Los diccionarios de la filosofía relacionan Norteamérica con dos "escuelas" que sugieren, con su sola nomenclatura, dos diversos movimientos de la mente: por un lado, existe la corriente del trascendentalismo, interesado en el cosmos, en la esencia de la humanidad, en la poesía y en la divinidad, y, por el otro, está el pragmatismo, cuya vocación se proyecta hacia las experiencias directas de la psicología, hacia los usos del lenguaje y de la lógica.
En la estela de ambos "ismos", de alto y bajo vuelo, representados por el swedenborgiano Ralph Waldo Emerson y por el darwiniano William James, respectivamente, encontramos al delicado George Santayana (Madrid, 1863 - Roma, 1952) que, ciertamente, no se deja clasificar tan fácil. Por lo pronto, además de lo dicho, téngase en cuenta que este, además de norteamericano, era español y que fue bautizado como Jorge Ruiz de Santayana. Fernando Savater, que lo estima mucho, le ha llamado "filósofo de la modestia".
El volumen Una antología del espíritu (Fundación Santander), a cargo del intelectual y traductor Antonio Lastra, reúne en casi 500 páginas lo esencial de la obra de este profesor de Harvard que odiaba ser profesor, nacido en Madrid, de la generación de Unamuno, aunque fuera, exclusivamente, un autor en lengua inglesa. . Aquí conviven textos breves como Emeson, Hamlet, Plotino y la naturaleza del mal, Locura normal o El viento y el espíritu con sus autobiográficos Confesión general y dos pedazos del famoso Personas y lugares, así como capítulos de títulos acaso más ambiciosos que los ensayos antedichos, en todo caso más extensos, como La vida de la razón, Escepticismo y fe animal y Los reinos del ser.
De este último trabajo, compuesto de varios volúmenes publicados en el curso de bastantes años, Lastra rescata, además del "Prefacio", páginas sobre "La naturaleza del espíritu", uno de los "reinos del ser" (siendo los otros la materia, la esencia y la verdad). El espíritu es, efectivamente, el hilo conductor de esta edición, tal y como se nos promete en el título. Veamos, cuanto antes, qué es eso del espíritu de George Santayana en Los reinos del ser.
"El espíritu es invisible, intangible, inalcanzable desde el exterior" (pp. 277), el espíritu es "un foco moral de recuerdo, discriminación y juicio” (pp. 282). El espíritu es "un producto de la psique" (pp. 286), pero no se confunde con ella: la psique es, en este autor, un poder o facultad de orden biológico, pero no incluye la persecución de la verdad, de la belleza o de la moral, esto es, del absoluto. "Una psique, cuando el espíritu despierta en ella, se convierte en alma" (pp. 289).
La disposición de los textos en el volumen tiene un algo de recorrido místico que ayuda a la compresión
Parece que la psique tiene que ver con la fuerza interior de todo lo que vive, pero que cuando en esta energía corporal, lanzada a vivir, a sobrevivir y reafirmarse, se abre al mundo, aparece esta segunda dimensión, propiamente humana. "Es pura luz y actualidad perpetua" (pp. 290). El espíritu, según Santayana, debe reconciliarse con su encarnación, con el cuerpo.
Confieso que no siempre me ha sido fácil entender los textos de este escritor, pero la existencia de las continuas y riquísimas introducciones de Lastra, uno de nuestros filósofos más solventes, especialista en el pensamiento anglosajón (con un don para la nota suelta que no desmerece de Gibbon, a quien también ha traducido), me ha ayudado no poco. De hecho, la disposición de los textos en el volumen tiene un algo de recorrido místico: comienza con una serie de escritos (cartas, entre ellos) en torno a la metanoia, o conversión, y termina con otras consideraciones autobiográficas.
[Thomas Hobbes: geometría del gran Leviatán]
Los términos "herejías", en referencia a doctrinas filosóficas, o "fe animal", que es aproximadamente el sentido común, así como el mencionado de "conversión", fueron obviamente importados de la teología para servir un nuevo propósito filosófico o antropológico en Santayana (ver también La idea de Cristo en los Evangelios). Su fraseo (el que traslada Lastra al idioma nuestro), su léxico peculiar y su estilo meditativo hacen de estas lecturas una experiencia sugestiva. Quien transitó estas páginas termina con la idea de haber atravesado una vida por dentro.
Lo que a mí me ha gustado más ha sido la faceta de Santayana de comentarista de figuras literarias (fue crítico y novelista) y filosóficas. Su lectura de Platón, sus observaciones plotinianas, su escrito mencionado sobre el protagonista trágico de Shakespeare o su perfil de Emerson, el maestro romántico de los Estados Unidos, son para mí lo más interesante de Una antología del espíritu, junto con el autobiográfico Confesión general.
Lo que a mí me ha gustado más ha sido la faceta de Santayana de comentarista de figuras literarias (fue crítico y novelista) y filosóficas
Allí encuentro un pasaje que da cuenta del mentado espíritu, de índole moral y estética, que anima la selección. También ofrece una clave sobre la posición de Santayana frente a las distinciones escolásticas y su apuesta por un estilo meditativo, en la línea de las filosofías de la conciencia del siglo XX, pero imbuida del humanismo de los antiguos:
"No puedo trazar ninguna distinción (salvo en los programas académicos) entre valores estéticos y morales: la belleza, al ser un bien, es un bien moral y la práctica y el disfrute del arte […] recae en la esfera de la moral, al menos si por moral entendemos economía moral y no superstición moral. Por otra parte, el bien […] es un gozo en lo inmediato; se posee con asombro y es, en ese sentido, estético. […] Donde todo es manifiesto, como en la intuición, las clasificaciones son pedantes. La armonía, que puede llamarse un principio estético, es también el principio de la salud, de la justicia y de la felicidad" (pp. 328).
[Antonio Colinas: la proporción y el deleite]
Este mismo texto, además, aporta jugoso material biográfico (sobre las familias de sus progenitores, los cuales se conocieron en la Filipinas española; la relación con Estados Unidos proviene de su madre, antes viuda con hijos de un patricio bostoniano).
También en Confesión general pondera Santayana la importancia de la figura de William James que (por cierto, como a Unamuno) le influyó enormemente: Santayana admira al James observador de la naturaleza humana, pero no tanto al filósofo James. Sus palabras sobre este, pueden ponerse en contraste con las que dedica al pensador del trascendentalismo. Uno puede preguntarse si lo que Santayana opina sobre Emerson podría aplicarse a él mismo:
"Pertenecía por naturaleza a la compañía mística de almas devotas que no reconocen un hogar particular […] Único entre los americanos, podríamos decir que se ha ganado un lugar allí, si no por la originalidad de su pensamiento, al menos por la originalidad y belleza de la expresión que le dio a pensamientos que eran viejos e imperecederos". En todo caso, Santayana es único entre los americanos y también entre los españoles.