Nuestra época contempla la eclosión de populismos y nacionalismos que, pese a sus diferencias, coinciden en ofrecer soluciones fáciles (y por ello mismo falsas) a situaciones complejas. Pero cualquiera que reflexione con un mínimo rigor sobre nuestro entorno constata, por el contrario, que vivimos en un mundo cada vez más complicado y contradictorio. Las conmociones de este año, desde la guerra de Ucrania a la recesión –factores tan imbricados por otra parte– nos han conducido a un escenario en el que las viejas recetas no sirven y nuestras más arraigadas certezas se diluyen.
Como ahora todo es global, todo ello sucede no solo en nuestro suelo europeo, ahora estremecido por sus viejos fantasmas, sino en un mundo que parece sumido en una crisis multiforme, de China a Irán, pasando por las convulsiones de la antaño admirada democracia estadounidense.
Si hubiera que destacar un común denominador a esta selección de lo mejor de 2022 que, como todos los años, han hecho los críticos de El Cultural, forzoso sería convenir que ese hilo que les une es el reconocimiento de que a estas alturas del siglo la reflexión desde cualquier disciplina humanística o de ciencias sociales, lejos de dogmas y apriorismos, debe asumir un carácter de revisión exigente de nuestra mirada tradicional y del depósito mismo de conocimientos asentados.
Hasta el mundo que parece temporalmente más lejano e inalterable admite esta implacable exploración de facetas inéditas que posibilita asumirlo bajo nuevas luces. No otra cosa es lo que han efectuado, por ejemplo, Santiago Muñoz Machado con el más eximio representante de nuestro Siglo de Oro y Mario Vargas Llosa con el máximo representante de nuestra literatura decimonónica: un Cervantes y un Pérez Galdós, clásicos por antonomasia, para el siglo XXI.
Esta revisión –entendiendo el concepto en la mejor de sus acepciones– es la que han aplicado Fernández Armesto y Lucena Giraldo a una realidad y un pasado tan controvertidos como la presencia hispana en el Nuevo Mundo. Lejos de las contraposiciones estériles entre imperiofobia e imperiofilia, los historiadores nos descubren un imperio de ingenieros, esto es, de grandes realizaciones técnicas. Por su parte, Adela Muñoz ha revisitado la desquiciada Europa moderna desde una óptica feminista para presentarnos la caza de brujas como un episodio más de una constante misoginia que convierte a las mujeres en chivo expiatorio por antonomasia.
Las conmociones de este año, desde la guerra de Ucrania a la recesión, nos han conducido a un escenario en el que las viejas recetas no sirven y nuestras más arraigadas certezas se diluyen
Una actitud renovadora de parecido cuño pero aplicada a un pasado más cercano detectamos, ya en el propio título, en la deslumbrante vuelta a Stalingrado de Núñez Seixas, en la denuncia del colaboracionismo filonazi que hace David Alegre y en el tenebroso retrato de un oscuro episodio del Madrid de 1945 que acomete con su pericia habitual Andrés Trapiello. Tres obras que coinciden además en sus perturbadoras implicaciones éticas.
El impresionante fresco que traza en términos muy críticos Carlos Granés de la reciente historia política y cultural latinoamericana ha merecido desde su aparición el aplauso unánime de la crítica. No es extraño que tan ambiciosa obra encabece la relación. Pero volvemos así al comienzo, a esa coincidencia en los replanteamientos e inseguridades que despierta un mundo inquietante en el que el ser humano se encuentra desplazado por los avances técnicos, prisionero en un bucle invisible (Remedios Zafra) y abocado a un desconcierto que Bernat Castany caracteriza como filosofía del miedo.
La incuestionable excelencia de las obras de esta lista y la brillantez de la que hacen gala sus autores no debe empero distorsionar la calificación de conjunto: se sigue publicando mucho pero muy poco de calidad. Los temas se repiten, los enfoques son clónicos. Al ensayo en español, que no termina de romper las barreras de su tradicional ensimismamiento, le continúa faltando ambición, audacia y originalidad.