¡Buenos días!
También esta semana ha sido particularmente complicado decantarme por los cuatro últimos finalistas.
Han estado muy cerca de ganar estos poemas:
ANA
Arañas bailarinas tejen versos orquestados/ Látigos de escarcha aúllan / traspasando las ventanas del tiempo.
Los “versos orquestados” nos hablan de ese orden en la manera de perfilar la realidad, su estructura aparente; sin embargo, “Látigos de escarcha aúllan”, y ahí tenemos el estallido del milagro y también del lenguaje, su grito primigenio. Metáforas muy vivas.
Dora
Hierve el mar en el fondo de tus ojos pensativos / un silencio de oro envuelve tus hombros. / Pronto será hora de regresar.
Ese comienzo cálido, de incendio en la lectura, también conlleva una interesante reflexión hacia el interior de nosotros mismos. Lo corporal se aúna con lo interiorizado en el segundo verso, directo y seductor, con el contrapunto de acabamiento final. Bien.
Giulia
Y las palabras se abrirán como nenúfares ciegos / en el interior de esta noche / atravesada por alambres de luz
Se abrirán “las palabras”, se refundirá el lenguaje, nos volverá a nacer con otro giro que no podremos ver –“como nenúfares ciegos”- en la oscuridad que se nos cierne; aunque siempre “la luz”, con “sus alambres”, nacidos del poema, atraviesa todas las negruras.
Pero el ganador es
Ofelia
Alta era la hora cuando las voces del río / abrazaron tu carne de magnolia desolada / y se durmió tu nombre entre la niebla.
“Alta era la hora”: comienzo afirmativo, con génesis del día y de la propia existencia, que habla de esas “voces” que, milagrosamente, “abrazaron tu carne de magnolia desolada”. A partir de ahí, la afirmación. A partir de ahí, el nombre que se duerme “entre la niebla”, cuando ha sido nombrado para el mundo. Lenguaje y ser, vuelo invisible.
Tema de la semana: “Las ocasiones perdidas”. Cada uno recuerda o guarda las que tuvo, dormidas en la punta de los dedos. No son trenes que pasan, porque pueden volver a la estación: son también otras vidas, otras direcciones de la luz. Escribamos de ellas, en 3 versos y no más de 140 caracteres. Qué harías si volvieras a tenerlas ahí, esas ocasiones dispuestas a cambiarte el argumento. ¿Aprendemos de ellas? Es posible que sí. ¿Nos regresan de nuevo? Es posible que no, que ya no las sepamos apreciar o que lo hagan con rostros diferentes. Escribirlas nos puede hacer, también, saber reconocerlas.
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