La escritora Laura Baeza nació en 1988 en Campeche, ciudad de la península de Yucatán (México), “más cercana a Guatemala que a Ciudad de México”, según ella misma asegura. Publicó su primer libro de cuentos, Margaritas en la boca, en 2012 y diez años después vuelve a ser un compendio de relatos, Una grieta en la noche (Páginas de Espuma), lo que motiva esta entrevista. Seleccionada en 2018 por la FIL de Guadalajara (México) dentro del programa “Al ruedo: ocho talentos mexicanos”, en 2021 publicó la novela Niebla ardiente (Alfaguara).
“No podría decir que la novela es menos difícil, porque también tiene una complejidad; sin embargo, los relatos me ponen a prueba cuando los leo”, explica Baeza, que se reconoce como lectora y considera que el paso del cuento a la novela “no es un salto”. De veras, tanto en un género como en otro ha mantenido un estilo muy personal que, al mismo tiempo, conecta con las preocupaciones históricas de la sociedad latinoamericana. La violencia, a través de las desapariciones y los feminicidios, o el desarraigo identitario derivado de lo familiar se incrusta en una literatura de “lo insólito”, tal y como ella lo denomina.
La mujer que sufre el duelo de su hija, la que no vuelve a ver a Pablo en el cuento “Veintidós días en la vida”, la niña que se fuga con su madre y no se sabe muy bien qué ocurre luego… Son algunas de las historias que integran Una grieta en la noche, recopilación de relatos independientes que, sin embargo, mantiene una homogeneidad. Si hay un elemento que puede conectar todas las tramas, es la capital del país azteca. “Cuanto más grande nos parece una ciudad, más invisibles nos parecen las personas que viven en ella, así que las ignoramos”, sugiere la autora, cuya principal vocación en este libro ha sido desenmascarar a esos desconocidos.
[Liliana Colanzi, Premio Ribera del Duero 2022]
El paisaje urbano impregna el conjunto narrativo. Salvo en “Lady Stardust”, que alumbra el acentuado contrapunto entre las zonas rurales de México y la ferocidad de la capital, Baeza moviliza a los personajes en el corazón de las ciudades. Violinista por su abuelo materno, músico, la autora procede de una familia fragmentada, por lo que lo experiencial también adquiere un relieve significativo. “Ninguna de estas historias me ha sucedido de manera íntima o personal, pero sí hay mucho de mí en estos relatos”, dice.
Una grieta en la noche se suma a la corriente de cuentistas latinoamericanas que, en los últimos tiempos, asombran a lectores y crítica. En la última convocatoria del Premio Ribera del Duero, donde Liliana Colanzi resultó ganadora con Ustedes brillan en lo oscuro, se recibieron cerca de mil obras de escritores de 37 países, siendo la primera vez que se reciben más manuscritos de fuera de España que de nuestro país. El dato es más que significativo, teniendo en cuenta que la editorial que publica el manuscrito ganador, Páginas de Espuma, ya contaba en su catálogo con cuentistas de América Latina como Socorro Venegas, Valeria Correa Fiz, María Fernanda Ampuero, Mariana Enríquez o Mónica Ojeda. Ahora Baeza forma parte del prestigiado elenco.
Pregunta. ¿De dónde surgen estas historias?
Respuesta. Como la mayor parte de lo que escribo, nace de mis inquietudes, de mis gustos, de mis miedos, de lo que observo y me preocupa. Con el paso del tiempo, una se va obsesionando más con ciertos temas. Ahora escribo sobre la violencia, las desapariciones, la ciudad… Me interesa mucho más por el contexto que estamos atravesando en México y, en general, en Latinoamérica. También estos cuentos proceden de la observación. Cuando llego a una ciudad, me gusta ver cómo funcionan las dinámicas, cómo es la gente, intento involucrarme… Me interesa mucho lo vivencial y escuchar todo el tiempo, es mi materia prima como escritora. Además, trato de estar al día con la prensa, la realidad.
P. Además de la violencia, hay un trabajo sobre la pérdida.
R. Sí, y del mismo modo siento que podría resumir lo que escribo con la palabra “búsqueda”. Estos cuentos también se centran en la búsqueda de los personajes, que persiguen comprender una pérdida, el duelo, entender las dimensiones del amor y sus consecuencias. Por ejemplo, en el primer relato los adolescentes buscan salir de ese contexto con ese ímpetu de la juventud.
P. Precisamente este primer cuento, “Quinto round”, es el que apuesta de una manera más evidente por la experimentación formal: una narración casi desbocada, casi suprimiendo la puntuación en muchos pasajes. ¿Le parecía que era un riesgo colocar este relato al inicio del libro?
R. O funciona o no funciona (risas). El lector tiene la oportunidad de seguir leyendo o dejar el libro. Es un riesgo consciente, por supuesto, pero quería experimentar con el lenguaje. Normalmente intento ser muy pulcra, pero también me gusta la velocidad en los relatos, que me lleven y no me suelten. Quería, también, hacer un paralelismo con los deportes de contacto, y aproximarme a entender el fenómeno de los ídolos, en tanto que es una forma de vida para los adolescentes.
P. Siguiendo con “Quinto round”, hay un claro posicionamiento a la hora de desmarcarse del castellano neutro, o sea, no renuncia en ningún momento al lenguaje cotidiano con el que se habla en México.
R. No pensaba en la recepción, sino en lo que la historia me exigía. Yo hablo así y estos personajes debían hablar así. Es cierto que los otros relatos están más neutralizados, pero con este necesitaba entrar en esos personajes a través de su lenguaje, sus expresiones.
"Me gusta la velocidad en los relatos, que me lleven y no me suelten"
P. A propósito, ¿desde España se mira con condescendencia a los autores latinoamericanos? Algunos autores piensan que los españoles tienen más reparo en leer a sus compatriotas.
R. Yo también lo considero lamentable. No somos exóticos, simplemente somos lo que somos y existimos con lo que tenemos. Yo no esperaría ningún tipo de condescendencia, sino un esfuerzo lector de parte de quien reciba lo que yo escribo. Nosotros también nos esforzamos para leer en otro idioma y para comprender el contexto de otros autores.
P. ¿En qué momento se encuentra la relación entre autores a uno y otro lado del charco?
R. Lo interpreto como un intercambio que fluye. Hay un interés, y eso me entusiasma mucho. Gracias a la tecnología, todo es prácticamente inmediato: hay una novedad y no tenemos que esperar tanto a que llegue al otro país. Vamos reconociendo lo que nos interesa en la obra de otros. Además, hay una apuesta muy interesante desde el sector editorial.
"Los latinoamericanos no somos exóticos, simplemente existimos con lo que tenemos"
P. No sé si cree que hay un fenómeno en torno a las escritoras latinoamericanas que escriben relato. Concretamente, esta editorial agrupa en su catálogo a muchas de las voces más importantes del panorama actual. ¿Quiénes le interesan, con quiénes comparte afinidades?
R. De Páginas de Espuma me interesan mucho Guadalupe Nettel, Mónica Ojeda y, por supuesto, Samanta Schweblin, que está en el altar de referencia de las autoras latinoamericanas porque es buenísima. No considero que sea un fenómeno, pero sí es un momento muy importante. No es un asunto de moda, como afirman muchos detractores. Permean otras voces, sí, y el hecho de que se ponga atención a nuevas carreras literarias y no a las de siempre me parece fantástico. En cuanto al relato, que me interesa desde siempre, no quiero que se le considere un género menor.
P. En cualquier caso, la corriente de mujeres cuentistas es un hecho diferencial.
R. Sí, pero insisto en que no se trata de decir que están de moda. Hay que leerlas para saber qué ocurre.
P. ¿Usted qué cree que ocurre?
R. Que los lectores están encontrando algo con lo que se identifican. Quizá antes no era tan evidente, pero ahora sí. Hay una curiosidad que se llena con la lectura y está gustando.
P. ¿Cree que hay referencias comunes para ustedes?
R. A mí me encanta Amparo Dávila, a la que no puedo dejar de lado en mi escritura. También Inés Arredondo, por el modo en que aborda los espacios reducidos o la temática familiar, por ejemplo. Son autoras de las que yo disfrutaba y ahora leo a conciencia.
"Samanta Schweblin está en el altar de referencia de las autoras latinoamericanas porque es buenísima"
P. Para terminar con las referencias, ¿en qué medida el boom ha canonizado la literatura de América Latina?
R. Cuando yo estudié el boom, no recuerdo que hubiera ninguna autora. Eso ya nos predisponía a pensar que solo eso era la literatura. Sí, había nombres muy importantes, pero todo lo demás quedaba de lado. Ahora me entusiasma que haya un rescate.
P. Ahora que se acaban de cumplir 40 años desde la concesión del Nobel a García Márquez, ¿qué influencia cree que queda de aquella etapa gloriosa?
R. Lo que me dejó el boom fue un gusto por la lectura, eso es innegable. También esa afinidad por las palabras me dio las herramientas para explorar por mi cuenta y encontrar mis propias lecturas. Eso no lo podría dejar pasar, lo agradezco. A partir del realismo mágico o la literatura sobre la ciudad, con la que yo me identifico, pude perfilar lo que a mí me interesa. Pero sin el acompañamiento de mis compañeras, me habría quedado leyendo lo mismo. Mis contemporáneas me han orientado mucho.
P. Vuelve a indagar en los feminicidios que acontecen en Ciudad de México y las desapariciones de mujeres, como ya hiciera en su novela. ¿Cómo es la situación allí actualmente?
R. Es un problema estructural: de condición, de clase, de identidad… Creo que la situación es muy grave, pero también hay mucha más conciencia por parte de la sociedad y gracias a grupos organizados. No se trata solo de visibilizar, pues ya es extremadamente visible, sino de ver todas las aristas: las familias, lo que sucede después de una desaparición y, en general, todo lo que engloba la violencia de género.
P. Le he oído decir que, aunque no sea madre, siente “un terror profundo de todo lo que sucede”. Incluso “me aterra pensar que es un riesgo ser niña en un país como el que tenemos hoy”, dijo. ¿Sigue pensando lo mismo?
R. Lo pienso todo el tiempo. Cuando fui niña me libré de muchas, pero ahora como adulta sigo librándome de unas cuantas. Tengo sobrinos, por lo que pienso que si algún día tengo familia deberé tomar muchas precauciones.
"Sin el acompañamiento de mis compañeras, me habría quedado leyendo lo mismo"
P. Por cierto, hay un poso social importante que nos recuerda a una temática muy latinoamericana. ¿Esto se hereda o se reconfigura con las experiencias del presente?
R. Hay mucha herencia, pero sí hay una reconfiguración. Se me viene a la mente Roberto Bolaño. Subraya los temas en cada libro hasta que los hace suyos. Yo siento que podría concebir la literatura como una reinterpretación constante de lo que me interesa con las herramientas que tengo para expresarlo.
P. Concretamente, en su libro deconstruye el concepto de “familia” para desmitificar el lado amable. Otras autoras como Sara Mesa también lo han hecho recientemente. ¿Qué está pasando? ¿Tiene la sensación de que el concepto de familia tiene mucha más presencia en las ficciones, al menos, en español?
R. Creo que sí. La exploración y la búsqueda de la identidad, a través de la que nos cuestionamos qué pasa en nuestro núcleo, nos aproxima a esa relación con los padres, los hermanos. La familia puede ser un lugar al que llegas y disfrutas, pero también puede ser desconocida e influir de manera negativa.
P. ¿Tiene algo que ver con la mirada femenina?
R. También, pero no como una reivindicación, sino como una expresión de todo lo que hay alrededor.
P. En el relato “Ruinas”, trata el asunto de la “orfandad a la inversa”: los padres que pierden a sus hijos. Hace poco intentaron acuñar el término “huérfilo”, pero creo que no ha prosperado demasiado. En cualquier caso, lo que me parece más difícil no es encontrar una palabra, sino profundizar en el episodio. ¿Cómo lo ha hecho?
R. Fue todo un reto. Yo no podría pensar como una madre que ha pasado por eso; simplemente me aproximo a un sentimiento que es inabarcable e intento traducirlo en palabras. Es el relato al que dediqué más tiempo, me costó mucho trabajo dimensionar esa pérdida. El título alude a las mujeres en ruinas, a una sociedad en ruinas, y aunque es extremadamente doloroso y oscuro, necesitaba esa chispa de esperanza en el final con una situación insólita, aunque no fantástica.
P. Por su condición de violinista, tengo que preguntarle por la entre la música y la literatura. ¿Cómo se retroalimentan?
R. Saber música me ayudó mucho en todos los sentidos. En cuanto a lo vivencial, dedicarme a ello durante un tiempo me permitió estar en contacto con otras personas. Por otro lado, la música me ha puesto la vara muy alta en cuanto a la disciplina. Sé que la perfección es muy difícil de conseguir, pero sí hago un análisis de las causas, por qué un libro me atrae. En definitiva, estar en contacto con otras artes es fantástico y la música es la disciplina perfecta.
P. Además, ha sido antologadora del volumen Mexicanas, trece narrativas contemporáneas (Fondo Blanco, 2021). ¿Cómo se interrelacionan las tareas de escritura y edición?
R. Editar es una parte muy importante de mi vida, porque es mi trabajo real. Colaboro como freelance con varios editores desde hace bastante tiempo y siempre me fijo en los autores a los que leo con el criterio de alguien que puede mejorarlo. Esa lectura a conciencia también ha alimentado mucho mi escritura. El diálogo es lo que nos nutre y permite que avancemos en conjunto.