Karmelo C. Iribarren: "Los 80 fueron como darle a un niño una pistola cargada"
El poeta de la calle, de la vida, del mar y de los bares conversa con El Cultural a propósito de 'La última del domingo', su nuevo y premiado libro.
9 mayo, 2024 02:36Poeta en la calle y de la vida, del mar y de los bares, Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) sigue empeñado en contar la cotidianidad y dar fe de "lo que veo, lo que siento, lo que pienso".
Sin embargo, ahora, en La última del domingo (Visor), poemario ganador del último Premio Hermanos Argensola, su pesimismo parece haberse acentuado a pesar de su sentido del humor.
Lector precoz y voraz, Iribarren es autor de una quincena de libros de poemas considerados los mejores del realismo sucio español. Amable y bienhumorado, a pesar de los numerosos premios obtenidos (el Euskadi de Literatura, el Ciudad de Melilla, el English Book Award, o el Hermanos Argensola concedido a La última del domingo), con los años su descreimiento parece haberse agravado.
[Crítica de la 'Poesía completa' de Karmelo C. Iribarren y del libro 'Un lugar difícil']
Pregunta. ¿Qué le hace desconfiar de la esperanza?
Respuesta. "Esperanza, araña negra del atardecer", dice Ángel González en un poema. Y termina: "Mi corazón, tu nido: muerde en él, esperanza". A veces el pesimismo es tan absoluto que la esperanza puede incluso ser venenosa. El poeta asturiano hablaba de la situación política, del entorno, creo yo. Mi falta de esperanza, curiosamente, también tiene que ver con lo que me rodea, con lo que veo (la gente es gente y no piensa enmendarse), pero en mayor medida con el paso del tiempo, es decir, uno se hace viejo, es ley de vida.
P. Entonces, ¿es este su libro más triste y desesperado?
R. No lo sé. Eso se ve mejor pasado un tiempo. Hay varios poemas cuyo tema o asunto es el atardecer, y eso inevitablemente le da al libro un aire elegíaco, de despedida. Basta recordar el título, La última del domingo, es decir, la última del último día. Y hay poemas que indagan en la infelicidad, en la falta de suerte, etc. Pero hay también mucha ironía, y hasta humor en algún poema, lo que equilibra la balanza. (Esperemos que sea así, de otra manera, pobres lectores).
"A mí no me expulsaron de ningún paraíso y la vida no me sorprendió con sus zarpazos, era algo con lo que contaba"
P. ¿Ha logrado ya reconciliarse con su terrible infancia?
R. "El niño que fui me mira como pidiéndome explicaciones y no sé qué decirle", escribí hace unos años en Diario de K. Quizás haya algo de verdad en esas palabras y mi reiterada vuelta a la infancia en poemas y otros textos obedezca a eso, a la necesidad de explicarle a aquel niño por qué su infancia fue la que fue y no otra. En la parte buena está el que a mí no me expulsaron de ningún paraíso, no tuve ni de lejos ningún pequeño reino afortunado, y la vida no me sorprendió con sus zarpazos, era algo con lo que contaba.
»Todo esto lo explico en un poema titulado "Que la vida iba en serio", es un poema breve, real, doloroso; está en mi libro Ola de frío. Mi juventud fue más que triste, borrascosa, y resacosa, como la de muchos de mi generación. Lo he dicho alguna vez, la década de los 80, además de maravillosa, fue terrible, algo así como darle a un niño una pistola cargada.
P. ¿Por qué la felicidad ajena, el éxito de lectores y crítica o los premios, causan tantos amigos poetas damnificados?
R. "Hay gente que es capaz / de cualquier cosa / cuando ve una sonrisa". Así acababa un poema que escribí en los 80. Este al que te refieres es casi un desarrollo de aquel, su ampliación, ni siquiera sé si es mejor, puede que sí. Este país es bastante cainita, sí, pero la envidia (por cierto, lo mío no da para que me envidie nadie) es universal, está en la condición humana. Envidiar es una pérdida de tiempo, pero hay gente que no puede evitarlo.
P. Hace tiempo me dijo que los temas de sus libros se habían reducido a dos, el paso del tiempo y el tiempo que hace.
R. Es que son dos temas muy importantes. A esta edad conviene no coger catarros, por ejemplo, porque lo mismo uno se envenena y te entierra. Es una edad difícil, la esperanza queda casi reducida a llegar al día siguiente, y es conveniente tener siempre un paraguas cerca. Si lo sabré yo, que soy el poeta de los paraguas.
P. ¿Teme a la muerte?
R. No sé si es miedo lo que produce la muerte, creo yo que más bien tiene que ver con que hay unas cuantas cosas (leer, pasear…) que te gustaría poder hacer eternamente, y algunas personas a las que te gustaría seguir viendo. Renard dijo que el paraíso en la tierra era imposible, pero que sí podían darse trocitos de paraíso. Un café en un bar con un amigo, charlando, mientras cae la noche, puede ser uno de esos trocitos. Hay otros, claro. Y la muerte te arrebata todo eso.
"La política me dejó de interesar, por más que en el País Vasco es casi una obligación. Los políticos deberían mentir menos"
P. ¿Es "Sumando logros" una suerte de epitafio en vida, una confesión, su autorretrato?
R. Es una especie de pequeño inventario vital, con un final humorístico, pero no por ello menos cierto. También ahí se alude a los "damnificados" de los que hablábamos antes. A todos, incluso a los que ni somos ni poseemos gran cosa, nos está asignada una pequeña cuota de ellos. Algunos pueden arrancarnos a veces una sonrisa, a su pesar.
P. Confesó hace unos años que no era ni llegaría a ser el poeta que soñó. ¿Esa frustración es real o solo una broma?
R. En realidad, yo quería ser un poeta muy parecido al que he acabado siendo, en el supuesto de que lo sea, claro, un poeta de línea clara, a pie de calle, atento a los aconteceres rutinarios de la vida, a esas pequeñas cosas donde, en principio, no parece que pueda encontrarse la poesía, tan dada a remontar el vuelo o a volverse enigmática.
»Lo que sucede es que me hubiese gustado escribir mejores poemas, como a todo el mundo, y cuando uno lo piensa siente algo parecido a la nostalgia de lo que acaso no estaba llamado a ser. Al final se trata del talento, se tiene o no, o se tiene el que se tiene y le da a uno para lo que le da. A mí me ha dado para publicar quince libros de poemas que han contado con unos cientos de lectores. No es poca cosa, o así me lo parece.
"Seguramente uno no escribe para nadie en particular, pero la poesía solo sucede cuando el lector lee el poema"
P. Suele rehuir la política, pero ¿cómo ha vivido la campaña electoral del País Vasco?
R. La política dejó de interesarme hace tiempo, por más que aquí es casi una obligación. Los políticos deberían mentir menos y ser más educados, cuidar un poco las formas, pero quizás pido demasiado.
P. ¿Y cómo vive un poeta al margen de modas y corrientes?
R. Cuesta un poco más cuando vas por libre, solo, cuando no formas parte de una corriente o una estética determinada. El grupo apoya a sus miembros, ya se sabe. Pero bueno, si resistes y sigues escribiendo y publicando con regularidad al final van saliendo las cosas. Seguramente uno no escribe para nadie en particular, pero la poesía solo sucede cuando el lector lee el poema. Quiero decir que es importante que los libros lleguen a los posibles lectores, de otra manera todo esto acaba teniendo poca razón de ser.
P. ¿Es consciente de cómo ha influido en la poesía más joven? ¿Qué recomienda a los jóvenes que le piden consejos y ayuda?
R. Por mi experiencia, para escribir poesía hay que leer poesía. Y ni aún así está asegurado que lo consigas. Pero es la única manera, leer, leer, leer. Escribir es su consecuencia, viene después. Y que Dios reparta suerte. No tengo muy claro que mi obra haya influido en los jóvenes, tal vez a alguno le haya ayudado a lanzarse, por aquello de "si este puede por qué yo no". Mi poesía, por su sencillez, su accesibilidad, crea ese espejismo. Y quién sabe si a alguien le ha venido bien.