Más allá de la erupción de Grindavík: un viaje literario por Islandia volcán a volcán
En su ‘Atlas novelado de los volcanes de Islandia’, Leonardo Piccione recorre los numerosas calderas que llevan siglos erupcionando en Islandia a través de sus historias, mitos y leyendas.
22 diciembre, 2023 02:29Fueron los monjes irlandeses quienes en el siglo VI describieron Islandia como un ‘globo de fuego’ en medio de un mar ‘burbujeante como un caldero’. Fruto de una particularidad geológica, situada en la cresta del Atlántico medio, en el límite de las placas tectónicas entre América y Eurasia, el país tiene 32 sistemas volcánicos activos, cada uno de ellos compuestos a su vez de numerosos volcanes o fisuras eruptivas, lo que, según el catálogo del Smithsonian Institute, hace que se alcancen unas 522 entidades sísmicas.
A medida que uno va accediendo a sus datos, los números no hacen más que aumentar este asombro. Por ejemplo, que a lo largo de su historia, se han registrado más de 260 erupciones. Las últimas en marzo de 2021, agosto de 2022 y julio de 2023 en la región de Reykjanes, cuya península había permanecido inactiva durante casi 800 años y que, en las últimas 48 horas, ha vuelto a iluminar la tierra abriéndose paso a través de la lava en las inmediaciones de la ciudad pesquera de Grindavik, a 50 kilómetros al suroeste de Reikiavik, capital del país.
Su erupción no ha pillado por sorpresa a sus poco más de 3.000 habitantes, que permanecen evacuados desde que el pasado mes de noviembre las autoridades del país alertaran de una posible actividad volcánica. Finalmente, después de semanas de intensos terremotos y temblores, precedidos por fuertes seísmos registrados durante una hora, el magma ha emanado de un volcán aún si nombre.
Es de suponer que, como ya sucediera en 2021, con el volcán Fagradalsfjall, su nombre se decidirá en un referéndum popular en Grindavik. Como en una ocasión dijo el escritor Hallgrímur Helgason: “Aquí, cada diez años o menos, aparece una nueva montaña o un nuevo campo de lava al que toca buscarle un nombre. Es el país mismo el que nos hace creativos”.
Los volcanes, fuente de literatura
“Los volcanes son la manifestación más evidente de las inquietudes del universo”, afirma Leonardo Piccione en Atlas novelado de los volcanes de Islandia que Nórdica acaba de publicar oportunamente. Fuente inagotable de inspiración y de historias, este libro reúne 46 leyendas y relatos vinculados a estos cráteres, que abarcan desde las aventuras de los primeros colonizadores de la isla hasta las hazañas de los exploradores, las sagas nórdicas, el folclore y sus leyendas.
No en vano, como recuerda este autor italiano, “los pueblos primitivos del planeta han creído durante siglos que esas extrañas montañas estaban habitadas por dioses caprichosos, cuya ira solo era aplacable en algunos casos gracias a sacrificios”.
Historias, por supuesto, hay muchas. La erupción del Eldfell en 1973, por ejemplo, que amenazó con enterrar bajo lava a un pueblo de 5.500 habitantes, no contó con la firme oposición de sus ciudadanos. Estos hombres, ataviados con chorros de agua de mar, a un ritmo de cien litros por segundo que alcanzó los veinte mil por minuto, consiguieron desviar el curso de su fuego.
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Tal vez porque, como señala Piccione, los volcanes destruyen, pero también construyen, “la erupción del Eldfell amplió una quinta parte la extensión de la isla más grande del archipiélago de las Vestmann”. Su campos de lava son hoy carreteras y senderos peatonales.
No todos los relatos tienen final feliz. Entre las páginas de este particular Atlas novelado resalta también el eco de tragedias como la del Laki, que en 1783 expulsó la erupción más catastrófica que se recuerde en la historia de Islandia, arrasando con la vida de miles de personas y provocando una hambruna que duró tres años en todo el mundo, lo que la convierte en unas de las mayores catástrofes medioambientales de la historia.
Pero también, nos habla de épicas montañas como el Katla o el Grímsvötn, este último conocido por emitir “un alto flujo de calor, superior incluso al producido por el supervolcán norteamericano Yellowstone”.
De él, cuenta Piccione que “entre la una y las dos de la madrugada del 22 de mayo de 2011, durante la última de las 70 erupciones conocidas del Grímsvötn, la Oficina Metereológica islandesa registró la cifra récord de 1.298 rayos volcánicos”.
De prisión de Judas a puerta del Hades
No obstante, si hubiese que elegir un solo cráter, ese sería el Hekla. Rey de los volcanes islandeses, se calcula que ha alcanzado más de veinte erupciones desde el año 874 hasta hoy. Con un curioso récord: el volumen del material expulsado por él a lo largo de los siglos es superior al de casi todos los demás volcanes del mundo, según cuenta Piccione.
Al contrario que el volcán de Grindavik, el Hekla es difícil de predecir y se suele desaconsejar realizar excursiones sin guía al monte. Entre las leyendas islandesas, destaca el relato que registró en 1.500 el físico alemán Caspar Peucer: “Del abismo sin fondo del Hekla ascienden gritos melancólicos y sonoros lamentos, y se escuchan desde muchísimas millas de distancia. Cada vez que en el mundo se libra alguna batalla o se produce un derramamiento de sangre, de la montaña llegan alaridos, llantos y rechinar de dientes".
Reykjanes, chamuscada por el magma
En Grindavik, también, rechina hoy la tierra alrededor de los surcos de fuego. Situado en Reykjanes, a 50 kilómetros de la capital, esta localidad, cercana al turístico balneario de Blue Lagoon, es una de las pocas ciudades que cuenta con un puerto en su costa.
Desde que comenzó la erupción del volcán hace unos días, se han registrado 320 movimientos sísmicos y no se descarta que se produzcan más erupciones, mientras su población, a salvo, sigue evacuada desde que el pasado 10 de noviembre se les instara a salir de sus hogares.
Sobre Reykjanes, escribe Piccione, es una región que no dice nada, “no tiene grandes montañas y tampoco grandes ideas. Este esputo de península es sobre todo lava, lava negra y manchas de hielo.
Algunos días, el mar que la acosa parece casi una promesa, un plan de huida, sin embargo, ni siquiera el mar dice la verdad. Hace siglos que los marineros de la zona hablan de extrañas interferencias: en aquella parcela del océano las brújulas parecen perder la orientación: las agujas magnéticas –que deberían guiarlos- se emborrachan”.
Testigo en 2021 de uno de los últimos brotes volcánicos de Fagradalsfjall, escribía entonces Piccione: “El nuevo volcán ha venido a nacer en el lugar y del tipo mejor que se pudiera esperar, dicen los expertos: la erupción no amenaza a los centros habitados, es relativamente accesible, encerrada y sobre todo previsible en su evolución. Permite que los espectadores se acerquen como a una instalación artística”.
Borrachos de literatura y de magia, mientras esperamos a que la nueva erupción responda a esos criterios, la lava sigue atrapando las miradas de quienes a distancia contemplamos este espectáculo de la naturaleza.
Como escribió Jón Kalman Stefánsson en Grande como el universo: “Luego sale el sol. Antes hay una erupción que borra las estrellas del cielo, esos perros cariñosos, luego se levanta, se levanta majestuosamente por encima de la península de Reykjanes chamuscada por el magma. Lentamente mana, y nosotros estamos vivos”.