Estamos ante un nuevo libro de Slavoj Zizek, pensador esloveno nacido en 1949, que ha desarrollado una importante trayectoria como investigador y profesor en el mundo anglosajón. Este libro, que apareció en inglés en 2017, traza un extenso recorrido por los determinantes de la vida en el mundo actual.
El recorrido se despliega a través de tres ejes: la dimensión universal de la filosofía, la dimensión particular de la diferencia sexual y la dimensión singular de la economía política, en los que, según él mismo indica, se encarna "la tríada filosófica de lo Universal, lo Particular y lo Singular" (pp. 15).
Junto a una amplia variedad de referentes de la filosofía clásica se establece un diálogo con el psicoanálisis, con Freud pero sobre todo con Lacan, cuyo pensamiento se sitúa como horizonte central en el libro.
Así, Zizek subraya el vínculo de Lacan con la filosofía, y argumenta que "sólo una filosofía recorrida por el psicoanálisis puede sobrevivir al reto de la ciencia moderna" (pp. 20). Esto último no me parece plenamente aceptable, pues ese diálogo abierto de la filosofía debería realizarse a través del conjunto de las ciencias humanas y no sólo del psicoanálisis.
El autor va de la filosofía al psicoanálisis, pero con referencias continuas a la cultura de masas
¿Dónde nos lleva Zizek en su recorrido tridimensional? Rompiendo y criticando tópicos repetidos, sitúa el Vacío (en mayúsculas) como el núcleo del que surgen las entidades. En referencia a la religión y a la conducta social –lo que llama "el Gran Otro"–, la fuente de donde fluirían la realidad y los comportamientos estaría vacía, y lo real y sus variantes fluirían a través de su negación.
Con un planteamiento dialéctico, en el que la huella de Hegel es decisiva, esto implicaría que lo que vivimos como realidad surge de su propia imposibilidad. A todo esto alude el título del libro, Incontinencia del vacío, y lo que él denomina con mayúscula "el Vacío", con el que se confrontarían todos los ámbitos de la realidad, es inconsistente. Pero de esa confrontación dialéctica con el Vacío, con lo imposible, brotaría lo que experimentamos como realidad.
[George Santayana, el inclasificable "filósofo de la modestia" admirado por Fernando Savater]
El resultado al que Zizek llega sería "la incongruencia y/o inconsistencia de la realidad positiva existente", pues la premisa básica del libro "es que el orden del ser está acechado por su propia imposibilidad y surge a partir de ella". Y, en consecuencia, concluye que solo "el paso a través de este puntocero de la absoluta desesperanza puede fundamentar una ética materialista". (pp. 388). Es decir, la única vía para cambiar el mundo sería partir de la inconsistencia de las ideas de lo absoluto o lo permanente, para plantear a partir de los intersticios abiertos en los ámbitos de la filosofía, la diferencia sexual y la economía política, una nueva configuración de lo real.
Zizek va de la filosofía al psicoanálisis, pero con referencias continuas a la cultura de masas: el cine, la televisión… Su estilo conlleva una gran abundancia de planteamientos entre interrogaciones, que vienen a ser afirmaciones entre cuestionamientos. Y es importante que a lo largo de la misma se introducen continuamente inserciones entre paréntesis, que desdoblan la argumentación.
El objetivo parece ser construir un "espejo mental" de interpretación de lo que hoy vivimos. En definitiva, lo que encontramos en el libro es sugestivo, y en ocasiones nos descubre aspectos de interés, pero a la vez es poco preciso y en ciertos aspectos confuso: se echa en falta una línea de construcción teórica más definida y mejor articulada.