“Un diccionario ilustrado etílico cultural de alcoholes y alcohólicos selectos y notables”. Pocos subtítulos habrán revelado una idea más aproximada acerca del contenido de un libro que este de Carlos Janín (Pamplona, 1944). El escritor y traductor pergeña un verdadero tratado de la borrachera a lo largo de la historia de la cultura.
Este volumen de Reino de Cordelia, en cuya delicada y gustosa edición abundan pinturas, ilustraciones, portadas de libros, carteles de películas y fotografías de los implicados, está estructurado de un modo anárquico.
Por orden alfabético, eso sí, las entradas corresponden a personajes, bebidas o cócteles –absenta, mojito…– y hasta conceptos relacionados con el alcohol y la historia de la creación: Beat Generation, Resaca, Bohemia, Ley Seca o Cafés literarios, que legitimaron la dignidad cultural de la ebriedad.
Excelentísimos Borrachos es un recorrido divertidísimo por las anécdotas que persiguen a los grandes bebedores. Las curiosidades son incontables: Alejandro Magno podía “dormir la mona” durante dos días seguidos, los orígenes de la cerveza se remontarían al Neolítico, “el vodka no desprende olor cuando has bebido mucho” según Alfredo Bryce Echenique y París habría sido el escenario principal de la cultura en los años 20 del siglo pasado porque el consumo de alcohol estaba legalizado. Estas son algunas de las pinceladas históricas que ofrece este libro repleto de referencias bibliográficas.
['La otra mitad de París': esplendor cultural a la derecha del Sena]
En lo que se presume como una ingente documentación, Janín ha descubierto que sin ginebra los relatos de Scott Fitzgerald eran “estúpidos”, o que Buñuel se emborrachó dos veces siendo niño. Raymond Carver también fue un alcohólico muy precoz. Y Patricia Highsmith, que bebía para canalizar la inspiración.
Dostoievski consideraba que los abstemios eran los responsables de la tristeza. Nietzsche o Céline, que odiaba tanto el alcohol como a los judíos, fueron algunos de ellos. “No me fío de nadie que no beba”, sentenció Humphrey Bogart. Los agradecimientos del autor, claro, aparecen en forma de brindis.