Xavi Puig (Barcelona, 1980) lleva veinte años escribiendo comedia, pero se considera un "intenso". Licenciado en Filosofía y en Comunicación Audiovisual, es el cofundador junto a Kike García del El Mundo Today, el satírico medio de comunicación que desde 2009 reinterpreta la actualidad desde un humor sutil no exento de mordacidad. En su primera novela, La mejor persona (Temas de hoy), "la comedia es un ingrediente, pero no el principal", dice el autor a El Cultural. Ciertamente, bajo el humor absurdo que circunda a sus personajes retumba el eco de la tristeza.
El protagonista, Antonio Camuñas, es “un ser descompensado”, según él mismo se define. Un cenizo desanclado de la sociedad que mantiene una correspondencia por correo electrónico con Natalya, una chica rusa de la que intuímos su inexistencia. En tiempo real, asistimos a una confesión a modo de diario en la que afloran situaciones delirantes y patéticas: falsas conversaciones telefónicas para darse importancia delante de sus compañeros de trabajo, con quienes no logra congeniar, un becario insustancial que tiene una silla mejor que la suya...
Los problemas de comunicación entre Camuñas y su interlocutora fantasma —la ausencia de sus correos propicia una elipsis encomiable— desencadena situaciones desternillantes, pero la amargura va permeando el relato, que se enturbia y nos pone contra el espejo. “Nadie querría que [el Volao, sobrenombre del protagonista] se acercara a un niño”, leemos en un momento de esta novela audaz e incómoda, donde caben el bullying, el mobbing, el maltrato familiar, el acoso sexual, los trastornos mentales y, sobre todo, la soledad de un hombre que, rodeado de gente, se encuentra a la intemperie. Puig nos recibe en la librería La Mistral, emplazada en el centro de Madrid, se cruza de piernas y habla sin tapujos. Empezamos por el humor y acabamos en la filosofía.
Pregunta. ¿Cómo surge la historia de La mejor persona y cómo fue la experiencia de abordar su primera novela?.
Respuesta. El relato “Amiga famosa” [publicado en ratachillona.com] fue el germen: estaba escrito en primera persona y el protagonista era un individuo particular con ciertas dificultades para leer la realidad de fuera. Aunque no es una adaptación, la voz fue creciendo, me enamoré de ella y esto me llevó a escribir la novela. Esta historia expresa muchas cosas que me han interesado siempre y de las que nunca había hablado. Quizás tangencialmente a través del humor, que es a lo que me dedico principalmente, pero nunca de manera tan frontal. La mejor persona es un poco febril por cómo está escrita, y en ella vuelco una serie de preocupaciones como el aislamiento, el miedo a los demás o las dificultades para comunicarse, que son los grandes temas de la novela.
P. Es evidente que le interesa el humor aparentemente inofensivo e incluso ingenuo, y sin embargo mordaz. Con todo, prescinde siempre del trazo grueso.
R. Así es. El hecho es que el personaje no tiene sentido del humor, con lo cual todos los momentos de humor son involuntarios y, además, tienen un toque muy melancólico. Es un humor que nace de la torpeza social. Aunque hay pasajes de enredo que podrían encajar en una peli de Almodóvar, en general no hay chistes ni situaciones de sketch. El humor está trabajado para que, en combinación con la tristeza, dé como resultado la ternura. Y esto me parece lo más difícil de conseguir. Cuando se hace humor costumbrista desde lo amargo, lo que te sale es el cinismo, incluso cierto clasismo. Hay un tipo de humor que mira desde arriba a la gente a la que no se le da bien vivir. Quería evitar esa condescendencia y la manera de llegar a la ternura fue mirar a la cara a la tristeza sin enmascararla con el humor.
P. Volveremos al humor, pero en esta novela también hay un poso amargo ineludible...
R. La premisa de la novela parte de un señor que recibe unos correos de una chica rusa que cualquiera de nosotros habría enviado a la bandeja de Correo no deseado. Sin embargo, él tiene tanta necesidad de conectar con alguien que aprovecha para entablar una relación con esta supuesta chica. Claro, esa premisa es de comedia, pero conforme avanzas te das cuenta de que hay mucha tristeza, aislamiento, angustia, ves cómo toma malas decisiones y se va metiendo en un embrollo cada vez más intrincado... Eso es lo que queda: cuando terminas la novela, no piensas en cuánto te has reído, sino “menudo viaje por la mente de un tío tan infeliz”.
P. ¿Cómo es el funcionamiento de El Mundo Today? ¿Cómo se financia sin publicidad directa?
R. Afortunadamente, ahora tenemos suscriptores, que son una porción cada vez más amplia del pastel y nos da más independencia, pero seguimos dependiendo mucho de las colaboraciones con otros medios para sostener el proyecto: estamos en la radio, en la prensa, hemos hecho televisión… En cuanto a la publicidad, trabajamos con artículos patrocinados, básicamente branded content. Nuestro objetivo es poder prescindir de esto y ser autosuficientes con los suscriptores, pero eso es muy difícil. Tenemos la ventaja de que somos muy pocos, y ser tan pequeños y no deber dinero a nadie nos hace bastante resistentes y más independientes que otros medios.
P. ¿Cuál es el procedimiento para lanzarse a elaborar los contenidos?
R. Tenemos un grupo de Whatsapp que es un brainstorming constante. A mí se me ocurre ahora mismo una idea y, en vez de anotarla, la escribo en el grupo. Luego recopilamos todas en un documento que llamamos nevera, donde hay más de 30.000 titulares que son el caldo de cultivo de donde sacamos las mejores ideas.
P. ¿Han capeado muchos episodios problemáticos? Imagino que estos se desencadenaron por algún límite que, según los afectados, habríais podido rebasar.
R. Claro. En el libro Mejor no bromear con esto (Temas de Hoy, 2022) recopilamos todos esos momentos: emails reproducidos (del Partido Popular hay bastantes), demandas, amenazas, tuits… Es lo que nos ha tocado vivir por dedicarnos a la sátira, pero los casos no son tantos. Aunque es verdad que resulta grave que alguien te demande por un chiste y que incluso puedes acabar en la cárcel por hacer humor, porque así es el país en el que vivimos, nosotros trabamos con mucha libertad, también hay que decirlo.
“¡Cuidado con confundir el 'bullying' con el humor negro!”
P. ¿Su caso es extrapolable al resto de España? ¿Cuáles son los límites del humor en este país? Hay quien dice que cada vez tenemos la piel más fina…
R. Yo creo que no es verdad. Se hace muchísimo humor hoy en día, lo que pasa es que la gente que se cabrea por los chistes también tiene voz. Y no está mal que la tenga. Yo tengo derecho a hacer humor y la gente tiene derecho a cabrearse por lo que yo he hecho. Otra cosa es que me demanden, ahí pasamos a otro nivel, que tiene que ver con coartar la libertad de expresión: la ley mordaza [Ley Orgánica 4/2015] o la que protege a los Borbones de los chistes [artículo 491 del Código Penal] son cosas graves.
Sin embargo, el hecho de que magnifiquemos tanto las ofensas puede dar la sensación de que no se puede hacer humor de nada, pero eso es mentira. Cada día de mi vida hago los chistes que me sale de los huevos. Sería una hipocresía absoluta que, ganándome la vida con esto, fuera diciendo que en España no se puede hacer humor.
P. Pero la sanción social al que ofende tiene mucha más repercusión desde que existen las redes sociales.
R. Claro. Eso implica que el que habla también debe rendir cuentas. Antes estabas en tu atalaya y, publicaras lo que publicaras, no recibías un feedback inmediato ni tan numeroso. Lo del humor era un circuito cerrado, gente hablándose entre ellos; ahora, no me parece mal que el que dice algo también esté dispuesto a asumir que puede ser criticado por cosas que diga, que habrá gente que no le guste… Aunque cuidado, que también existen los acosos, las reputaciones destrozadas en una semana, la mala hostia, las agresiones…
P. Por ceñirnos a la actualidad más inmediata, ¿se puede hacer humor, por ejemplo, de la DANA, a pesar de todos los estragos que ha causado y de las muertes?
R. No es una cuestión del qué, sino del cómo. Si tú eliges hacer un chiste sobre un desastre natural en el que ha habido pérdidas humanas, tienes que ser realmente bueno para despertar una carcajada, y que esta no sea psicopática (risas). Y es que a veces pasamos del humor al bullying. A mí me encanta el humor negro porque es un terreno peligroso en el que pongo a prueba mis habilidades. Además, es muy interesante porque se puede llegar a sitios muy profundos. Pero cuidado con llamar humor negro al bullying, que eso se hace mucho, igual que confundir un chiste con una broma. Yo te puedo hacer creer que te han incendiado el coche y eso no es humor, es una putada: te estoy mintiendo para que te asustes y algunos se rían de tu reacción. Los vídeos de cámara oculta no son humor, ni siquiera humor negro.
“Se puede hacer humor sobre cualquier tragedia si eres bueno”
P. ¿Hay algo sobre lo que no se pueda hacer humor?
R. Se puede hacer humor de cualquier tragedia si eres bueno, ahí se demuestra tu calidad. También creo que no es necesario sacar punta de todo. Por ejemplo, hacer humor del caso Rubiales me parecía una horterada. Además, no quería meter a Rubiales en mi vida en pleno mes de agosto, que estaba de vacaciones (risas).
P. En esta novela, el protagonista presenta trastornos mentales que desencadenan cierta hilaridad. A tenor de la importancia que ha cobrado la salud mental en el discurso público, ¿cree que podría generar controversia?
R. La salud mental tiene, sin duda, más presencia, hay una madurez social en este sentido. La gente se ha dado cuenta de que hay cosas que no se pueden hacer: no se puede pegar a los niños para educarles, mear en la calle o reírse de una persona que no se encuentra bien. Hay gente que lo sigue haciendo, pero se sanciona. Afortunadamente, vamos siendo más exigentes con el comportamiento cívico. Por ejemplo, las entrevistas de Javier Cárdenas en Crónicas marcianas envejecen fatal, igual que algunos chistes nuestros de 2010. No se trata de borrar el pasado, porque ahí está y nos explica, pero debería ser una mirada histórica, no reivindicativa de unos tiempos más libres, eso es una memez.
Volviendo a la novela, no creo que sea controvertida, sino que ilumina sutilmente algunos aspectos del malestar social, las dificultades y el miedo a los demás que, en alguna otra medida, todos compartimos. Como dices, en este personaje se manifiestan de un modo hilarante, pero no es una aproximación cínica o frívola.
"Yo tengo derecho a hacer humor y la gente tiene derecho a cabrearse"
P. En un pasaje, el mismo protagonista no es consciente de haber incurrido en un acoso sexual [envía una foto de su pene a una compañera a través de una red social]. La cuestión no puede tener más vigencia. ¿Verdaderamente alguien puede cometer un acoso y no saber que lo está cometiendo?
R. Esto también forma parte de esa evolución social. Efectivamente, hay quien no tiene las herramientas para darse cuenta de que lo que has hecho es reprobable. En el caso del protagonista, es consciente de que está mal, pero no sabe hasta qué punto. No ha tenido una educación completa, ha crecido en una familia disfuncional donde se ha ido formando a golpes, sin una guía, y no tiene muy claro cuáles son las líneas entre lo que está bien y lo que está mal, lo que le puede hacer a una mujer y lo que no.
La terapeuta le va dando la medida, y él escucha, va aprendiendo, se esfuerza por mejorar y luego hace lo que puede. Probablemente Camuñas es mucho más inteligente y permeable que muchos cafres que intentarían defender haber mandado una fotopolla porque considera que es su derecho y “si no le gusta, que no la mire”.
P. ¿Rubiales no creía que estaba cometiendo, al menos, un abuso de poder?
R. En el caso de personas que están siendo cuestionadas públicamente, incluso mediáticamente como es el caso de este señor, hay un instinto de proteger el fuerte. Desde su punto de vista, la alternativa es la humillación universal que supone admitir que ha sido un cafre. A poco orgullo que tengas, lo que te sale es contraatacar, que es peor, pero no deja de ser un instinto. A todos nos molesta reconocer que hemos sido unos cafres, pero verlo desde fuera es un espectáculo patético.
“El humor que hacemos en España tiene un nivel muy alto, es un buen momento”
P. ¿Qué opina del humor que se hace actualmente en España? El escritor Santiago Lorenzo me decía que “los españoles nos parecemos mucho más al resto de los occidentales de lo que creemos, que no somos tan diferentes”. ¿Qué le parece?
R. Desde El Mundo Today estamos en contacto con los grandes medios satíricos europeos y es verdad: hacemos los mismos chistes. De hecho, los compartimos, los traducimos, porque tenemos un acuerdo de colaboración. Salvo con el caso de personajes de la política local, que no hay una posible traslación, el humor es exportable. Con todo, el humor que hacemos en España tiene un nivel muy alto, es un muy buen momento.
P. ¿Cree que, a lo largo de la historia, ha habido una época dorada del humor español?
R. El humor envejece muy mal, pero esto no quiere decir que entonces fuera de peor calidad, sino que representa mucho menos los tiempos actuales. Creo que en España ha habido mucho nivel siempre.
[Santiago Lorenzo: "Me importa poco que me lean, aunque estoy muy agradecido"]
P. ¿Cree que hay un desprestigio de las novelas de humor?
R. No estoy tan metido en la crítica literaria como para considerar si hay cierto desdén. Sí es cierto que hay un tópico sobre la comedia como un producto de segunda a la que se mira por encima del hombro. En realidad no lo percibo porque yo aprecio mucho las novelas de humor que me gustan: Trampa 22 de Joseph Heller, que es un clásico en Estados Unidos, o Mundo Hormiga de Charlie Kaufman.
Debo admitir, en todo caso, que el cuerpo me pide desconectar del humor cuando no estoy trabajando. Necesito ver la vida desde otras perspectivas. A veces a los humoristas nos cuesta mucho ponernos solemnes, pues nuestro trabajo consiste en derribar la solemnidad, pero yo soy un intenso (risas). Supongo que me viene de mi etapa como estudiante de Filosofía.
P. Por cierto, ¿cuáles son los vínculos entre el humor y la filosofía? ¿Ha establecido algún paralelismo?
R. Sí los hay. Son discursos transversales, es decir, consisten en dar la vuelta a la literalidad, en mirar las cosas de modos no intuitivos. Esto ocurre con el humor, la filosofía y el jazz. Sí, el jazz. En el lenguaje musical, el jazz hace algo muy parecido a lo que hace el humor y la filosofía: romper con la ortodoxia y no saber lo que viene a continuación. En filosofía, Heidegger coge la Metafísica de Aristóteles, la desmonta y la vuelta a montar. El arte más interesante mira las cosas desde ángulos nuevos. A quienes nos movemos en el mundo del humor nos atraen estas movidas, tenemos el cerebro igual de roto.