Luis Bagué Quílez (Palafrugell, 1978), profesor y crítico, es autor de los libros de poesía Telón de sombras, El rencor de la luz, El jardín olvidado, Página en construcción, Paseo de la identidad y Clima mediterráneo. Todos recibieron premios: Hiperión, Unicaja, Emilio Alarcos, Tiflos… Además, por el primero y el último de los citados, consiguió el Ojo Crítico y el de la Crítica.

Desde que el mundo es mundo

Luis Bagué Quílez

Visor, 2022. 78 páginas. 12 €

También es autor de los ensayos La poesía de Víctor Botas, Poesía en pie de paz, La Menina ante el espejo, La poesía española desde el siglo XXI: una genealogía estética y Del tópico al eslogan. Discurso, poesía y publicidad (con Susana Rodríguez Rosique). Es editor literario de numerosas obras, como la poesía completa de José Antonio Gabriel y Galán.

En “Esto no es un paratexto”, aclara que este es “un libro enfermo”. Porque se gestó en “un tiempo sin fronteras” y se terminó en otro confinado y pandémico. Entre tanto, “la Historia con mayúscula se ha llevado por delante […] la vocación intrahistórica que algunas de estas páginas exhibieron en sus orígenes”.

Cinco partes lo componen. En la primera, “Siglo XX®”, hila, en clave de eslogan, doce poemas sin título que en realidad constituyen un viaje a ese siglo de siglas, según Salinas. A nuestra historia patria, fundamentalmente. Lo histórico (y lo social) está en el centro de las preocupaciones del poeta que no desdeña la crítica política, un sesgo generacional. “No la provocación de lo tangible, / sino el gesto simbólico”.

En “Ética de mínimos”, una suerte de “fábulas domésticas” con un ojo puesto en Aníbal Núñez (tan cerca de Ángel González), se aprecia mejor la ironía, cuando no el humor. En “Sebastianismos”, por ejemplo: “El primer Elvis”. No es extraño que en la nota de la contracubierta, García Montero aluda a ella al hablar del "tono”, junto a “la precisión” (aquí la brevedad es norma), “el escepticismo” o “la contenida emoción”. Y eso que la sentimentalidad no falta.

En este libro el sentimiento aflora, con los poemas más declaradamente intimistas que Bagué ha escrito

Ni referencias cultas, ya sean literarias (“Enxiemplos”) o artísticas (“Veermer S. A.). De baja o alta cultura, si es que aún cabe el distingo. “Desde una conciencia extrema del presente que habitamos”, según García Montero. “Todo para llegar a fin de mes”, leemos. Es la actualidad que inspira “Aporofobia” o “La generación de las hojas”.

En “Ley de vida”, el sentimiento aflora. Ahí, los poemas “más declaradamente intimistas” que Bagué ha escrito, confiesa. “La vida, pese a todo”. “Detenerse a vivir”. Donde acaso se aprecie mejor su veloz sentido del ritmo, su cuidado lenguaje, la falsa sencillez que transcurre entre juegos de palabras y frases hechas.

Tampoco se queda atrás, en lo que la intimidad respecta, “El libro de Isaac”, el hijo, uno de los dedicatarios del libro. Sus primeras palabras, sus primeros pasos… “No existe lo que ve. Ve lo que existe”. “Juega a desencajar lo inverosímil”. Aprende a ser padre (docere y delectare): “Yo paseo solo”.

“Comunidad digital” reúne los poemas más ingeniosos y ocurrentes del conjunto. Una habilidad y, tal vez, un peligro, por lo que puedan tener de efímeros debido a su impronta neotecnológica, lo que incluye “las redes sociales y los formatos audiovisuales”: “Facebook” (“Se nos cae a pedazos la historia”), “Google Play”, “Netflix”, “Fake News”, “Egosurfing” (paradigmático y logrado), “Instagram” (“Degrada la Utopía en utopía / al alcance de todos los bolsillos”), etc.

Cierra la sección y el libro “Playlist”, dedicado a la poesía posterior a Auschwitz e Hirosima. “Después del 11 S. De la historia. / En tiempos de pandemia”. “Poesía para qué y desde cuándo”. La de un futuro menos pandémico y más celeste.

Dura lex

  Sed lex

Detenerse a vivir.

Descubrir de repente

que hay un ritmo vertical en la lluvia,

que el frío nos confina como un muro

[invisible.

La casa, exoesqueleto.

Naturaleza eléctrica

en las cuatro estaciones,

entre cuatro paredes.



Tomarle el pulso al tiempo.