El poeta Reiniel Pérez Ventura (Santa Clara, Cuba, 1999) tiene 23 años y se encuentra en Madrid presentando su nuevo libro. Es la primera vez que sale de Cuba y nos recibe en el hall del Hotel Palace, pero nada de esto sería extraordinario si no fuera por el motivo que lo ha traído hasta aquí. El 4 de octubre de 2022 le comunicaron que había sido reconocido con el Premio Loewe de Poesía, dotado con 25.000 euros, convirtiéndose en el ganador más joven de la historia. El Premio a la Creación Joven, el que le correspondía por edad, quedaba anulado en su XXXV edición.
Un jurado compuesto por Gioconda Belli, Antonio Colinas, Aurora Egido, Margo Glantz, Juan Antonio González-Iglesias, Carme Riera, Jaime Siles, Luis Antonio de Villena, Orlando Mondragón —ganador de la anterior convocatoria— y Víctor García de la Concha en calidad de presidente escogió Las sílabas y el cuerpo, la obra que ve la luz estos días de la mano de la editorial Visor. De estructura unitaria (un poema-río dividido en diez movimientos) y pulsión amorosa, explora la fisicidad del cuerpo femenino desde el erotismo.
El ritmo vertiginoso que el autor imprime nos adentra en un canto apasionado que exalta la belleza y redunda en una constante evocación del lenguaje, sustancia poética equivalente al destinatario de los versos: el sujeto amado. "Mujer, texto", reza uno de los versos. Y es que “las formas en que uno habla o acaricia el cuerpo de una mujer son la misma cosa”, dijo en un momento de la entrevista. “Tenemos el cuerpo, pero solamente tenemos el lenguaje para nombrarlo”, añadiría un día más tarde, este miércoles, en la presentación celebrada en la Fundación Loewe.
[Reiniel Pérez, Premio Loewe de Poesía con solo 23 años: el ganador más joven de la historia]
Sheila Loewe, presidenta de la fundación, condujo el acto, en el que se recordó que la obra de Pérez Ventura se impuso entre un total de 1.976 manuscritos de hasta 38 países. Este jueves recitará sus poemas en el salón Embajadores de la Casa de América a partir de las 19:30 horas y en los próximos días visitará la Fundación Antonio Gala de Córdoba.
Antes de leer sus poemas en el acto de presentación y entrega del premio, Pérez Ventura recordó lo que en un pasaje de Conversación en la catedral le dicen a Zavalita: “La poesía es lo más importante del mundo”. El autor cubano, para el que “el lenguaje siempre ha sido una obsesión”, suscribiría la frase que escuchó el protagonista de la novela de Mario Vargas Llosa.
Pregunta. ¿Cuál es el motivo por el que concibió este libro como un solo poema?
Respuesta. Cuando uno está en estado de gracia o de inspiración, escribe un solo poema.
P. La naturaleza también tiene una presencia fundamental. ¿Por qué se convierte en un vector poético de Las sílabas y el cuerpo?
R. Siempre existe ese equilibrio en la poesía. Los que escriben más intensamente de lo bucólico son los que viven en la ciudad. En Cuba existen esas dos vertientes en los dos grandes poetas del siglo XIX. Por un lado, José Martí, cuya poesía era profundamente natural, aunque él viviera siempre en la ciudad. Por otro, Julián del Casal, que era eminentemente urbano. También pienso que no hay nada mejor que lo natural para cantarle a una mujer: la fruta, el árbol, lo vegetal… Aunque el poeta siempre piensa esto después de la escritura. Cuando escribe, lo hace desde el inconsciente.
"Los que escriben más intensamente de lo bucólico son los que viven en la ciudad"
P. ¿Qué relación mantiene con el medio ambiente?
R. Los recuerdos de la niñez, que son los más imperecederos. La infancia es el momento más alejado del lenguaje, y a la vez cuando uno está más cerca de las cosas. El lenguaje es lo más etéreo y lo más engañoso, pero al mismo tiempo solo tenemos esto para poder nombrar las cosas y darles humanidad. Este era el impulso del libro. Además, mi voluntad era demostrar que cuando hablas de la mujer también puedes estar hablando del poema. Uno va construyendo la cercanía del cuerpo de una mujer como construye un discurso o un poema.
P. Es esta una poética que aspira al canto. Además de ser un verbo que se repite muchas veces, los versos contienen esa naturaleza simbólica propia del canto poético. ¿De dónde procede esta influencia?
R. En la propia concepción del poema, tengo mucho del creacionismo de Vicente Huidobro: esa suerte de crear un mundo nuevo a partir del lenguaje. El poder exaltado de la palabra es la definición más concisa del lirismo. En el Canto II del libro Altazor, Huidobro logra la unión de lo íntimo con lo cósmico: “Mujer, el mundo está amueblado por tus ojos”. Eso es lo que yo quería buscar. La dignidad de la poesía lírica también está en las Elegías de Duino, un solo poema dividido en diez partes donde Rilke alude al enraizamiento, de nuevo esa unión cósmica con aquello que te antecedió. Uno no está solo cuando ama, sino que ama a toda su generación. Yo soy un poeta lírico, no pretendo contar nada, sino reflejar a través de la imagen.
"La sociedad tiene un mecanismo cerrado que deja fuera a las poetas"
P. Sin embargo, me ha interesado el verso que reza: “las palabras se prostituyeron”. Aunque su motivación principal no sea trasladar un mensaje, ¿qué puede hacer la poesía ante la manipulación de las palabras, de la que somos testigos cada día?
R. El lenguaje siempre tiene algo de ritual en su función poética: el canto para llamar a la lluvia o para que el Dios responda cuando hay sequía. Esa función mágica del lenguaje es la que trata de conservar el poeta, o incluso la que convierte a una persona en poeta. Cuando la palabra se utiliza como un instrumento servicial o sumiso, el lenguaje muere, es solamente una maquinaria. Por eso estoy tan en contra de la perfección porque el error es lo que nos hace humanos. La precisión, por tanto, es lo que prostituye la poesía.
P. ¿Le afecta la coyuntura social y política de Cuba? ¿Considera que podría impregnar su poesía?
R. Todo lo que sucede está influenciando al poeta. Ernesto Cardenal decía que todo gran poema es un poema contra Somoza. En medio de una situación adversa desde el punto de vista económico o moral, poder escribir sobre algo tan imperecedero como es el amor supone una esperanza para la humanidad. Volviendo a Rilke, el poeta escribió los poemas de Elegías del Duino en plena Primera Guerra Mundial. Un artista tiene que ser "una antena de la raza", como dijo Ezra Pound; tiene que ir más allá de los bandos.
La sociedad tiene un mecanismo cerrado que deja fuera a las poetas. Yo creo en el poeta como juez ante la eternidad, y pienso que no hay mejor homenaje a un país que escribir un poema de amor o un poema al lenguaje. Una persona que canta sobre sus angustias más profundas está sirviendo a Cuba. Esto lo defendía Roberto Manzano, una de las personas más éticas que he conocido. La poesía no se debería convertir en una utilidad política, sino que debe ser un arma al servicio de la humanidad.
P. En todo caso, ¿qué momento atraviesa la isla? ¿Cómo cree que ha evolucionado culturalmente desde el fallecimiento de Fidel Castro?
R. Hay un movimiento cultural joven que, aunque con sus divergencias, está regresando a la dignificación del arte. En los años 90, la poesía se desencantó con aquello del fin de la utopía, hablaba de lo banal, era epatante y se ponía en ridículo el poema para llamar la atención sobre la crisis económica. Creo que en ese momento era lo justo, pero ahora hay una vuelta a esa dignificación del lenguaje y creo que yo formo parte de ella. En Cuba, ciudad de poetas más que de narradores, siempre hay una supervivencia y una resistencia que nos hace crear. No es casualidad que el gran tema de la poesía cubana sea la insularidad.
"En Cuba siempre hay una resistencia que nos hace crear"
P. ¿Recuerda el instante en que la poesía entró en su vida? ¿Con qué autores comienza su andadura como lector?
R. Recuerdo una revista que Martí creó para los niños: La edad de oro. Mi padre se dio cuenta muy pronto de que lo que más me gustaba era leer y siempre hizo posible que me llegaran libros a las manos. En Cuba había una colección que se llamaba Biblioteca familiar. Ahí leí a Mario Benedetti, Pablo Neruda, Octavio Paz, César Vallejo… Los poetas latinoamericanos son los autores con los que me formé.
P. ¿Y cuando comenzó a escribir, cuáles eran sus preocupaciones?
R. Pues creo que la preocupación por el lenguaje va aumentando, porque me voy alejando de ese niño que fui y entro en la estandarización de la vida adulta: el orden, la familia, la cuenta bancaria, las metas terrenales… Todo eso va contaminando, por eso es muy difícil lograr la comunión con lo elemental. El poeta es el que se mantiene siempre niño.
P. ¿Es consciente de la importancia que tiene este premio?
R. Sí, pero para mí no existe satisfacción más grande que escribir un buen poema. Cuando termino de escribir el libro, considero que ese libro ya ha sido premiado. Sin embargo, falta completar el proceso: llegar a las manos del lector. Un texto guardado en una gaveta no cumple su función, es solo un abrazo a uno mismo. El Premio Loewe logra cerrar ese ciclo. Además, en Cuba es muy difícil publicar, sobre todo para los escritores jóvenes.
P. ¿Las editoriales no atienden a los autores noveles?
R. No, estoy más bien pensando en la escasez de papel. Es muy difícil colocar un libro en Cuba. Por ejemplo, este libro solo se distribuirá en España. Aquí vale 12 euros, lo que equivale a la mitad del salario base en Cuba. De todos modos, me lo tomo como una buena oportunidad para llegar al lector español. Pienso en Mario Vargas Llosa: quizás si no hubiera ganado el Premio Biblioteca Breve, el destino de La ciudad y los perros hubiera sido distinto.
Estando aquí, también me imagino a Juan Ramón Jiménez cuando estuvo en Cuba, en 1936. En un coloquio, Lezama Lima le planteó el problema de la insularidad en la lírica cubana. “Europa es una isla, América es una isla, el mundo es una isla”, vino a contestar JRJ para explicar que el problema de la insularidad no había que circunscribirlo a la realidad cubana porque todo es una isla. Yo creo que uno debe ser ciudadano de la sensibilidad humana.
"El precio de mi libro en España equivale a la mitad del salario base en Cuba"
P. ¿Le interesa algún autor español contemporáneo?
R. He leído mucho a Jaime Siles y me interesa mucho la propuesta de Juan Carlos Mestre: la imagen y la metaforización que logra en sus poemas.
P. ¿Se encuentra trabajando en algún nuevo libro?
R. Voy escribiendo poemas que luego se irán unificando. Me gusta hacerlo así, porque si estás sentado y piensas escribir un libro sobre las ciudades, por ejemplo, ya te estás limitando. Uno de los problemas que veo en las generaciones jóvenes es el libro temático. Te puede salir un buen poema sobre las moscas, pero no todos pueden ser buenos.
P. Por cierto, ¿comparte afinidades con los poetas de su generación?
Shakespeare es mi contemporáneo, Neruda también. Puede sonar un poco arrogante, pero el punto no es ese. Tengo un amigo en Santa Clara, Ernesto Delgado, con el que comparto muchas cosas, pero él aún es inédito. Este es otro problema: la gente se apresura mucho en publicar. Yo creo que un libro tiene su tiempo, a mí no me importaría publicar el siguiente dentro de cinco años.