Advertía Ricardo Piglia que se equivocan los que piensan que es más fácil contar hechos verídicos que inventar una anécdota, sus relaciones y sus leyes. Advertía que la realidad tiene una lógica esquiva que parece, a ratos, imposible de narrar.
Y así es, y no son pocos los ejemplos que evidencian el desafío que supone asumir, por ejemplo, la complejidad de recomponer un episodio más de los que tuvieron lugar durante la Guerra Civil y los primeros años del franquismo. Sumar, a tal desafío, el de reconstruir sus efectos sobre innumerables situaciones personales y narrar la dificultad de las interacciones entre hechos y personajes tan reales como los hermanos Machado, Antonio y Manuel. Y por último, lograr presentarlo con la naturalidad de una crónica novelada, el respaldo de un testimonio rigurosamente documentado y la fórmula poética de un relato real.
Valgan estas líneas para introducir el último libro de Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976), autor diestro en numerosas lides poéticas y narrativas (entre otras muchas Los nadadores, Atocha 55, La larga noche), que le permitieron explorar los límites entre realidad y ficción. En estos márgenes se encuentra El querido hermano, su nuevo libro, una propuesta de obligada recomendación.
El contexto real que actúa de marco se resume en pocas palabras: comienza el relato en Burgos, en febrero de 1939, con el rumor de la noticia (publicada en el diario ABC) de la muerte de Antonio, en Francia, en febrero de 1939. En Burgos reside Manuel desde el estallido de la guerra; asistía a una celebración de la familia de su mujer, en julio del 36, cuando se interrumpieron las comunicaciones en todo el país. El resto de los Machado permaneció en Madrid. Esta es la primera noticia que le llega en tres años; necesita saber más, acudir al entierro, despedir a quien fue su hermano y compañero en la poesía y en la vida. Las circunstancias juegan en su contra: a Manuel le han convertido en "poeta oficial del bando nacional" y Antonio representa el bando republicano. Significarse puede tener graves consecuencias y el viaje no es una opción fácil ni segura.
A partir de este encuadre un narrador omnisciente persigue diseccionar la anatomía de episodios ignorados de la vida de Manuel, inseparable de la de su hermano Antonio, y lo hará acotando su relato al intervalo de tiempo transcurrido entre la noticia del fallecimiento y lo que dura el viaje en coche hasta Collioure. Pero la factura de la composición responde a una arquitectura espacial y temporal tan compleja como subyugante. De un lado está la organización del relato en tres secciones que sirven de argumento y sustancia: la recepción de la noticia, el viaje hacia el hermano y el
Discurso de entrada en la Real Academia, centrado en "legitimar su posición de poeta".
Pérez Azaústre nos regala en esta recomendable novela una lectura que redimensiona a los Machado
Por otro lado está el manejo de un estilo capaz de convertir todo lo que leemos en un ir y venir de recuerdos del hermano vivo. Este viaje (acompañado por su mujer) es la mejor baza del conjunto, un viaje horizontal, en un Bugatti conducido por el asistente personal de Jose María Pemán, (los "secundarios" de esta historia no lo son tanto), recorriendo las ruinas del norte de España durante dos días de tensión y silencios que trazan el viaje vertical, ocupado por la memoria, aguijoneado de imágenes que retroceden 40 años y van dando cuenta del perfil biográfico y su evolución ideológica y moral.
El conjunto, avalado por la intensidad literaria con la que disecciona la anatomía de tantos instantes de vida y literatura con su hermano Antonio, y de tanto infortunio familiar, regala una lectura que redimensiona los hechos y los personajes que los protagonizan. No son pocas razones para garantizar su interés.