Será bueno decir de entrada que el profesor Ródenas (que ya se había acercado otras veces al personaje) ha hecho un trabajo minucioso y hasta prolijo en bien, sobre uno de nuestros mejores críticos modernos –afanoso por conocer novedades– y que, además (y no hablo de sus inicios poéticos ultraístas, el libro Hélices) fue un brillante escritor, porque su prosa de ensayo –pienso en Ortega– es una prosa sápida, con estilo.



Nacido en Madrid en 1900 y muerto en Buenos Aires en enero de 1971, con 70 años, Guillermo de Torre es un faro de nuestra Edad de Plata. ¿Olvidado hoy? Todo anda hoy en baja, con una cultura tan empobrecida, pero, sin duda, presente con todo –Renacimiento ha reeditado hace muy poco Literaturas europeas de vanguardia, libro emblemático– y a veces recordado, con sentido y no tanto, como cuñado de Jorge Luis Borges, al haberse casado –y la unión duró siempre– con Norah, la hermana menor de Borges y muy notable pintora.



Todos se conocieron en un Madrid que hervía de novedades, en 1920, y casi de entonces data un corto y hermoso texto de pudoroso amor, que Guillermo le da a Norah y que esta (que murió en 1998) conservó toda su larga vida. Ella había sido pretendida casi a la vez, por otro vanguardista diferente, Adriano del Valle.

El orden del azar

Domingo Ródenas de Moya



Anagrama, 2023 577 páginas. 29,90€

¿Porqué digo que es necesario y no tanto relacionar a De Torre con Borges? Fueron amigos y cofrades en la aventura ultraísta (que conoció la primera poesía de Jorge Luis) pero, a la larga, la evidente relación familiar y la mucha y buena vinculación de Torre con Argentina, donde también fue el magnífico creador y editor de Losada, no hace sino mostrarnos dos carreras literarias muy distintas, aunque llenas de relaciones comunes, digamos las que giraban entorno a Sur y su alma mater, Victoria Ocampo.



En 1943 los hermanos políticos publican dos libros fundamentales, De Torre La aventura y el orden –su sentido de tradición y vanguardia– y Borges el espléndido libro de relatos Ficciones. Dos caminos nada antagónicos que podrían parecerlo. Pero el Borges de su madurez apenas se refirió al marido de su hermana.



Guillermo de Torre se hubo de mover desde muy temprano entre España y Argentina, y llegó a tener ambas nacionalidades. Su libro de 1925, Literaturas europeas de vanguardia, fue un hito continental, que, con brillante estilo, denotaba el conocimiento cercano y la conexión personal con los nuevos vanguardistas, desde Marinetti a Tzara, pasando por Breton, Apollinaire o Gómez de la Serna. Ese afán por lo nuevo (pero también luego por su basamento renovado en la tradición) llega hasta sus lecturas de Benet o Martín Santos e incluso los novísimos de Castellet, pero sobre todo (su último libro, 1970) a su panorama de la nueva crítica en Nuevas direcciones de la crítica literaria.

Es esta una obra minuciosa sobre uno de nuestros mejores críticos, y además un buen escritor

Antifranquista lógico –aunque regresó varias veces a España, de visita– y fiel a una República ideal, será De Torre otro cabal ejemplo, como JRJ, con quien tuvo notable correspondencia, de esa discutida e importante Tercera España. Pero si el Torre español no dejó de terciar por novelistas que podían zozobrar en los exilios (Benjamín Jarnés, Rosa Chacel o Ayala), el Torre argentino es el que aboga por Güiraldes y su Don Segundo Sombra, el que se interesa por Bioy Casares y, en suma, el que está en la dirección de Sur, lo que supone –junto a tantos visitantes extranjeros, de Waldo Frank a Drieu la Rochelle entre muchos– a los argentinos Eduardo Mallea, Oliverio Girondo, Silvina Ocampo o González Lanuza. Y en el recuerdo, Lorca, Unamuno (a quien siempre profesó más que respeto) o Alberti, en la propia Argentina… ¿No es importante Guillermo de Torre? Mucho. Como elogio: El libro del profesor Ródenas es caudal.