La editorial argentina Caja Negra (sello imprescindible) publica la primera traducción al castellano de B. R. Yeager, Espacio negativo, una novela de terror entre punk y abstracto que contiene en su núcleo un retrato de la adolescencia en el Occidente del siglo XXI. Para que el lector se haga cargo del tono, digamos que su atmósfera emparenta con La casa de hojas de Mark Z. Danielewski y que, igual que aquella o que buena parte del trabajo de Mariana Enriquez, parece una evolución ajena al mainstream del mejor Stephen King.
A quienes hayan visto la tercera temporada de Twin Peaks, sus personajes también les recordarán a los jóvenes dispersos que poblaban la obra de David Lynch más que a los de la serie Euphoria. En cualquier caso, la mirada al presente suburbial de Estados Unidos (y por extensión, del nuestro) en clave politoxicómana, oscura y exánime no es una novedad; el asunto es cómo se traduce en literatura.
Yeager nos traslada a Kinsfield, una ciudad del estado de New Hampshire (el cual ni siquiera es lo más sórdido ni profundo de la sórdida América profunda) cuya tasa de suicidio juvenil es inusualmente elevada; por desgracia, en esta premisa resuena una tendencia sociológica real. Espacio negativo despliega su trama sirviéndose de tres voces distintas que pivotan en torno a la presencia de Tyler, un chico magnético y perturbador cuyo contacto con las energías invisibles que gobiernan el mundo resultará decisivo para comprender la maldición del lugar.
A lo largo de cuatrocientas páginas, el tratamiento realista del relato se deja invadir por factores esotéricos cada vez más explícitos. Las drogas infestan todo. La violencia estalla a menudo. Surgen sombras contradictorias. Y aunque el autor sepa reconocer el Amor y darle crédito cuando emerge, su mirada es pesimista y aquí nada acabará bien. Oh, tranquilos: basta con hojear uno o dos capítulos para comprender que con lo anterior no arruino ninguna sorpresa...
Salvo por un tramo final tal vez demasiado largo (¡bah!, la verdad, este es un tipo de queja que siempre me ha parecido pueril cuando hablo de libros lo bastante valiosos como para andar exigiendo cortesías al autor), Espacio negativo engancha gracias a una atmósfera malsana pero no caricaturesca y a su prosa sencilla, práctica, puntuada por diálogos de urgencia eficaz.
A quienes hayan visto la tercera temporada de 'Twin Peaks', sus personajes les recordarán a los jóvenes dispersos que poblaban la obra de David Lynch
Cuando de pronto se vuelve poética, cosa que hace muy bien, sus elementos los extrae de un imaginario cotidiano, sin esnobismos. Y si es cierto que a sus amenazas, pasajes oníricos y adicciones las recorre el signo de lo abstracto, en cambio la densidad no comparece apenas nunca.
En conjunto, la narración avanza con el ritmo propio de quien conoce los mecanismos de lo lúdico (Yeager es el creador de un juego de cartas, Pearl Death) y goza con las dinámicas del terror weird. ¿Que el lector quiere pasar miedo sin coartadas intelectuales? Adelante, bienvenido.
Lo que ocurre es que al avanzar en la lectura poco a poco entendemos por qué Caja Negra, especializada en filosofía y literatura disruptivas, ha apostado por Espacio negativo. En efecto, el texto incorpora sugerencias de lo más afines a su catálogo: 1, la realidad de Kinsfield no es solo geográfica o urbana, sino también digital: los suicidios se comentan y exhiben fotográficamente en oscuras páginas web que convocan a usuarios bajo seudónimo. 2, a través de las visiones que experimentan los narradores, la materia que los rodea y constituye se transforma en formas líquidas o amnióticas, fluidas, negras, incontrolables. 3, lo ocultista se imbrica en lo tecnológico y ambos rituales en lo social. 4, sin necesidad de nombrarlo, se percibe un sistema económico que cancela los horizontes posibles. 5, las sustancias químicas colonizan los cuerpos hasta extirparlos de lo humano.
Con esto me refiero a que Yeager captura narrativamente las angustias esenciales de nuestra época con plena consciencia y crudeza reveladora.