Alexandre Havard, abogado y experto en desarrollo personal, es el creador del Sistema Liderazgo Virtuoso. En su último libro, 7 profetas. Un análisis de la crisis mundial (Ediciones Universidad de Navarra, 2023), se atreve a criticar sin tapujos a algunos de los filósofos europeos más importantes de los últimos siglos: Descartes, Rousseau (y a Marx, como su continuador) y Nietzsche. En cambio, elogia a otros cuatro grandes pensadores: Pascal, Kierkegaard, Dostoyevski y Soloviev.
De origen francés, ruso y georgiano, Havard se graduó en Derecho por la Universidad René Descartes de París y ejerció como abogado en Estrasburgo y Helsinki en los años 1980-1990. Además de 7 profetas, sus otros seis libros —Liderazgo Virtuoso (2007), Creados para la grandeza (2011), Del temperamento al carácter (2018), Corazón libre (2019), Coaching con Juana de Arco (2020) y Mi camino hacia el liderazgo virtuoso (2021) se han traducido a más de 20 idiomas y todos ellos han sido publicados en España también por EUNSA.
Pregunta. ¿Cómo surgió la idea de escribir 7 profetas?
Respuesta. La influencia de la filosofía en nuestras vidas —en la educación, en la cultura, en la política, en la sociedad en general— es innegable. Hasta el siglo XIII, Platón inspiró en gran medida el mundo cristiano; Aristóteles y Tomás de Aquino inspiraron juntos a los pueblos de Europa desde el siglo XIII hasta el XVII; la civilización moderna es en esencia tributaria del pensamiento de Descartes; ya en el siglo XX, Marx condicionó el comportamiento de las élites mundiales y el destino de muchos pueblos; Nietzsche sigue siendo el punto de referencia de todos los candidatos a la "superhumanidad", a la afirmación violenta del "yo"; y Rousseau es el padre intelectual de una multitud de pseudorreligiones que, desde hace 200 años, intentan con sorprendente éxito ocupar el lugar del cristianismo.
»Los filósofos dan a luz ideas que posteriormente se asientan en el corazón y la mente de los hombres, para bien o para mal. Es importante comprender esas ideas para detectar lo que tienen de verdadero y lo que tienen de falso, lo que eleva al hombre y lo que lo envilece. Sin embargo, aún más importante es comprender qué clase de persona es el filósofo.
»"La biografía de Immanuel Kant —escribió el poeta alemán Heinrich Heine— es difícil de poner por escrito, pues la historia de una vida es difícil de narrar cuando no existen ni una vida ni una historia". Un filósofo sin vida y sin historia... ¿Es creíble un filósofo así? ¿Es viable su filosofía?
»Nos gusta debatir las ideas de tal o cual filósofo pero, con demasiada frecuencia, dejamos de lado el estudio de su personalidad. Nos interesa lo que dice el filósofo, no lo que es. Craso error, porque detrás de las ideas hay un corazón, y si ese corazón está corrompido, las ideas también lo estarán, y quien se deje impregnar por esas ideas acabará corrompiéndose. Lo contrario también es cierto: las ideas poderosas y verdaderas de algunos filósofos son, a menudo, la expresión de un corazón noble y magnánimo que nos transmite la inspiración vital que necesitamos para purificarnos, elevarnos y llegar a la cima de nuestra humanidad.
»Estas reflexiones me llevaron a escribir 7 profetas.
P. Califica a Descartes, Rousseau y a Nietzsche como “destructores”. ¿Cree que con sus ideas estos tres pensadores hicieron más daño que beneficio a la humanidad?
R. En cada uno de estos filósofos, hay esferas del ser (el corazón, la voluntad o la inteligencia) que quedan atrofiadas. En Descartes, el corazón y la voluntad son estrangulados por la razón; en Rousseau, la razón y la voluntad quedan sofocadas por el corazón; en Nietzsche, es la voluntad la que absorbe la razón y el corazón. Descartes encarna el racionalismo; Rousseau, el sentimentalismo; Nietzsche, el voluntarismo.
»Descartes, que no tenía un espíritu religioso pero observaba exteriormente los ritos del cristianismo, creó una forma de pensar incompatible con la fe cristiana. Sin saberlo, se convirtió en el padre del ateísmo moderno. Rousseau, que era religioso pero no creía en Jesucristo, creó una parodia del cristianismo tan infame como seductora. Nietzsche, antirreligioso y anticristiano, diseñó la imagen cruel y dramática del «superhombre», antítesis del Dios-Hombre de la religión cristiana.
»Descartes, Nietzsche y Rousseau, éste es el mundo en el que vivimos hoy. Es un mundo subjetivista (Descartes) gobernado por «superhombres» ávidos de poder (Nietzsche), en una atmósfera de religiosidad sentimentalista y totalitaria (Rousseau).
»En primer lugar, el subjetivismo. El ser depende de mi pensamiento. El ser es subjetivo y, con él, la verdad y el bien. El ser, la verdad y el bien son «construcciones» de mi pensamiento. No hay existencia objetiva, ni verdad objetiva, ni bien objetivo. Soy un sujeto puro: no hay principios de la naturaleza humana, ni naturaleza humana, ni ser humano. Sólo existen mi pensamiento, mis ideas y mis percepciones. Como no hay verdad objetiva ni bien objetivo, exijo «tolerancia» para todas mis ideas, mis opiniones y mis caprichos.
»Después del subjetivismo, el sentimentalismo. Si las ideas y los valores son relativos, si no hay nada más grande que yo mismo, lo único que puede hacerme feliz soy yo mismo: mis emociones. No tengo otra regla de vida que mi sensibilidad. Mi sensibilidad es mi religión.
»Al final, el totalitarismo. La ideología dominante, a la cual se somete el capital con el ánimo de lucrarse, controla mi sensibilidad a través de los medios de comunicación. Los medios de comunicación estimulan mis emociones. Me gusta. Siento que existo. Pretender diferenciar la verdad de la falsedad en la información que recibo es un ejercicio inútil, ya que todo es subjetivo. Lógicamente, si alguien se interpone en mi camino a la felicidad, pretendiendo imponerme ideas y valores que llama «objetivos», no me queda otra que participar activamente en su «cancelación».
»Estos son los frutos de la filosofía de Descartes, Rousseau y Nietzsche. El subjetivismo (Descartes) da lugar naturalmente al sentimentalismo (Rousseau), del que surge con la misma naturalidad el totalitarismo, dirigido por un grupo de «superhombres» (Nietzsche).
»El subjetivismo engendra el desprecio de la razón, que es sustituida por emociones manipuladas por una casta de individuos sedientos de poder. El vacío existencial provocado por la castración de la razón se ve llenado por una religión del sentimiento, cuyos nuevos inquisidores someten a pueblos enteros, «cancelando» a las personas que consideran inadecuadas. Así es como la cultura de la tolerancia se convierte en la cultura de la cancelación.
»El subjetivismo sólo puede conducir al totalitarismo, porque destruye cualquier punto de referencia. Con el subjetivismo todo se vuelve posible, incluso lo inimaginable. Todo se vuelve justificable, incluso los crímenes más execrables. Ya no hay razón, ya no hay «sentido común». Sólo existe mi sensiblería, y aquellos que la mantienen y manipulan. ¡Si Descartes hubiera sabido adónde nos había de llevar su cogito!
P. En contraposición a estos filósofos, usted elogia a cuatro “constructores”: Pascal, Kierkegaard, Dostoyevski y Soloviev. ¿Qué es para usted lo más valioso de las ideas de cada uno de ellos?
R. Los constructores son personalidades íntegras: su corazón, su razón y su voluntad funcionan en armonía, lo que les permite captar toda la parcialidad del pensamiento destructor y mostrarnos los caminos para superarla.
»Pascal nos invita a encontrar nuestros corazones a fin de restablecer nuestra razón, en un mundo sumido en la subjetividad más total y el sentimentalismo más abominable.
»Kierkegaard nos invita a vivir una vida auténtica, única, singular e irrepetible, en un mundo engullido por la cultura de masas, el conformismo, lo políticamente correcto, la despersonalización y el anonimato, y por el dictado totalitario de la llamada voluntad "general".
»Dostoyevski nos invita a salvar nuestra humanidad, nuestra dignidad y nuestra libertad en un mundo que nos pide que las sacrifiquemos en aras de la comodidad y la seguridad.
»Soloviev nos invita a practicar la unidad de vida, a divinizar todos los aspectos (personales y sociales) de la existencia humana, a santificar la vida profesional, social y familiar llenándola de espíritu cristiano, a construir el Reino de Dios en el corazón mismo de la sociedad, en un mundo que los cristianos tienden a rehuir por una humildad mal entendida.
»Estos cuatro pensadores son de una actualidad sorprendente. Cada uno a su manera y con su propio carisma, nos ilumina, nos inspira y nos incita a la acción.
P. ¿De veras cree que Marx era satanista por haber escrito unos poemas rebeldes de juventud en los que decía haber comprado una espada al “Príncipe de las Tinieblas” y que su alma estaba “marcada para el infierno”?
R. Al igual que Rousseau, Marx era un ser religioso pero, a diferencia de Rousseau, creía en Jesucristo, hasta el punto de declararle la guerra. Marx, bautizado en la Iglesia luterana a los seis años, era satanista. Escribió unos "Versos satánicos" que se publicaron en vida en la revista alemana Athenäum: "Vapores infernales suben a mi cerebro y lo llenan hasta que enloquezco, y mi corazón cambia por completo. Mira esta espada: el Príncipe de las Tinieblas me la ha vendido".
»Robert Payne y Richard Wurmbrand se refieren a otros poemas de Marx igualmente explícitos: "He perdido el cielo. Lo sé muy bien. Mi alma, antaño fiel a Dios, ha sido marcada para el infierno (...). Sólo me queda la venganza. Erigiré mi trono en las alturas, fría y terrible será su cima, sus cimientos un temblor supersticioso (...). Pronto apretaré la eternidad contra mi pecho y, con un grito salvaje, lanzaré horribles maldiciones sobre la humanidad (...). Con desdén arrojaré mi guante a la cara del mundo y veré desmoronarse a ese gigante pigmeo [Cristo], cuya caída no apagará mi ardor. Entonces, como un dios victorioso, caminaré sin rumbo por las ruinas del mundo y, dando a mis palabras poder de acción, me sentiré igual al Creador".
»Nietzsche decía de sí mismo que era el "Anticristo", pero no dejaba de ser una "broma", porque no creía en Cristo. Marx, en cambio, es un verdadero anticristo. Es el "enemigo personal de Dios" (como Lenin se llamaba a sí mismo). El marxismo es un arma creada por Karl Marx para acabar con Dios. Marx creía en el marxismo como se cree en el instrumento pero, naturalmente, no creía en la "ciencia" marxista: en el materialismo histórico, en un paraíso terrenal situado en un Estado comunista sin religión, sin familia, sin propiedad privada. Marx se burlaba cínicamente de Dios y de la humanidad. El proletariado no le interesaba para nada: soñaba con acabar con la civilización judeocristiana. El marxismo es un fenómeno demoníaco brillantemente descrito por Dostoyevski en su novela Los demonios (1872), en vida del propio Marx.
»"El socialismo —escribía Nikolái Berdiáyev en 1906— pretende convertirse en la religión de la nueva humanidad; su vínculo intrínseco con la religión es indiscutible". "El socialismo tiene un carácter mesiánico —prosigue el filósofo ruso— (...). El proletariado es el nuevo Israel (...). La clase elegida realizará por fin el reino terrenal prometido, la bienaventuranza de Israel, que el Mesías crucificado no alcanzó. El proletariado es, en efecto, el nuevo Mesías, el constructor del reino terrestre en cuyo nombre fue rechazado el antiguo Mesías, heraldo de un reino que “no es de este mundo” (...). La transferencia del poder a esta clase social tendrá el significado de un salto al reino de la libertad, significará una catástrofe mundial tras la cual comenzará la verdadera historia o metahistoria".
»Con la caída de la Unión Soviética en 1991, el marxismo como doctrina económica sufrió un duro golpe. Pero el marxismo como doctrina moral (parte del programa satánico de Karl Marx) sigue muy vivo. En la década de 1960, bajo la influencia del pensador marxista Antonio Gramsci, que abogaba por una "larga marcha a través de las instituciones", el marxismo empezó a centrarse en la cultura: las universidades, los medios de comunicación, la religión organizada y las artes, especialmente el cine y la televisión. El capitalismo, que ha absorbido la noción comunista nihilista de que el bien es todo lo que hace avanzar la causa de la humanidad progresista y el mal es todo lo que la obstaculiza, ha estado tratando de borrar la religión de la sociedad desde entonces, utilizando todos los medios a su alcance. La revolución sexual y su sierva, la ideología de género, son manifestaciones claras del marxismo cultural. El marxismo cultural, como el marxismo soviético, es una pseudorreligión.
P. De todos los líderes políticos actuales, ¿hay alguno que encaje en el perfil de “líder virtuoso” que promueve con su asociación?
R. Todas las personas que estudio han muerto ya. No estudio los que viven. El liderazgo es cuestión de virtud, de hábitos estables. Solamente después de la muerte de una persona se puede de verdad estudiarla. El final de una vida dice mucho sobre quién ha sido en vida.