Guillaume Musso (Antibes, 1974), no necesita la menor presentación al encabezar desde hace años la lista de los escritores franceses más vendidos en todo el mundo. Autor de más de veinte novelas negras con toques fantásticos, decidió apostar por la carrera de escritor cuando sobrevivió a un grave accidente de coche, en 2001.
Desde entonces, después de haber ganado el premio italiano Raymond-Chandler que recompensa cada año a un autor de thriller, AdN publica estos días en España Angélique, una investigación policiaca sobre un personaje femenino y maquiavélico, al que no conoceremos hasta bien adentrada la novela.
Con esta nueva entrega policiaca, Guillaume Musso nos propone un suspense trepidante, de la mano de unos originales personajes para hablarnos de uno de los temas psicológicos que caracterizan el actual mal social: el de pensar que uno puede escoger y vivir la vida que le da la gana. “Me gustaba la idea de explorar al personaje desde dentro", dice el autor. En Angélique el narrador se mete en el corazón de este personaje, una joven enfermera insatisfecha con su vida.
Pregunta. ¿Cómo nació la idea de su novela?
Respuesta. Parte de dos autores, Patricia Highsmith y Georges Simenon y un cineasta, maestro del suspense. Highsmith tiene ese don de crear personajes malvados que nos gusta tanto odiar, como Mr. Ripley. Alfred Hitchcock, ese lado observador. Entre estos tres genios ideé al personaje y la trama de Angélique.
»Luego, la inspiración se alimenta de diversas fuentes. De la experiencia, de lo que uno oye, de lo que alguien te cuenta. Haruki Murakami lo explica muy bien en El novelista como profesión. Dice que escribir una novela no es tan difícil, ni dos, ni tres. Lo que cuesta realmente es escribir quince o veinte. En ese sentido, la profesión de escritor es una especie de sacerdocio.
»Murakami explica que es como si el autor tuviera una especie de biblioteca gigante en la que almacena miles y miles de embriones de ideas, conversaciones, anécdotas, pensamientos, recuerdos y personas hasta que un día, de repente, uno de estos cajones se abre y surge ese recuerdo que vendrá a hacer parte de la novela en ciernes.
P. Y a partir de ahí, sus personajes crecen y se desarrollan en su obra. De hecho, le gusta meterse en el corazón de la propia historia, para que el lector pueda acompañarlos y enseguida establecer empatía. En Angélique plantea la pregunta del lugar que ocupamos en la sociedad. ¿Es gracias al mal por lo que estos personajes consiguen dejar atrás su pasado y empezar una nueva vida?
R. No quiero juzgar a mis personajes. Angélique y Matthias Taillefer son para mí dos caras de una misma moneda, a medio camino entre el bien y el mal. Una pareja de protagonistas que se acerca hacía el mal, y yo tan solo le acompaño en sus acciones.
"Cuando tienes personajes fuertes, que además se sienten resentidos y con ganas de actuar, se dejan llevar por el deseo de quebrantar las reglas"
»Es como si escribiese mis novelas en dos niveles de lectura. El primero, es la historia principal, la intriga policiaca, el suspense del libro y, el segundo, trata de otros temas más profundos. Angélique es una obra sobre la frustración, el resentimiento, cada vez más presente en la sociedad. La sensación que domina al ser humano actual de no estar en el lugar que le corresponde. Como si sintiera que merece otro tipo de vida. Cuando tienes personajes fuertes, que además se sienten resentidos y con ganas de actuar, se dejan llevar por el deseo de quebrantar las reglas. Aunque esto les conduzca a convertirse en asesinos.
P. Usted que dio un giro a su vida tras un grave accidente de coche, ¿piensa que fue ese vuelco del destino lo que le permitió dar el paso y cambiar?
R. No lo sé, pero sí es cierto que el accidente me hizo pensar mucho en hacía dónde quería dirigirme. Me hizo dejar de ser el típico joven inconsciente y ser alguien más grave y atormentado, sobre todo en los meses siguientes al accidente. Tenía ganas de hablar sobre la existencia, sobre la consciencia que había adoptado, sobre la fragilidad de la vida. Había nacido en mí un estoicismo y quería compartir mi experiencia pero no a través de un ensayo sino de una novela. La ficción me permitía hablar de manera lúdica sobre temas graves.
»Aquella novela [Y después, Martínez Roca, 2005] se vendió enseguida a varios países. Cuando se publicó en 2004 en Francia un golpe de suerte hizo que la gente, en ese momento, estuviera interesada por ella. Al contar un accidente de coche como algo positivo, se convirtió en una historia de éxito y me permitió realizar el sueño de convertirme en escritor.
P. El personaje de Angélique que da el título a su última novela, no aparece hasta el segundo capítulo y además, la adopta como narradora. ¿Por qué esa elección?
R. Al principio había elegido un narrador objetivo pero el texto no me satisfacía. Me resultada distante, faltaban relieves y por eso cambié. Aun así, me costó encontrar la voz justa. Tuve que dejarme llevar, obligarme a no censurar su expresión y volverme íntimamente esa maléfica mujer, para entender sus decisiones y los pasos que da.
»Cuando escribí ese capítulo de presentación que empieza en los baños, ella mirando su prueba de embarazo, luego Angélique sale a la calle, está lloviendo, no sabe quién es el padre, etc., fue, en ese momento cuando encontré su voz y supe que la novela se llamaría como ella.
P. Si nos fijamos en los demás personajes, un policía algo desagradable pero finalmente cariñoso y Louise, una joven músico, vemos que no es la primera vez que se deja seducir por caracteres semejantes, también en La hija de Brooklyn (2016) aparecía un policía jubilado.
"Lo sobrenatural no siempre es bien recibido en Francia, pero a mí me ayuda a hablar de la muerte sin que sea triste"
R. Es verdad, Taillefer es una especie de policía arquetípico que uno ha visto ya mil veces en otras novelas. Esa elección es voluntaria ya que me gusta que el lector se sienta confiando, como si ya supiera de qué va todo. Hasta que ese mismo personaje se da la vuelta y no tiene nada que ver con quien creíamos.
P. Es usted uno de los pocos escritores franceses que utiliza el ingrediente del misterio visto como algo sobrenatural. ¿Le viene de su pasado isleño en las Antibes donde nació?
R. La verdad es que no lo sé. No siempre es bien recibido en Francia, pero a mí me permite hablar de temas graves con un toque lúdico. Me ayuda a hablar de la muerte sin que sea triste. Aunque hace años que no lo utilizo, no me extrañaría volver a él ya que me rondan en la cabeza historias de ese tipo y me siguen gustando. Además, siento que, en estos momentos, después de algunas novelas policíacas, los lectores me piden cierto misterio.
['Holly': Stephen King, rey del terror... y del crimen]
P. ¿Y qué pasa con Estados Unidos? No es el caso de Angélique, pero muchas de sus anteriores novelas se sitúan ahí. ¿Piensa usted que ese país es, para muchos europeos, una especie de Eldorado?
R. Antes más que ahora. Durante años he estado fascinado por ese país, viví allí de estudiante, iba mucho a Nueva York, para mí era un decorado de novela formidable. Nueva York representaba la ciudad en la que todo podía ocurrir, el atentado más atroz, la historia de amor más romántica, el misterio más profundo. Pero, poco a poco, me fui alejando de este país hasta el punto de que, hoy en día, no creo entenderlo ya. Me siento muy alejado culturalmente de Estados Unidos. Es verdad que ya no viajo tanto, lo que me aleja, dramatúrgicamente, de esa tierra.
P. Sin embargo, he oído que Central Park ocupa un lugar importante entre sus novelas…
R. Sí, es mi preferida. La escribí en 2013, el año que nació mi hijo, entre el biberón de las 11 de la noche y el de las seis de la mañana. Yo era el que me quedaba despierto por la noche y le daba de comer. Puse en esta obra toda la felicidad que sentía por la paternidad. Me gusta su historia, el éxito que tuvo en todo el mundo y por supuesto la felicidad que sentía mientras trabajaba en ella.
P. Usted que ha cosechado éxito en todas sus novelas, ¿qué consejos le daría al joven escritor que quiera dedicarse en cuerpo y alma a la literatura?
R. Le diría que, en el éxito, hay tres componentes. El primero es la suerte que uno tiene, el momento exacto en el que se publica la obra que coincida con la demanda del público. Fue mi caso con la primera novela.
»El segundo, es el trabajo que hay detrás. Yo me obligo a tener un ritmo de escritura cotidiano. No hay que pensar que, en la profesión del artista, somos diletantes. Hay que trabajar diariamente. Yo dejo a mis hijos en el colegio, me pongo a escribir a las 9 de la mañana y no paro hasta las 8 de la noche. Es esa repetición del esfuerzo que hace que, en un momento dado, algo ocurra. No espero a estar inspirado, sino que es el trabajo que me trae la inspiración.
»El tercer ingrediente es la singularidad de cada uno. El talento quizá, aunque esa palabra sea demasiado amplia. Para mí, la originalidad de cada uno es lo que hará que tu voz sea diferente, lo que te distinguirá de los demás.