Ada Salas (Cáceres, 1965) es autora de una decena de libros de versos. Destaca la compilación de sus poemas en el volumen No duerme el animal (Hiperión, 2009) y en la antología Escribir y borrar (Fondo de Cultura Económica de España, 2016). Asimismo, ha publicado ensayos y ha colaborado con artistas plásticos. Su obra Descendimiento (Pre-Textos, 2018), traducida al alemán, sirvió de base a una pieza de teatro con música de Niño de Elche.
Arqueologías se divide en dos secciones tituladas “Antiqvarivm” y “Civitas”. Se abre con una cita de María Zambrano. Desde el principio se produce el diálogo entre la poeta y unos hallazgos arqueológicos. Acompañada por las meditaciones de William Butler Yeats, Virgilio y Michel Seuphor, la escritora cavila ante el bajorrelieve, la jarra, el cuchillo, la sortija, el cuenco o los pecios.
Observa despacio cada detalle diminuto de los yacimientos. Por ejemplo, las huellas de la vida en la celda, el brocal, la urna, el círculo, los rumores. Presiente que las heridas forman un mapa. El guerrero caído, con su armadura que solo sirve para protegerse de la melancolía, es nuestro espejo. La imagen de un beso cruza los siglos: “Darlo / todo esa es / la consigna / –yo conmigo te doy / lo que no soy–. / Masticarse en el otro. / En su ensimismamiento”.
“Civitas” se inicia con palabras de una canción compuesta por Irving Berlin y dos versos de Eugenio Montale. La claridad y la sombra comparten el poema en que se evoca a Brueghel y a Platón. Ada Salas emplea el vocablo “incisión” y se percibe su deseo de que la palabra sea un instrumento cortante. Indaga sobre un cuerpo abandonado y menciona la “inexpresable / soledad. La finísima hoja / azul de la promesa”.
Estas indagaciones las lleva a cabo en un paisaje con higueras y celindas, pero también en un valle despoblado. No teme que el poema se esfume dibujando una espiral hacia la nada. Se detiene ante las jaras secas, las moras escondidas entre zarzas, el canto de los pájaros como un “carbunclo / de calor”. Retiene la música del picapinos. Nombra a la hormiga, el autillo, la lagartija, el jabalí o el pinzón; contempla el esqueleto de una oveja. Piensa en muros que se cierran sobre unas cabezas humanas.
El poemario se cierra con el retrato de un bañista: es un final que combina el pudor, el goce y el escalofrío
La mente de la autora queda abierta en tres partes. La figura del padre es ahora un río sereno. Mientras el daño se camufla con disfraces variados, la Antigüedad y los tiempos modernos son fundidos en interrogaciones. Los personajes bíblicos (Moisés, Eva) y míticos (Eurídice, Flora, Diana), acompañados por creadores clásicos (Giorgione, Tiziano, Calderón), contribuyen al asombro.
El poemario se cierra con el retrato de un bañista. Es un final que combina el pudor, el goce y el escalofrío. Salas rememora con delicadeza a Rainer Maria Rilke y unos frescos de Pompeya: “Levantas el talón / decía y suavemente / te adentras en el agua. Hay un cielo entre gris / y rosado / y asoma entre las nubes un azul / que nunca has conocido”.
Se ha mencionado el parentesco literario entre José Ángel Valente y Ada Salas. No existe imitación, sino coincidencia. La autora esquiva lo superfluo, va más allá del minimalismo reductor y con lenguaje depurado se introduce en territorios complejos. A menudo leemos con la misma perplejidad que la poeta experimenta al observar un objeto, una escena o un paraje. Repetimos la lectura procurando captar mejor el significado de las imágenes. La poesía de Salas incita a la reflexión.
La singularidad de Arqueologías certifica la solidez creativa de una poeta que elude tópicos.
Aljibe
En medio de la tierra algo se abre.
Una rama en el mármol te recibe
viajero. Una rama. La gracia.
El brillo
de algún pez.
El reflejo más puro.
Un agua densa inmóvil un cuerpo
transparencia.
Tú quieres estar viva en esa nada.