El poderoso discurso de Amin Maalouf (Beirut, 1949) tiene más impacto en su obra que en su oratoria. El escritor y pensador libanés, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2010 y secretario perpetuo de la Academia Francesa desde 2023, nos recibe en la sede madrileña de Alianza Editorial, el sello que acaba de publicar su nuevo libro, El laberinto de los extraviados, en el que arroja luz sobre el panorama geopolítico actual a partir de las historias entrelazadas de cuatro países cruciales en la configuración del mundo contemporáneo: Japón, Rusia, China y Estados Unidos.
Se muestra sobrio y prudente en cada una de sus afirmaciones. Su profundo calado resulta incuestionable, pero a lo largo del encuentro no llega a pronunciar asertos tan rotundos —incluso tan inquietantes— como algunos de los que incluye este libro. Por ejemplo, Maalouf habla de un "enfrentamiento ineludible" entre China, la gran potencia oriental del momento, y Occidente, que según su criterio sigue capitaneado por Estados Unidos, en contra de lo que muchos ya han empezado a proclamar.
Maalouf cree que "Estados Unidos sigue siendo la primera potencia militar y económica" y, en este momento, "nadie es capaz de sustituirlo". A propósito, no augura un buen destino a quien ose intentarlo. "Quienes basan sus conductas en un odio sistemático a Occidente suelen derivar hacia la barbarie, la regresión", leemos en este libro.
Además, no suelen conseguir nada a cambio. Así, los ejemplos de la URSS, que acabó desintegrada tras una guerra fría que dejó al descubierto el fracaso de su sistema económico, y de Japón, que todavía arrastra el dolor que causaron las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, lanzadas por los norteamericanos cuatro años después de que el país del sol naciente atacara la base estadounidense de Pearl Harbor en la Segunda Guerra Mundial.
Si atendemos a la capacidad profética del autor de Identidades asesinas, que pronosticó el peligro del nacionalismo hace ya tres décadas y alertó de la pérdida de valores en Occidente, sería pertinente leer con detenimiento su nueva obra. El laberinto de los extraviados destaca por su meritoria elocuencia y la claridad en la exposición de los conceptos, a pesar de la "dificultad para desentrañar la complejidad del mundo", como él mismo señala. "Tenemos la sensación de que hay problemas diferentes en distintos ámbitos de los que no sabemos salir", añade.
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Por ejemplo, Maalouf cree que Rusia sigue pagando los desmanes de la URSS. "La herencia de la Unión Soviética es muy pesada —dice—. Cuando uno mira a los países que rodean a Rusia, se percibe una hostilidad profundamente anclada en esas sociedades y que procede de la pésima y traumática experiencia que tuvieron en aquellos tiempos". "Rusia nunca ha podido superar el trauma de Stalin" y, además, "esto explica ahora el sentir de muchos ucranianos".
Por otro lado, está la responsabilidad de Stalin en "la tragedia que causó en Europa el nazismo", que se explica, en su origen, a través de la "desastrosa" gestión del poder en la Unión Soviética, según arguye Maalouf en su libro. El nazismo no habría tenido tanto éxito si las ilusiones que prometió la revolución bolchevique al proletariado hubieran llegado a buen puerto, viene a decir.
"Nadie es capaz de sustituir a Estados Unidos como primera potencia"
Y, en lo concreto, el escritor y periodista libanés asentado en Francia recuerda que Stalin impidió a los comunistas alemanes aliarse con los socialdemócratas, "lo que quizá habría impedido que Hitler llegara al poder", y firmó con este, en agosto de 1939, "el pacto que le permitió desencadenar la Segunda Guerra Mundial".
"Stalin no fue el gran responsable del nazismo, sino del bloqueo de la Unión Soviética", matiza en esta entrevista. Fue, en todo caso, "uno de los responsables". No obstante, "las condiciones impuestas a Alemania en el Tratado de Versalles jugaron un papel muy importante" en esta deriva, añade, y "los que pusieron a Alemania esas condiciones, con el auge del nazismo se sometieron en lugar de oponerse a él".
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La responsabilidad, en este sentido, también se reparte en la situación de Oriente Próximo. A saber, "Irán es una potencia regional importante y no son precisamente pacifistas: cuenta con brazos armados con Hezbolá, Hamás…". "Es cierto que unos son más responsables que otros", concede, "pero es un conflicto que dura tres cuartos de siglo y, desde entonces, hay tentativas de solución que siempre fracasan. Todos acusan a sus adversarios: la gente del mundo árabe dice que es culpa de Israel y desde Israel dicen que es culpa de los árabes".
Nada más revelador que la historia para explicar la complejidad del presente. Maalouf considera que "nos encontramos en la misma situación que en la guerra fría". Aunque el enfrentamiento no se dirime ahora entre el capitalismo y el comunismo, "cada bando intenta combatir a su adversario apoyando a una fuerza aliada en lugar de intervenir directamente".
"Stalin es uno de los responsables de la tragedia que causó el nazismo en Europa"
En lo que respecta a Ucrania, "tenemos el mismo esquema: los rusos están directamente implicados y los americanos saben que si ellos también envían tropas, asistiríamos a una confrontación directa que podría ser muy grave. Hasta ahora lo están evitando y creo que así seguirá siendo", vaticina. Con China ocurre, según Maalouf, lo mismo: "Estados Unidos podría ayudar mucho a sus adversarios, pero creo que no querrían entrar en un conflicto directo".
El escritor libanés se muestra más que benévolo con el comportamiento de Estados Unidos desde su fundación (les debemos "lo esencial de lo que es nuestra actual forma de vida", asegura en el libro), aunque les imputa no erigirse en un ejemplo para las demás naciones tras la Segunda Guerra Mundial, no participar en la reconstrucción democrática de Rusia tras la caída de la URSS (podría ser una de las causas de la invasión de Ucrania, desliza) o su papel en Afganistán (propiciaron un levantamiento yihadista contra la Unión Soviética que, como sabemos, se volvería contra ellos).
Por otro lado, está el problema del nacionalismo, una preocupación que se remonta a siglos atrás. "Lo que está ocurriendo en Ucrania no deja de ser una manifestación del nacionalismo ruso", afirma. Con el auge de las políticas identitarias que se manifiestan en todas las latitudes, "hay potencias que intentan desempeñar un papel más importante en la escena internacional y saben que, a través del sentimiento nacionalista, pueden justificarlo a ojos de la población". En el caso de China, "no cabe duda de que mantiene un discurso nacionalista", mientras que en Irán, "aunque tenga un discurso de carácter religioso, el fondo también es nacionalista".
"Nos encontramos en la misma situación que en la guerra fría"
¿Y qué hay de su agorera visión acerca de un posible conflicto a escala mundial? "No se puede descartar, pero tampoco creo que sea inevitable", dice en referencia a la amenaza nuclear. "Ahora se habla del riesgo nuclear, mientras que antes era un tema tabú", advierte.
"Claramente, hay una carrera armamentística en curso en la que participan muchos países, pero principalmente los americanos, los chinos y los rusos. Puede que haya armas que todavía ni conocemos", añade. Sin embargo, "los países que pueden desatar ese conflicto saben que las consecuencias serían muy graves también para ellos".
Sería injusto decir, no obstante, que en su libro predomina el pesimismo. Maalouf confía en que se instaure "una nueva legalidad internacional que permita incluir a muchos países, un mecanismo que permita evitar los conflictos, las derivas tecnológicas, el desafío del cambio climático, controlar las manipulaciones genéticas, los extravíos de la inteligencia artificial…".
"No se puede descartar una guerra nuclear, pero tampoco es inevitable"
Ahora bien, "¿cómo establecer una moratoria si no hay cooperación entre los países?", se pregunta. Y es aquí cuando se vuelve innegociable una llamada al consenso. "La evolución más razonable sería instaurar un gobierno internacional basado en alguna forma de consulta que permita solventar los problemas que se plantean", apostilla.
"No es demasiado tarde", anuncia en el libro, que además de las virtudes mencionadas y una destreza formidable para enhebrar los vínculos históricos entre los países que son objeto de su estudio, tan distintos entre sí, explica curiosidades como la del caso estadounidense —al principio, los demócratas eran mucho más conservadores que los republicanos— y desmiente mitos como el del invariable fracaso económico de los sistemas comunistas. Deng Xiaoping, en China, sería un ejemplo de éxito. Maalouf vuelve a iluminar los claroscuros del mundo contemporáneo con una obra que se levanta sobre una necesaria mirada a la historia.