El primer artículo que publicó José Ortega y Gasset (Madrid, 1833-1955) fue a los 19 años y era una crítica literaria sobre Valle-Inclán en el Faro de Vigo. Corría el verano de 1902. Su bautizo de tinta le daría la fuerza de expresión necesaria para conectar con la sociedad y exhibir “una de las prosas más bellas que se han escrito en español”, como señala Javier Zamora (autor de Ortega y Gasset: la aventura de la verdad, Shackleton Books, 2022) en el prólogo a Nací sobre una rotativa” (Tecnos), de Ignacio Blanco Alfonso.
Para el autor de La rebelión de las masas, la claridad es la cortesía del filósofo. Así que desde el principio puso en práctica su exquisita educación en géneros como la crónica, la crítica literaria, el editorial, la necrológica o en lo que llamaba “notas de andar y ver”. Prueba de que “nació sobre una rotativa” es el hecho de que su padre, José Ortega Munilla, era uno de los grandes periodistas de la época, y su abuelo, Eduardo Gasset y Artime, fue fundador de El Imparcial, periódico en el que veló sus primeras armas periodísticas.
De la placenta tipográfica nacía así nuestro gran filósofo, que estuvo vinculado al citado Faro de Vigo, El imparcial (desde 1904), Europa (1910), La Prensa de Buenos Aires (1911), España (1915), El Espectador (desde 1916), El Sol (desde 1917), La Nación de Buenos Aires (desde 1923), Revista de Occidente (desde 1923), Crisol (1931) y La Luz (1932). “No es exagerado decir que la obra de Ortega no se entiende sin el periodismo”, sentencia el profesor Blanco, catedrático de Periodismo en la Universidad CEU San Pablo.
Ortega estaba convencido de que la modernización de España pasaba por la europeización y así lo defiende en sus artículos en El Imparcial
Tuvo una “casa solariega” en El Imparcial. Al fin y al cabo el periódico era propiedad de su familia materna, los Gasset, y al frente del rotativo estaba su padre, el mencionado Ortega Munilla, que además tenía sillón en la Real Academia Española. A sugerencia suya será enviado a Berlín como corresponsal y se estrenará con un viaje de Alfonso XIII a la capital alemana. “Será la última vez que hallemos a Ortega enfundado en el traje de cronista”, señala Blanco en Nací sobre una rotativa.
Pretende, según el profesor Blanco, “desenmascarar la verdadera esencia de las cosas”, a través de las frágiles páginas del periódico. En el Faro buscará un estilo propio. Está convencido de que la modernización de España pasa por la europeización y lo defiende en sus artículos en El Imparcial. Entre 1911 y 1915 canaliza sus preocupaciones entre la política y la estética. En 1914 hará una declaración de principios en la conferencia Vieja y nueva política. "Vamos a inundar con nuestra curiosidad y nuestro entusiasmo los últimos rincones de España", señala.
['Revista de Occidente', los cien años de un potente motor intelectual]
1916 será un año decisivo en su carrera. El primer filósofo español viajará por primera vez a Argentina y Uruguay y vivirá la puesta en marcha de El Espectador, el intento frustrado de compra de El Imparcial y la fundación de El Sol, el gran proyecto del autor de Meditaciones del Quijote. “¿Quién podrá lanzarme la acusación de vivir en torre de marfil?”, señala Ortega. De ese vértigo informativo nacerá el tándem formado por Ortega y Gasset y Nicolás María de Urgoiti, “condenados”, por distintas vicisitudes, a fundar El Sol, “órgano y tribuna -según Blanco-, de una sola política nacional de signo moderno“ que renunció a la información taurina y que “pasó de puntillas sobre crímenes y otros asuntos sangrientos o escandalosos, temas preferidos por el público”.
En los años 20 culmina su producción periodística. Además de la política aparecen en su “bello estilo” series de artículos que darán forma a la España invertebrada. También la crítica literaria, la filosofía y la estética e incluso, explica Blanco, necrológicas como la escrita en memoria de Benito Pérez Galdós, publicada en enero de 1920. Dos años después muere su padre y ya se atisba en el horizonte su gran proyecto de referencia, la Revista de Occidente, que nacerá en 1923 junto a sus colaboraciones en La Nación de Buenos Aries.
Sobre la Revista de Occidente pondrá toda su pasión y experiencia y de sus principios nacerán auténticas máximas periodísticas: “¡Claridad, claridad demandan ante todo los tiempos que vienen! El viejo cariz de la existencia va siendo arrumbado vertiginosamente, y adopta el presente nueva faz y entrañas nuevas. Hay en el aire occidental disueltas emociones de viaje: la alegría de partir, el temblor de la peripecia, la ilusión de llegar y el miedo a perderse”.
Célebre y celebrado fue su Aldabonazo, desde Crisol, con motivo del rumbo que vio en la II República. Estas fueron las palabras con las que hizo historia: “Una cantidad inmensa de españoles que colaboraron en el advenimiento de la República con su acción, con su voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen ahora entre desasosegados y descontentos: ¡No es esto, no es esto! La República es una cosa. El radicalismo es otra. Si no, al tiempo”. Y el tiempo habló de forma trágica.
Ortega y Gasset muere el 18 de octubre de 1955. “Toda mi vida he tenido que estar atado en la galera de escribir artículos”, señalaba dos años antes. “He vivido en la intemperie del periódico, no sólo como colaborador, sino como pluma anónima. He asumido durante toda mi vida los riesgos y enojos de la profesión periodística, y además he vivido económicamente de ella”.