Rafael Tarradas Bultó (Barcelona, 1977) sigue haciéndose hueco en el universo de la novela histórica. Tras irrumpir con El heredero, un retrato de la sociedad española y la Guerra Civil publicado en un primer momento en Amazon y al que rápidamente le echó la red Espasa, y presentar en El valle de los arcángeles los contrastes entre esclavitud y opulencia en las plantaciones de azúcar que España implantó en sus colonias, salta ahora a la II Guerra Mundial en La voz de los valientes. En esta ficción que se desarrolla a lo largo de toda la contienda y en numerosos escenarios europeos, el escritor firma un homenaje a quienes se opusieron al nazismo desde sus sombras internas.
"El libro se titula así porque tenemos la percepción de que en Alemania todo el mundo estaba a favor de Hitler y en el resto de Europa todos en contra. Pero en Alemania mucha gente se enfrentó a los nazis y en el resto de países hubo partidos fascistas. En Francia, por ejemplo, el colaboracionismo fue inmenso", señala el autor, citando casos como la redada del Velódromo de Invierno, que se saldó en 1942 con la detención de más de 13.000 judíos, o el del equipo galo de los Juegos Olímpicos de Berlín entrando en el estadio con el brazo en alto.
Uno de los temas que vertebran la novela, ambientada lejos de las trincheras, "en una retaguardia cómoda", es el de la persecución de los judíos y de los enemigos del nazismo. La protagonista, Hilda Sagnier, una condesa alemana con raíces españolas y casada con un destacado dirigente del Tercer Reich, recuerda a la figura de Ángel Sanz Briz, el famoso Ángel de Budapest.
"Hay varios personajes que tienen una parte real", confiesa Tarradas Bultó. "La trama sobre los passeurs, los pasantes que ayudaron a escapar a los fugitivos a través de los Pirineos, es totalmente cierta. Hubo una serie de religiosos que se confabularon a ambos lados de la frontera. Algunos monasterios estaban en territorio francés pero tenían un cementerio en español y metían a los judíos o a pilotos aliados derribados en ataúdes o los camuflaban en procesiones religiosas. Cuando hablo de la voz de los valientes es el grito te toda esa gente que se arriesgó y se negó a que las cosas fueran así".
—¿Cuál diría que es la parábola que esconde la novela?
—En todo creo que hay que parar las cosas de inicio y a veces es mejor arriesgarse de entrada. Lo vemos ahora con la guerra de Ucrania: los rusos se quedaron Crimea y nadie dijo nada. Es lo mismo que hicieron los nazis con Checoslovaquia y a los tres días invadieron Polonia. A veces el miedo nos lleva a situaciones mucho peores de las que nos enfrentamos de entrada, por lo que es preferible ser valientes y mojarse. Eso es lo que hacen mis protagonistas. La gente que no tiene ningún conflicto, que parece amiga de todo el mundo, me genera cierta desconfianza. En la vida te tienes que posicionar y defender tus valores.
Espionaje
En la novela se evidencia tanto la colaboración del régimen de Franco con los nazis como el trabajo de algunos de sus diplomáticos para salvar a los judíos del Holocausto. Fue una actitud que los historiadores han calificado de "ambivalencias", "motivaciones contradictorias" o "actitudes paradójicas". "El franquismo de cara a los alemanes mostró una firmeza que detrás no tenía", opina el escritor. "Fue una cosa muy gallega: no acabar de decidirse del todo, que también se ve en la trama del wolframio. Al principio se lo daba a los alemanes porque teníamos una deuda muy grande con ellos por su ayuda en la Guerra Civil, pero también compraban los ingleses. Y cuando los ingleses le dicen que no venda más a los alemanes, acaba por obedecer".
En la novela tiene mucha presencia el ingrediente del espionaje, sobre todo el papel de las mujeres que contribuyeron a la inteligencia aliada para derribar al nazismo. La condesa es un ejemplo paradigmático: una gran dama que participa en bailes pero con una actividad secreta detrás. "Tenían una ventaja: llevaban el disfraz puesto ya de entrada. Nadie pensaba que una mujer pudiese hacer nada importante", recuerda Tarradas. "Los hombres tendían a alardear delante de ellas, y las espías lo apuntaban todo y lo pasaban. Los espías que yo planteo se hacen valer de su posición natural de formar parte de la élite para pasar esa información".
Una de las cuestiones que más pueden desconcertar al lector sea el hecho de encontrar personajes que comparten con el autor el apellido Bultó, como José Manuel Bultó, director de una empresa textil familiar y espía durante la Guerra Civil. ¿A qué se debe esa selección? "Por un lado es guiño a mis antepasados, pero sí es verdad que pensamos que un tío abuelo mío fue espía, nunca quedó claro su papel durante la guerra...", confiesa.
Las ficciones de Rafael Tarradas cuidan hasta el más mínimo detalle todos los aspectos históricos. "Avanzo muy lento porque cada información la verifico, desde lo más grande hasta lo más pequeño, como qué coche había en esa época y qué autonomía tenía", dice. En La voz de los valientes recrea una fiesta en la casa de Hermann Göring, el jefe de la Luftwaffe, en la que hasta ha chequeado la vestimenta del servicio. "Lo que no acepto en una novela así es la desinformación: puedes decir que a Goebbels le sudaba la mano, pero no que estaba delgado. Si no sabes cómo era alguien, invéntate otro personaje", sentencia.