No podemos disimular nuestra querencia por la categorización, una deriva que indefectiblemente nos aboca al reduccionismo. Franz Kafka (Praga, 1883-Viena, 1924) se reveló en nuestro imaginario como el escritor fatalista, enigmático y huraño por excelencia. Fue gracias a Max Brod, escritor que tuvo más éxito en vida que el propio autor de "La transformación". Aunque fue su mejor amigo, desobedeció la encomienda de Kafka de quemar su obra y, a su muerte, nos legó sus textos. La injusta imágen del escritor hermético y atribulado corresponde a la interpretación de estos.
No hace mucho que su biógrafo Reiner Stach contravino el establecido prejuicio. Bien es cierto que fue un tipo inseguro y nunca creyó estar a la altura de su obra, que era claustrofóbico, que tenía un miedo atroz a los ratones y que era capaz de emocionarse con libros y películas, pero no con acontecimientos de la vida cotidiana. Además de todas las curiosidades que aporta Stach a su biografía, de cuya edición española se hizo cargo Acantilado en 2016, en ningún caso fue ese cliché de "bicho raro apartado del mundo, neurótico, introvertido, enfermo e inquietante", asegura.
Aquel ejercicio reparador de su carácter, apoyado en un anecdotario en clave humana que incluye su pasión por las novelas de indios o el hecho de que aprobara haciendo trampas un examen de Bachillerato, se complementa ahora con una revisión también a propósito de su obra.
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Fue este miércoles en la presentación de Franz Kafka. Cuentos completos, recién publicado por Páginas de Espuma con motivo del centenario de su nacimiento, cuando el escritor Andrés Neuman, prologuista del volumen, aseguró que la compilación de su narrativa breve, además de ser "el corazón de su obra" y "la mejor puerta" para entrar en ella, "derriba los tópicos kafkianos".
Antes que parabólico, uno de los rasgos más atribuidos a su corpus literario, es más interesante la exploración de Kafka en lo físico, deslizó Neuman. Esto es, los "cuerpos vulnerables" encarnados por trabajadores que sobreviven a la explotación de sus oficios o por personajes relacionados con la guerra —no olvidar la relevancia del marco histórico—.
La "inmovilidad forzosa" —expresada en cuentos como "Un médico rural"—, la "espera agónica" o los "espacios inabordables" —"herméticos, intrincados, inaccesibles"— son algunas de las coordenadas temáticas que localiza Neuman en su jugoso prólogo. También fue Kafka "más lírico y sensual de lo que imaginábamos", añadió el propio Neuman en la presentación. Y no se olvida de la impronta de "humor negro o tragicómico" que salpica buena parte de sus relatos. Ni de su maestría para las elipsis.
Kafka, según la observación del prologuista, escribe además desde una "identidad desplazada, hecha de minorías: demasiado judío para el canon alemán de entreguerras (sus tres hermanas, al igual que Milena, murieron en campos de concentración), demasiado germanófono para la tradición nacional checa, demasiado incómodo para el futuro soviético de su Praga natal y muy distinto de su padre".
Una obra sobreinterpretada
En esta línea, Neuman detecta a un Kaka "mucho más político de lo que hemos querido recordarlo porque no interesaba". "Elusivamente político", matizó, pues las tramas no presentan un especial contorno en este sentido, sino que lo importante está en lo que en ellas subyace. Por ejemplo, el cuento "Un artista del hambre" revela cómo el progresivo adelgazamiento al que se ve sometido el protagonista se corresponde con la insatisfacción o el cansancio, otra de las preocupaciones constantes que refleja su producción literaria.
"Aquí están todos los Kafkas que hay en Kafka", resumía Neuman. Atender solo a las interpretaciones que cada uno de sus relatos deja abiertas sería "errar el tiro", ha puntualizado. Y aunque admite —con sorna— que resulte "intolerable" que Kakfa no tuviera nunca problemas con sus jefes, la dimensión de su obra trasciende mucho más allá del personaje que hemos construido a partir de ella. Alberto Gordo, traductor de los textos que componen el volumen, apoya la moción considerando que "Kakfa ha sido muchas veces sobreinterpretado".
También periodista y colaborador habitual de El Cultural, Gordo hizo algún apunte relativo al estilo, que no resulta tan sencillo como habitualmente se sostiene. "Tal vez en lo superficial", admite; nunca en las tripas. En su "Nota del traductor" afirma que "la pureza de su escritura" es resultado de "una mezcla insólita de sencillez y manierismo". Cuando le preguntamos por los referentes que lo condujeron a este logro de estilo, asegura que es cosa suya, y es precisamente aquí donde reside su grandeza.
Al respecto, el traductor recordó que la gran eclosión de su escritura se produjo en 1912, año en el que alumbró cuentos inolvidables como "La condena", "La transformación" —conocida también como "La metamorfosis" gracias a la traducción de Borges— y "El fogonero", primer capítulo de El desaparecido, una de las tres novelas largas —junto a El proceso y El castillo— que escribió en su vida y que, por razones obvias, no están incluidas en este volumen.
En cuanto a Max Brod, considera que "modificó demasiado los textos" —incluso tituló algunos por su cuenta y riesgo, razón por la que en esta edición aquellos estén sustituidos por el inicio de la primera frase del relato—, por mucho que le debamos la publicación de los mismos. Y advirtió, a propósito, de una posibilidad: que esta compilación no corresponda técnicamente a su narrativa breve completa, pues algunos de los relatos de Kafka están extraídos de diarios, otros son prosas breves y otros son exentos de otras obras, como ocurre con el mencionado "El fogonero".
Los cuentos, en todo caso, se presentan por orden cronológico: desde "Descripción de una lucha", supuestamente el primer relato que escribió, y "las prosas breves y a veces lúdicas" de Contemplación, su primer libro publicado, hasta los textos ya integrados en lo que se ha venido a llamar "lo kafkiano": más inquietantes, elípticos y, a veces, sobrenaturales. Así dos impresionantes obras póstumas: "He provisto la construcción…" y "Cómo ha cambiado mi vida".
La escritura rápida
"Las obras más perfectas de Kafka se escribieron en poco tiempo", señaló también Gordo, que opina que el autor "se lo pasaba bien escribiendo", más allá de la reputación de maldito que arrastra. Uno de esos textos es "La condena": la escribió de un tirón.
Por si no fuera suficiente la relevancia de este volumen, por "el rigor filológico y el interés literario" que presenta según lo apuntado por Neuman, Franz Kafka. Cuentos completos está cuajado de ilustraciones a cargo de Arturo Garrido. El artista, que ha colaborado en la edición de los últimos clásicos publicados por Páginas de Espuma, se ha inspirado esta vez en el estilo de los dibujos del propio Kafka. "Son la representación gráfica de su universo creativo", aseguró este miércoles.
Lo que no encontrará el lector es una ilustración que aluda al presunto insecto en el que aparece reconvertido George Samsa en "La transformación". Aunque haya sido representada en incontables ocasiones, lo cierto es que Kafka no quería que apareciera en las ediciones de sus libros. "Incluso hizo cambiar una portada por esto", relató Gordo. A Garrido también le parecía más interesante proyectar lo sugerente que lo evidente. Para Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma, el trabajo del ilustrador también actualiza la lectura de esta obra.
Casamayor informó, además, de la versión audiolibro (disponible en Audible) de esta publicación, siendo el primer clásico de la colección que se integra en este soporte. Y siguiendo con los clásicos, anunció el lanzamiento en otoño de los cuentos completos de Joseph Roth. Gordo volverá a hacerse cargo de la traducción —como hiciera con Zweig— en un volumen que incluye también algunos ensayos "a modo de bonus track". Para 2025 ya esperamos la nueva traducción de la narrativa breve de Edgar Allan Poe, primer autor editado en la colección de clásicos, y el lanzamiento de los cuentos de Ray Bradbury, autor de Fahrenheit 451.