María Larrea (Bilbao, 1979), cuyo nombre arraiga a esta escritora a España, nació en Bilbao pero vive desde pequeña en París. La historia de esta licenciada en cine por la prestigiosa escuela La Femis es hoy en día conocida por todos en Francia al publicar su primera novela, Los de Bilbao nacen donde quieren (Alianza Editorial), donde da voz a lo que la narradora pensaba que era su origen familiar hasta descubrir que fue una de los niñas abandonadas y dadas en adopción en el País Vasco de los años 70.
Con palabras desgarradoras, Larrea vuelca, a corazón abierto, el destino de una joven que descubrió el origen de su dolor ante una echadora de cartas que le dijo: "Tu padre no es tu padre".
La novela, tan íntima como reveladora, empieza en 1943 con el nacimiento de su padre. Lo trajo al mundo una prostituta en Bilbao, que lo entregó al cuidado de un hospicio de jesuitas. Asimismo, en Galicia nacía una niña poco deseada cuya madre abandona en un convento. Dos huérfanos que acabaron enamorados hasta las trancas y que adoptaron a una niña abandonada, María, antes de partir a trabajar a París. Los de Bilbao nacen donde quieren obtuvo en Francia varios premios, entre ellos el Inrockuptibles.
Pregunta. Aunque cineasta, ha preferido la escritura a la hora de recrear su propia historia. ¿Por qué?
Respuesta. No la he preferido. Empecé mi manuscrito literario tras un radical fracaso cinematográfico, al intentar durante diez años realizar una película sobre mi historia y mi investigación. En esa época aún no había encontrado a mi madre biológica y no me fue posible hacer algo decente. Cuando ese fracaso se me hizo evidente, cuando estaba en casa desesperada, de repente sonó el teléfono en mi casa y una amiga mía, que es profesora de francés, me dijo que acababa de escuchar que alguien leía mi guion por la radio en Francia. Entonces, me comentó: “Te has equivocado totalmente. Esto no puede ser una película. La historia es demasiado novelesca. Tienes que escribir un libro”.
"La literatura debía ser el vehículo para contar mi historia, lo que me daría libertad creativa"
» Nada más escuchar sus palabras, me senté a escribir el manuscrito. Desde los primeros capítulos, entendí a lo que se refería mi amiga. La literatura debía ser el vehículo para contar mi historia, lo que me daría libertad creativa. No depender de lo que podían pensar toda esa gente que trabaja en el mundo del cine. Al fin iba a poder alejarme de toda la presión que podía sentir en el mundo del cine y dejarme llevar por la literatura. Creo que la novela ha sido para mí un lugar de libertad total en la que pude expresarme abiertamente.
P. Su novela es la narración de la descomposición de lo que llamaríamos “una familia”. Supo de su adopción cuando acababa de dar a luz a su primera hija. ¿Qué representa para usted esa palabra?
R. Mi familia era marginal. Éramos marginales por ser españoles en París, pobres en medio de los burgueses y una familia opuesta a las que salían en la tele o en las películas. No había ni primos ni primas, solo tres personas, mi padre, mi madre y yo. Todo lo que veía me parecía muy diferente a mi realidad y, para mí, nada tenía sentido.
» Mi familia era, en cierto modo, una recreación ficticia. Eran amigos a los que llamábamos tíos o tías. De hecho, cuando empecé a escribir, me pregunté cómo pudimos ser una familia, tres huérfanos de una misma nación, España, y abandonados al nacer. ¿Cómo acabamos juntos y creando una familia? Esta pregunta fue mi punto de partida para la estructura de mi novela. Y por eso me propuse acercarme a cada nacimiento, a cada recorrido personal. Al de Julián, al de Victoria, al mío y ver cómo nos íbamos a juntar los tres.
P. Usted parte de estas tres vidas, como si fueran tres hilos narrativos que empiezan en el mismo punto, el abandono. ¿Piensa que uno acaba reviviendo la vida de sus progenitores, aunque sean adoptivos?
R. La verdad es que existe algo peculiar en esta repetición. No sé si es el destino, pero sí algo que se reitera. Tres mujeres en un mismo país que, al nacer, deciden abandonar a sus criaturas por diferentes razones. Que estos tres destinos acabaran encontrándose es, cuanto menos, peculiar.
"La noche en la que me convertí en madre me sentí un animal. En ese momento, me alejé de mi infancia"
P. La novela comienza justamente con una escena algo violenta, salvaje, de un parto, el que alumbra a su padre. ¿Por qué empezar de forma tan dura? ¿Qué quería dejarle claro al lector en las primeras páginas de su libro?
R. ¡Es extraño porque justo esta mañana escribí esa frase para contestar a una entrevista! Me preguntaban "¿qué noche ha cambiado tu vida para siempre?" Y contesté: la noche en la que me convertí en madre porque me sentí un animal. En ese momento, me alejé de mi infancia. Yo creo que hay algo salvaje, primitivo, cuando damos a luz. En mi primer capítulo, en el que describo el pulpo y la tinta que explota así de repente sobre los dedos, describo los nacimientos de mis padres. Para mí los nacimientos son violentos, es algo que llevo en mí. Quería empezar por algo eficaz, impactante, radical. A la larga, me he dado cuenta de que representaba también mi propio nacimiento como novelista.
P. En su novela, hace referencia a Franco, al Opus Dei, al grupo terrorista ETA... ¿Cómo una española educada en Francia dio sentido a estas realidades? ¿Sus padres hablaban de ello?
R. Mis padres no hablaban de nada. Mi madre nunca fue a la escuela. Ni siquiera sabían quién era Franco realmente. Solo supo que había nacido en el pueblo al lado del suyo, en Ferrol. Mis padres eran simples. El franquismo aparecía en apenas dos páginas del libro de historia de la escuela francesa y eso era todo. Me interesé sobre ello mucho más tarde, de adulta.
"Mi padre era fan de ETA como podría haberlo sido de un equipo de fútbol"
» En cambio, sobre ETA sí que se hablaba en mi casa, ya que mi padre era fan de ETA, como podría haberlo sido de un equipo de futbol. Todo era ETA en mi casa. Había armas, ikurriñas en las paredes, libros, camisetas. Pero yo tuve que ir hacia la información que me iba exigiendo la escritura del libro, los años 80 en el País Vasco, los presos de ETA... Yo quise hacer películas sobre el grupo terrorista, era algo que me obsesionaba. Debo decir que mi padre me metió muchas obsesiones en la cabeza. ¡Como el título del libro!
P. La madre, tanto la biológica como la que la educa y cría, es un tema importante en su libro. Ahora que usted es madre también, ¿ha cambiado su concepto de la maternidad? ¿Qué es ser madre para usted?
R. Una madre para mí es quien te da de comer y una cama en un concepto amplio. Es decir, que te da lo que te va a nutrir: cariño, lectura y cuidado. Mi madre adoptiva me ha dado humanidad y es de las personas más generosas que yo conozco.
P. Cuando supo que no era hija de su padre, se puso a investigar sobre sus orígenes descubriendo que lo que consideraba su familia real, no lo era. De cierta manera vino a destruir su pasado familiar. ¿Por qué piensa que el saber, el conocer su origen, es tan importante?
R. No sé si es fundamental para todo el mundo, pero los adoptados necesitamos saber nuestra historia, la mitología de nuestra familia. ¿Qué fue de tus padres? ¿Cómo se enamoraron? ¿Cómo se besaron? ¿De dónde venían? Es una obsesión.
P. Su novela ha sido tan literaria como terapéutica. ¿Qué relación existe entre la realidad y la ficción en su obra?
R. Siempre insisto en decir que mi novela es una ficción. No es un testimonio, aunque todo lo que cuento sea verdad. El tarot es verdad, y los personajes y los hechos. Pero, por otro lado, todo es mentira. Hay cosas que vienen de las actas de nacimiento, por ejemplo, y que aparece tal cual en mi novela. Pero los sentimientos, la trama de las emociones, lo que piensan los personajes, todo eso es ficticio. Tanto la ficción como la realidad son, en mi libro, como las gemelas de Stephen King en El resplandor.
['Holly': Stephen King, rey del terror... y del crimen]
P. En alguna parte leí que cuando usted era pequeña, sentía un dolor que no entendía. Dice en el libro que fue una adolescente rebelde. Al conocer los secretos de su vida, al describirlos en la novela, ¿consiguió aplacar ese dolor?
R. En cierta manera, sí. Ahora lo que tengo es una cicatriz, pero ya no una llaga abierta. Ahora voy con felicidad y orgullo de mis cicatrices.