'Orquesta': noche de verbena y fiesta literaria en la aldea inventada de Miqui Otero
El autor exhibe su creatividad en su nueva novela, ambientada en el final de un verano donde conviven la oralidad y las leyendas.
9 abril, 2024 02:00Miqui Otero (Barcelona, 1980) sitúa la acción de Orquesta en Valdeplata, lugar imaginario de El Valle de unas 350 personas censadas que se ganan la vida "con una economía mixta, madera y huerta, mar domado y monte industrial, una fábrica de cerámica y varios bares". A la aldea, "una tierra fértil que no se traduce en una tierra rica", acuden unos 600 visitantes en verano. A partir de estos datos pensamos, de inmediato, en otra novela sobre la España vaciada.
Pero, salvo en esa descripción, en nada coincide con una moda narrativa reciente. Al revés, se encuentra en las antípodas del neonaturalismo y la alarma sociológica habituales en estas obras. Miqui Otero se vincula con la fraga de Cecebre, el bosque mágico de Fernández Flórez por donde marcha la Santa Compaña, y con la Fisterra de la visionaria Madera de boj de Cela, aludida en el libro. También, si bien de manera más difusa, con el primitivismo de las fabulaciones gallegas de Valle-Inclán.
La acción se emplaza en la fiesta de despedida de un verano de nuestros días amenizada por la Orquesta Ardentía. Muchas anécdotas suceden, o se convocan, a lo largo de la noche. Todo concluye al amanecer y queda pendiente de que el baile se repita un año después, con las mismas inquietudes y vivencias que en el presente. La trayectoria de la novela participa, sin especificarlo, de la creencia en un mítico eterno retorno.
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Semejante visión colectiva se establece mediante una composición bastante compleja que no llega al destinatario de forma sencilla. Lo facilitaría el libro si llevara un índice de contenido, pues en él se vería que se abre y cierra con sendos capítulos rotulados con un 0 y que entre ellos se alojan 10 apartados en números latinos y otros tantos en números romanos.
Se trata, pues, de un relato alternante cuyos episodios los refieren distintos narradores: en unos habla la Música (la Música de la Historia, se especifica) y en otros diversos personajes. Frente a esta dificultad formal, sirve de ayuda una inicial lista de dramatis personae. En conjunto, escuchamos una peripecia de corte coral marcada por la oralidad. La presencia a lo largo del libro de un Niño de la Bici Roja proporciona un claro nexo unitario, pero los aludidos protagonistas tienen fuerte valor individual.
Miqui Otero se revela como un fabulador que se sale de los parámetros realistas convencionales
Entre ellos encontramos a un centenario Conde del Valle, señor feudal en sórdido litigio con sus descendientes; al septuagenario jubilado de la Danone, dolida víctima de sus inclinaciones sexuales; a una sesentona exconsejera autonómica; a un cincuentón inversor en criptomonedas; al cuarentañero autor de varias novelas; con 33 años, a una responsable de redes sociales; con 20, a un conductor de furgoneta o con 11 años a un par de chicos (el dicho jinete de la bici y una niña que luce festivo vestido con volantes). Un feto de 36 semanas completa el recorrido por la posible duración de la vida.
No menciono otros personajes, de no menor importancia, y sus circunstancias porque esta nómina basta al propósito de señalar la escritura muy intencionada de Miqui Otero. La cual se aprecia también en la convivencia de leyendas y de ultimísima tecnología, de sucesos misteriosos y de notas casi de denuncia social, de la magia y del documento histórico, de costumbrismo y poesía.
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Todo esto nos presenta a un fabulador que se sale de los parámetros realistas convencionales y al que le mueve una profunda creatividad. También en la prosa se ve a un escritor versátil que maneja con placer y cierto virtuosismo muy distintos registros verbales.
Miqui Otero encarna con no poco humor en una verbena popular, un teatrillo local convertido en simbólico teatro del mundo, la representación de los dolores y esperanzas humanas. Esta idea original merece, sin embargo, un reparo: la animada peripecia nocturna, demasiado larga, resulta reiterativa. Además, se resiente de un despliegue excesivo de recursos técnicos que sofocan la emoción.