Tan solo el fin del mundo es el nuevo trabajo del actor Israel Elejalde como director. Si estuviéramos en Francia presentaría antes al autor, Jean-Luc Lagarce, dramaturgo de finales del siglo XX incorporado al repertorio de la Comedie Française y que goza de gran prestigio.
En nuestro país ha sido escasamente representado, Oriol Broggi montó este mismo título hace tres años en Barcelona y en catalán y también fue adaptado al cine por Xavier Dolan en 2017.
Como se ve, es uno de los títulos que más gustan del dramaturgo, escrito en 1990. La obra tiene un inicio misterioso e intrigante. Louis, interpretado por Eneko Sagardoy en esta coproducción que acaba de estrenarse en Matadero, vuelve al hogar familiar como hijo pródigo después de mucho tiempo sin dar noticias de su vida.
Al principio nos cuenta que vuelve a su pueblo ante la inminencia de que va a morir. Luego nos enteramos de que huyó de allí para labrarse una brillante carrera de escritor. La obra es, por tanto, la historia de un final de viaje.
['Forever', gestos que no mienten]
Se presume que la pieza tiene mucho de biográfica, ya que fue escrita por Lagarce tres años antes de su muerte por sida, a los 38 años. Pertenece a la categoría temática de obras de “familias en crisis”. Sin embargo, no esperen una pieza sobre desavenencias concretas entre sus miembros, ya que se estructura como una cadena de soliloquios psicológicos y melancólicos que evitan deliberadamente la interacción dialógica entre los personajes.
Estos tienen largas tiradas de texto y la puesta en escena subraya su incomunicación evitando que los actores se miren o, incluso, que hablen de espaldas. Queda manifiesto la intencionalidad de Lagarce por desmontar en esta pieza el mito de la familia como refugio de amor incondicional.
La puesta en escena recrea un ambiente triste, frío, distante, protestante. Sagardo dice bien su texto, pero hay una falta intencionada de emoción y eso que sabemos que su personaje oculta algo importante. Todos los personajes tienen su momento para hablar y hablar y hablar, largos parlamentos que suenan poéticos, también cansinos y aburridos, farfolla textual que de repente nos descubre una frase audaz o inesperada, que apunta a otro lugar, a otra dimensión, como ocurre en la vida.
La complejidad de los textos es sorteada con maña y precisión por los estupendos actores del elenco -María Pujalte, Irene Arcos, Yune Nogueiras, Raúl Prieto-, aunque no sepan bien por qué deben comportarse tan artificialmente. Parece como si la consigna fuera “sentiros extraños unos a otros, no tenéis nada en común”. Únicamente la escena de Sagardoy con Raúl Prieto, que interpreta al hermano airado, hace saltar la electricidad.
['Who killed my father', teatro político y traumático]
Para complicar las cosas Elejalde ha doblado al protagonista con un bailarín (Gilbert
Jackson), una especie de alter ego que con sus movimientos quisiera contarnos lo que el actor no puede expresar con sus palabras y silencios. Gratuito, dilata el desarrollo y hay momentos que entre el actor, el bailarín y las proyecciones videográficas, en las que visualizamos imágenes de la infancia de los protagonistas, no sabemos a dónde mirar.
La escenografía, de Monica Boromello, es tan fría y distante como el ambiente descrito, reproduce un moderno hogar en blanco y negro que, a modo de metáfora, se
desvanecerá en la segunda parte.
Tan solo el fin del mundo
Naves del Español, hasta el 7 de enero de 2024
De Jean-Luc Lagarce
Dirección: Israel Elejalde
Traducción: Coto Adánez
Con Irene Arcos, Yune Nogueiras, Raúl Prieto, María Pujalte, Eneko Sagardoy
y Gilbert Jackson
Diseño espacio escénico: Monica Boromello
Diseño de iluminación: Paloma Parra
Diseño de sonido: Sandra Vicente
Diseño de vestuario: Sandra Espinosa
Composición musical: Alberto Torres
Diseño de videoescena: Pedro Chamizo
Producción: Teatro Español y Teatro Kamikaze