Camilo José Cela. Foto: Carlos Agustín

Camilo José Cela. Foto: Carlos Agustín

Letras 25 años de El Cultural

In memoriam: Camilo José Cela, del realismo a la experimentación

Buena parte de su obra no tiene nada que ver con el realismo sino con la parábola o la alegoría, y surge de una voluntad destructiva de la propia literatura.

3 diciembre, 2023 02:25

Muchas de las personas a las que, bastantes solo por efecto del Premio Nobel, les resulte familiar el nombre de Camilo José Cela tendrán una especie de foto fija suya tanto en lo personal como en lo literario. Ni en uno ni en otro ámbito se corresponde con la verdadera imagen más compleja del gallego.

En lo personal, el daguerrotipo lo muestra como un personaje prepotente, impertinente, dado a escandalizar a una clase media pacata, amigo de la escatología con aquellas boutades suyas de ser capaz de absorber un cubo de agua con el culo, aficionado al léxico malsonante y un Avida Dollars de las letras. O, también, el escritor institucional que mostraron sus exequias.

El personaje se comió al autor mientras nada significaba para la mayoría de los lectores, que solo por obligación escolar visitaban sus libros. A la vez, una buena parte de los escritores más jóvenes que él renegaban de sus obras y hasta de un mérito poco cuestionable, su admirable prosa. De Marías, Muñoz Molina o Llamazares a Marsé, le llovían menosprecios.

Camilo José Cela (Iria Flavia, 11 de mayo de 1916 - Madrid, 17 de enero de 2002) fue novelista y editor. Recibió los más altos galardones literarios: el Premio Nobel de Literatura en 1989, el Miguel de Cervantes en 1995 y el Príncipe de Asturias de las Letras en 1987. Entre sus obras destacan La familia de Pascual Duarte (1942), La colmena (1951) y Madera de boj (1999).

No siempre había sido así. Durante mucho tiempo alrededor del medio siglo pasado, incluso sus luego detractores lo habían considerado un maestro, y el teórico más influyente de aquel tiempo, el Hamelín de la crítica, José María Castellet, lo proclamaba el novelista más importante de posguerra, el que había sacado a nuestra narrativa de la decadencia y ofrecía el modelo novelesco de obligado seguimiento.

En lo literario, se tiene a Cela por un escritor realista, el autor de aquella valiente crónica del desalentado Madrid de la alta posguerra, La colmena, o de las tremendistas barbaridades de La familia de Pascual Duarte, o del Viaje a la Alcarria, a múltiples parajes de nuestra geografía, bastante testimoniales aunque trufados de pintoresquismos y apuntes artísticos y culturales.

Pero este es solo un Cela, y no, desde luego, el que mejor responde a su impulso artístico más hondo. Ya sus poemas casi de adolescente están tintados de onirismo y visiones surrealistas. Buena parte de su obra novelesca no tiene nada que ver con el realismo sino con la parábola o la alegoría. Y está urgida, por otra parte, por una voluntad destructiva de la propia literatura.

Este sector de la narrativa celiana no se vincula con la tradición clásica sino con el espíritu renovador del “modernism” internacional y llega a las más atrevidas fronteras de la experimentación. Juan Pedro Quiñonero celebraba la salida en 1973 de Oficio de tinieblas 5 (“no una novela sino la purga de mi corazón”, proclama Cela) como una “experiencia límite” porque nada queda en ella de los rasgos constitutivos del género, “ni argumento, ni espacio, ni tiempo”. La disolución absoluta de lo novelesco en un millar de “mónadas” y la prosa a modo de salmodia funeraria sin un solo punto confluyen en un himno litúrgico.

Por las fechas del nacimiento de El Cultural ofrecía Cela uno de sus textos más notables de esta vertiente vanguardista, Madera de boj. Un narrador principal evoca la caravana de varios cientos de personajes camino de la hermosa villa gallega de Noia. En su caótica verborrea amasa la experiencia entera de la vida: magia, escatología, misterio, horrores, el tonto del pueblo y la Santa Compaña... Con todo ello construye un mito general, el país de Fisterra. De este modo, desaparece la presentación del hombre en un concreto marco histórico y social y Cela la sustituye por una apreciación metafísica desoladora, nihilista, de la naturaleza humana. Esta forma literaria recoge la genuina visión del mundo del escritor gallego.

Nos dejaron

En estos 25 años también nos dejaron, entre otros, los escritores Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999), Carmen Martín Gaite (1925-2000), Terenci Moix (1942-2003), Carmen Laforet (1921-2004), Francisco Umbral (1932-2007), Francisco Ayala (1906-2009), Miguel Delibes (1920-2010), Jorge Semprún (1923-2011), José Luis Sampedro (1917-2013), Ana María Matute (1925-2014), Rafael Chirbes (1949-2015), Juan Goytisolo (1931-2017), Juan Marsé (1933-2020), Almudena Grandes (1960-2021), Javier Marías (1951-2022)...