Mucho más conocido por su teatro que por su poesía, a más de un lector le sorprenderá el gran número de textos poéticos que escribió el alemán Bertolt Brecht (Augsburgo, 1898 - Berlín, 1956). Y para quienes vayan a sorprenderse, y para los que no, esta extensa antología es altamente recomendable, en primer lugar, claro, por los textos de Brecht, siempre impactantes, pero también por la excelente edición de José Luis Gómez Toré, como el autor alemán, también dramaturgo y poeta.
Al teatro Brecht aportó la idea del efecto V, el distanciamiento, noción tomada de la del extrañamiento de los formalistas rusos, un conjunto de pensadores de la vanguardia. Se trataría de sorprender presentando la realidad de un modo insólito, situando al receptor ante el no reconocimiento de lo conocido. Así, la obra de Brecht, marxista convencido, lo que le aleja del ideario citado –los formalistas serían laminados en la Unión Soviética–, es al mismo tiempo la de un vanguardista, que poco tiene que ver con el realismo que el estalinismo proclamó estética oficial.
De igual modo, el que Brecht tomase para su escritura poética formas populares es también deudor del formalismo en su propuesta de elevar los géneros tenidos por bajos. Un caso de esto es la escritura de canciones, de las que la más difundida es “La balada de Mackie el Navaja” que Brecht incorporaría en uno de sus textos teatrales más famosos, La ópera de cuatro cuartos (1928).
En tiempos convulsos, la vida de Brecht, dicho muy brevemente, es la de un enfermero durante la Primera Guerra Mundial, la de un dramaturgo al que la presión del nazismo que le hará huir de Alemania en 1933 para vivir en distintos países escandinavos, pasará a instalarse en California en 1941 y, sospechoso de actividades antiamericanas, marchará finalmente a la República Democrática Alemana en 1948.
Y desde muy joven es la vida de un dramaturgo y poeta, un poeta plural, en cuya obra cabe casi todo: la provocación al llevar al poema el cuerpo, un fantasma casi general en la literatura salvo en la popular, la ironía, lo dramático entremezclado con el humor, las grandes ciudades, allí donde confluyen todas las tensiones, escenario de la lucha de clases, su enemiga al capitalismo y al modo de vida burgués que le lleva al didactismo.
[Bertolt Brecht, 'compositor' de teatro]
También el antibelicismo –“La reputación de un solo general / Cuesta diez mil cadáveres”– que alcanza a todos –“¿Y qué recibió la mujer del soldado / De la gélida Rusia? / De Rusia recibió el velo de viuda / Para ir al funeral”–, un recurrir a la tradición para transformarla y traerla a la actualidad, ya sea la Biblia, ya Goethe, ya sus relecturas de pasajes de Horacio ya la forma del soneto para subvertirlo con un léxico vulgar –“Cuando aprendiste a follar, yo te enseñé / A follar de manera que de mí te olvidaras […] Yo no me entrego a ti, yo te entrego mi polla”–.
Escribirá escenas truculentas, le atraerá la sabiduría oriental, o, en fin, la necesidad de un cambio será una fe y una esperanza que recorren toda su obra – “Día a día / Trabajas en la liberación”–. “Los tiempos van cambiando”, escribirá, y con ese devenir también su escritura poética, respuesta a las injusticias, llamando en todo momento a un mundo mejor en el que su obra fuera o hubiese sido innecesaria.
A modo de epitafio escribió: “No necesito ninguna lápida, pero / Si necesitáis una para mí / Desearía que pusiese: / Hizo propuestas”. Propuestas políticas, estéticas, teatrales… y poéticas, que, como bien muestra este volumen, parecen no tener caducidad.
De la infanticida Marie Farrar
Entonces entre el retrete y el cuarto, afirma
Antes de pasar nada, el niño se puso a llorar
Eso la irritó tanto, afirma, que sin parar
Con ambos puños, ciegamente declara
Lo golpeó hasta que se calló el niño.
Acto seguido, acostó al muerto
A su lado durante el resto de la noche
Y lo escondió en el lavadero al amanecer.
Pero vosotros, os ruego, no montéis en cólera
Pues toda criatura necesita de la ayuda de todos.