Adolfo García Ortega: "Hay un amor ridículo que preside la autoficción y las novelas mayoritarias"
El escritor reescribe el cóctel plagado de historias que fue 'Autómata' (2006) y alumbra "una novela mejor", según su criterio. Se trata de 'El gran viaje'
2 diciembre, 2022 01:49El escritor Adolfo García Ortega (Valladolid, 1958) tiene la cabeza llena de historias. Verdaderas historias extraordinarias, como el título que escogió para el volumen publicado en Seix Barral (2013) que reunía todos sus cuentos. Sin embargo, no se conforma con la independencia de los relatos; prefiere el ensamble de las tramas en narraciones más extensas. Después de más de tres décadas publicando novelas, ha decidido reescribir Autómata (2006), un cóctel de fábulas repletas de imaginación desbordante y pasión literaria. El resultado es una nueva novela: El gran viaje (Galaxia Gutenberg).
Un viaje en barco por el Estrecho de Magallanes a principios del siglo XXI, una luna de miel en la Patagonia décadas antes y el plan secreto de Felipe II. El gran viaje se desgaja en tres planos temporales integrados en un arco de quinientos años. Un tropel de acontecimientos transcurren de un modo frenético, incorporándose a la eterna vocación del autor. "Lo importante es contar", nos dice. Así, su nuevo libro se revela como un homenaje particular a los clásicos de la lectura. Las alusiones a la novela decimonónica, a Dumas, Conrad, Stevenson, Melville, Conan Doyle o Julio Verne, se entrecruzan con los elementos de la historia central, protagonizada por Oliver Griffin.
"El narrador al que se dirige Griffin podría ser un alter ego mío", concede García Ortega, ya que "tiene, premeditadamente, la intención de asumir la voz que Cervantes asume en el Quijote, donde el narrador va a contar lo que ha contado otra persona —Cide Hamete Benengeli—, que a su vez cuenta lo que sabe de otros". El autor de Pasajero K. Una novela europea, El evangelista o Una tumba en el aire concluye: "Griffin es mi Quijote". En los 80 García Ortega cultivó el periodismo cultural y la crítica literaria. Entre 1988 y 1995 fue asesor en el Ministerio de Cultura y director de Seix Barral desde el 2000 hasta el 2007. Actualmente, es asesor del Grupo Planeta. Además de su nueva (aunque revisada) novela, charlamos sobre el mercado editorial y el estado del sector.
[Adolfo García Ortega, Premio Málaga de Novela]
Pregunta. ¿Por qué decide regresar a Autómata, una obra publicada en 2006?
Respuesta. Al releerla, me di cuenta de que era una historia formidable que necesitaba ser leída de otro modo, así que la reescribí y estructuré nuevamente, pensando en dar más claridad a los lectores, a los que la leyeron y a los que la leerán. Siempre digo que, en mi opinión, de una novela buena ha salido una mejor.
P. ¿Quizás este, más que ningún otro título de su obra, puede ser el mayor homenaje que ha hecho a literatura, a partir de todos los libros que lo han convertido en escritor?
R. Implícitamente, sí. A lo largo de la trama principal, se van abriendo bifurcaciones hacia otras historias que remiten, a su vez, a ecos de novelas o de viajes aventureros, reales o ficticios, que en conjunto pintan una especie de larga concatenación de historias, y esto es precisamente la literatura: un viaje por la imaginación y lo inaudito.
P. Por ser más concretos, son las historias de aventuras, los grandes clásicos, los que aparecen reivindicados. En un momento en el que se imponen la autoficción y lo biográfico en la narrativa, ¿es casi un acto subversivo?
R. Sin duda, algo tiene de eso. Vivimos momentos de crisis identitaria en todos los niveles: sociales, históricos, geográficos, culturales y personales. De la tendencia a novelar el “yo”, cuanto más introspectivo y problemático mejor, da la impresión que las vidas ajenas solo interesan literariamente si se parecen a las del narrador, que es un espejo del lector. Y viceversa: los lectores buscan novelas que creen que hablan de una especie de “yo” que los refleja. Mi novela aborda lo contrario: cuenta una historia, no diré fabulosa, pero sí con reminiscencias de Gran Relato insólito, de drama universal con mucha acción y recovecos.
"Soy un escritor libre, francotirador y 'rara avis', como usted quiera llamarlo"
P. Además de los tres planos temporales con los que trabaja en El gran viaje, se trata de una novela sobre el pasado, en la medida en que conecta con el viaje de sus abuelos y con un episodio del siglo XVI. ¿Qué tal se lleva con el tiempo en la narrativa? Por cierto, los críticos de su poesía también subrayaron esa inclinación.
R. En las novelas, el tiempo lo es todo. Y los tiempos verbales también. Como contador de historias, los hechos y los personajes tienen que pertenecer a otro momento, al pasado. Puede ser remoto o muy remoto, eso da igual. La frase novelesca por excelencia es “Al día siguiente…”. Una vez dicha, ya se está proponiendo una aventura, por mínima que sea, un suceder de cualquier cosa. En mi novela, esos tres tiempos se alternan y progresan juntos.
>>Por un lado está el plano en que el protagonista, ese Griffin extravagante que cuenta historias, hace un viaje contemporáneo en un mercante para rememorar el viaje que hicieron sus abuelos —no los míos— setenta años atrás. Un viaje en el que sucedió algo que traslada la historia a un plano mucho más lejano, el XVI, cuando se descubrió el Estrecho de Magallanes, escenario de buena parte de la novela. Mis libros, y mi poesía, en efecto, tienen todos un tono narrativo, a veces crítico, a veces melancólico, a veces satírico, pero siempre movido por el vicio de contar.
P. Vuelve, además, a los hechos históricos. ¿Cómo integra estos episodios en sus novelas y, al mismo tiempo, logra que nunca sean confundidas con el género de novela histórica, ni siquiera con El evangelista?
R. En efecto, en parte vuelvo a hechos históricos lejanos. Sin ser un fan de la novela histórica, muchos de los escritores que me interesan, de cualquier tiempo, abordan alguna vez la llamada novela histórica. En mi caso es para reescribir la historia desde alguna perspectiva novedosa. Por ejemplo, El evangelista, que un medio eligió como la mejor novela histórica de 2016, viene a ser una crónica periodística de los tiempos de Pilatos en que se demuestra que el cristianismo está basado en una falsedad. Otra novela mía, Mampaso, encierra una versión demoledora de la guerra civil. La historia me interesa para darle la vuelta como a un guante.
"La historia me interesa para darle la vuelta como a un guante"
P. En realidad, ha sido siempre difícil etiquetarlo en algún género. ¿Es una voluntad expresa o esa polivalencia surge de los múltiples intereses que lo asaltan?
R. En tiempos en que todo se acota y parcializa, yo huyo de las etiquetas, y eso me encanta. Mire, he escrito libros de diversos géneros, de diversos temas y de tonos y estilos diferentes. Quizá por eso soy un escritor libre, francotirador y rara avis, como usted quiera llamarlo. En todo caso, lo que me interesa y gusta es ser libro, más que escritor, y perdone la tontería. Es decir, me atrae el reto de acabar conformando una biblioteca con mis libros, y que parezca que son todos de autores distintos. Hay muchos escritores en España así, autores que tienen obras singulares y que, quizá por su sentido plural y heterogéneo, terminan siendo heterodoxos para el lector masivo.
P. Volviendo a lo histórico, tanto en El mapa de la vida como en Una tumba en el aire rescata hechos reales para sus relatos de ficción. Sin embargo, siempre han destacado su imaginación desbordante. ¿Cómo se relaciona entre lo real y lo imaginado?
R. Precisamente ese es el nexo, la imaginación. A mí me interpelan los hechos reales que marcan o han marcado mi momento vital, mi tiempo real. Creo que el escritor puede y debe entrar en la realidad para poner un acento moral en el contexto de los hechos. El mapa de la vida, que gira en torno al 11-M, o Una tumba en el aire, que versa sobre la ETA del 73, o El comprador de aniversarios, que trata de Auschwitz, son novelas que aportan al lector una especie de microscopio para entrar con la imaginación allí donde ni los historiadores ni los periodistas pueden entrar. Y volvemos a toparnos aquí con la literatura, que es imaginar y dejar imaginar a los demás. Incluso la historia, la gran historia, queda fijada moralmente en las novelas. Desde Guerra y paz hasta Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque.
"El amor atraviesa toda mi obra, aunque el argumento trate otros asuntos"
P. La oralidad también está muy presente en El gran viaje, mediante la historia que le cuenta Olivier Griffin al narrador. ¿Cree que las nuevas tecnologías nos conducen a la desaparición de la comunicación oral?
R. La palabra hablada tiene el don de crear climas y atmósferas, de transmitir experiencias. Lo que yo veo de los avances tecnológicos es que, como ha sucedido siempre en la historia con ellos, se instalan en la sociedad por fases. Hay fases absorbentes y otras de naturalización. La implantación casi ortopédica del móvil y de las pantallas en nuestras vida está haciendo que la comunicación se transforme.
P. El amor ha tenido mucha presencia en sus novelas (El mapa de la vida, Pasajero K o la misma Autómata). ¿Cree que es una temática que ha perdido prestigio en la ficción? ¿Puede que la cursilería de los superventas la haya arrumbado injustamente?
R. El amor, ciertamente, está presente en todas mis novelas, de un modo emocional, sentimental y real, no de un romanticismo empalagoso. O eso he procurado hacer: pasiones que evolucionan, que transforman o terminan. El amor es un elemento orgánico que atraviesa toda mi obra, aunque el argumento trate otros asuntos. No creo que sea algo diferente al de otros colegas, ni que haya perdido presencia en las novelas. Sí creo que hay un tipo de amor ridículo que suele presidir las novelas mayoritarias. O un amor no menos ridículo en las novelas de autoficción, donde el amor siempre es desgraciado o imposible.
"Al haber muchos escritores, hay mucha impostura y banalidad repetitiva"
P. ¿Qué simboliza la invisibilidad de Oliver Griffin en esta novela?
R. Esa extraña impresión que tiene Griffin de su invisibilidad proviene de su identificación con el personaje de H.G. Wells en El hombre invisible. Quizá la metáfora es que el contador de historias debe dejar toda la visibilidad a la historia que cuenta. El escritor no importa, lo que importa es la novela, lo relatado.
P. ¿Qué tipo de narradores le interesan del panorama actual?
R. Le diría que los buenos. Y las buenas. Hay, desde luego, un gran talento en la literatura actual. También, al haber muchos escritores y escritoras, hay mucha impostura y banalidad repetitiva. Pero digamos que me interesan aquellas novelas que aportan algo diferente, que asumen riesgos y que no remiten a una fácil pintura realista, propia de otros tiempos, que ha vuelto a ponerse de moda entre los escritores doctrinarios, que haberlos y haberlas, haylos.
P. Después de 15 años alejado de la dirección editorial en Seix Barral, ¿en qué estado le parece que se encuentra el sector editorial?
R. Mi trabajo es el de asesor editorial del mayor grupo editorial de España [Planeta], así que conozco bien el sector, y puedo decir que, pese a los agoreros de hace unos años, el sector del libro goza de buena salud y de enorme fertilidad. Es un sector flexible con la sociedad.