. ¿Cómo cree que se resolverá esta cuestión? ¿Qué futuro tiene Ucrania cuando acabe la guerra?
R. Me encantaría conocer a un sabio capaz de responder a una pregunta como esta. Yo solo puedo contar mi sueño personal. Vengo de Leópolis y vivo en Cracovia (Polonia), que está a apenas 320 kilómetros. Ahora tenemos una autovía que conecta con la frontera ucraniana. Cuando llegas, ves también la frontera de la Unión Europea, pero esa no es fácil de cruzar. El mundo empieza de forma diferente una vez que cruzas esa frontera. Si uno se imagina la paz en Ucrania y ya no existe esa frontera, podríamos tener un tren de alta velocidad que conecte la ciudad donde vivo con la ciudad donde nací. Esa identidad polaca-ucraniana fluyendo una con la otra, con la capacidad de desarrollarse a partir de ejemplos de la Unión Europea, sería mi sueño. Vamos a ser optimistas.
P. Por último, dice que las estatuas de los dioses griegos en la plaza del Mercado están protegidas.
R. Es terrible. Es siempre lo mismo en cada guerra. Los rusos están robando piezas, cuadros… Sacan los libros de las bibliotecas, destrozando museos… Están atacando la identidad del país. El arte es una parte fundamental, del mismo modo que el lenguaje. Al fin y al cabo, es una estrategia. Putin ha dicho directamente que la nación ucraniana no existe.
P. La imagen me ha recordado, de algún modo, a las obras de arte que reciben ataques por parte de grupos ecologistas. ¿Qué opinión le merece?
R. No puedo sentirme identificada con este tipo de lucha. No lo plantearía de esta manera, no actuaría así.