Edward Abbey /  The university of Edinburgh.

Edward Abbey / The university of Edinburgh.

Letras

'Sol negro' de Edward Abbey, la novela más honesta e hipnótica del gran rebelde de la pradera estadounidense

Nunca antes el autor había profundizado tanto en la condición humana y había conseguido alcanzar semejante grado de hondura poética.

1 noviembre, 2023 02:22

Reivindicada siempre por su autor, el por un lado olvidado y por otro ciertamente reivindicado (gracias sobre todo a Juan Bonilla, aquí metido de nuevo a traductor) Edward Abbey (Indiana, 1927-Tucson, 1989), como su novela más íntima, su novela más literaria, su mejor novela en definitiva, a no pocos de los que conozcan su obra sorprenderá el tono de sopesado lirismo así como la azarosa trama amorosa que contienen las páginas de este maravilloso Sol negro (1971), desde ya también mi favorita suya, por más que debamos aceptar que no se trata de su título más significativo, pues para ello quizás sea justo acudir a El vaquero indomable (1956) o a La Banda de la Tenaza (1975), según se prefiera al Abbey clásico o al Abbey majareta.

Ocurre esto a veces, que prefiere uno, por encima de consensos, la obra “rara” de un escritor, cuando no su obra “menor”, no por esnobismo sino porque en ellas suelen encontrarse las claves más auténticas de su literatura.

Abbey nos depara así en esta (para él) atípica novela un breve pero intenso relato de lo más vitalista (con tintes de novela negra) protagonizado por un hombre silencioso y solitario (sí, uno de sus personajes arquetípicos) y una joven un tanto descolocada que irrumpe en su vida para desestabilizarla por completo. Su ya clásica mirada incisiva que solía posar sobre sus rocosos paisajes cae ahora sobre los tejemanejes de esta tan inesperada como exultante relación transformadora.

Sol negro

Edward Abbey

Traducción de Juan Bonilla
El Paseo, 2023 232 páginas. 22,95€

Curiosamente, nunca antes Abbey había profundizado tanto en la condición humana, como tampoco nunca antes había conseguido alcanzar semejante grado de hondura poética, y ahí está, como muestra, ese párrafo tan terriblemente hermoso dedicado a un jeep oxidado. En estos pasajes, Abbey recuerda mucho al Cormac McCarthy de Suttree, novela que McCarthy publicó unos cuantos años después, y ahí lo dejo.

Es bueno darse cuenta también de que Sol negro fue escrita en realidad en 1968, año en el que se publicó El solitario del desierto, su hoy clásica crónica sobre sus años como ranger en un parque natural de Utah a finales de los cincuenta, abrazada entonces por el movimiento hippie (era la época…), y con la que algún que otro paralelismo podría establecerse ahora, por más que en Sol negro no haya atisbo alguno de mensaje medioambientalista.

Qué duda cabe de que el paisaje es importante en esta novela, que transcurre en pleno Gran Cañón, pero lo es más por su belleza o su inclemencia que por sus necesidades de conservación. Abbey no pierde así el tiempo en consignas, cosa que se agradece (al fin y al cabo estamos ante una novela), y dedica su esfuerzo en dar carnalidad a los hermosos paseos, a las fogosas escenas de sexo que regala a sus dos protagonistas, que sabemos beben de algún que otro trasfondo autobiográfico.

Abbey nos depara aquí un atípico e intenso relato de lo más vitalista (con tintes de novela negra)

Y hay aquí, al hilo de esto, una historia un tanto extraña, pues Sol negro viene dedicado a Judy Pepper, quien fuera pareja de Abbey al tiempo de su escritura, fallecida al poco de leucemia, mientras que, según se cuenta, la historia que en ella se narra está basada en una relación anterior, motivo por el que Judy odiaba el manuscrito…

En fin, nuevas contradicciones que sumar a la figura de este anarquista vital de quien ya su hijo revelara que el asunto medioambientalista poco más que se la traía al pairo. Y es por esto que Sol negro, escrita sin duda a flor de piel, sea su novela menos cínica, su novela más honesta, más limpia y más hipnótica, una pequeña joya aislada que debe más a Marcel Proust o a D. H. Lawrence que a la narrativa wéstern del momento, erigiéndose con ella Edward Abbey, seguramente sin pretenderlo, en el mayor outsider de la pradera.