Cuando Richard Ford estuvo en Oviedo para recoger, en 2016, el Premio Princesa de Asturias de las Letras, reconoció en una rueda de prensa —celebrada en los días previos a la ceremonia— que fue un adolescente problemático. Su destino era "la cárcel o haber acabado en el ejército", dijo. Al verlo aparecer este viernes por la puerta de la sala Recoletos, en la primera planta del madrileño Hotel Wellington, nuestra primera sensación es que su vida ha transcurrido, exactamente, por el carril contrario.

Ataviado con una reluciente americana de rayas, su prestancia es impoluta y su amplia sonrisa no puede ser espuria. Es un tipo afable, locuaz y parece encantado de sentarse justo en frente, al otro lado de la larga mesa que cruza la sala, para hablar de su visita a nuestro país, en la que aprovechará para participar en la Feria del Libro —este sábado comparece junto a Mariana Enríquez en el coloquio La escritura como resistencia, que se celebrará en el Pabellón de los Jardines Cecilio Rodríguez— y presentar su nueva novela, Sé mía (Anagrama), la última entrega de la saga dedicada a Frank Bascombe.

El quinto libro tras la aparición de El periodista deportivo, de 1986, arranca con una brillante disertación acerca de la felicidad, lo que esta significa en nuestras vidas, cuál es su verdadera relevancia. "No preocuparse por ser feliz es darle a la vida menos de lo que se merece", resuelve antes de abismarse en la trama, que sigue a Bascombe, ahora un agente inmobiliario semiretirado, y a su hijo Paul, enfermo de ELA. Tan reflexivo y existencial como acostumbra, nos conmueve con frases de este calado: "Permanezco con vida para que en el momento en que mi hijo deje atrás la vida no se sienta solo".

Pregunta. ¿Puede asegurar que esta será la última entrega de la serie de Frank Bascombe?



Respuesta. Sí. Igual que dije que el primero era el primero, este será el último. Los libros no me escriben a mí, yo los escribo a ellos.



P. Casi 40 años después de la publicación de El periodista deportivo, novela en la que arrojaba una mirada tan sombría sobre el ser humano de la época, ¿cómo ha cambiado Richard Ford? ¿Mira a la humanidad con más compasión?



R. Lo cierto es que nunca he sido pesimista. Un escritor no puede serlo, porque estás haciendo algo que será útil para otros en el futuro. Le estás diciendo a los lectores: presta atención a la vida, porque la vida es importante. Empecé a escribir El periodista deportivo poco después de que falleciera mi madre. Puede que estuviera un poco melancólico, y en cierto modo tomé prestados mis propios sentimientos y los introduje en el sentimiento de pérdida de Frank respecto a su hijo y su matrimonio.



P. Lo que no ha cambiado en cuarenta es la destinataria de su dedicatoria, Kristina.



R. He dedicado mis catorce libros a Kristina, sí. Siempre pienso que si un hombre está casado, y vive con su esposa y la quiere, ¿a quién si no a ella se lo va a dedicar? ¿A su editor, a su perro…? Yo conocí a gente que había dedicado libros a sus estudiantes, pero ¿qué puñetas es eso?

"Si un hombre está casado, y vive con su esposa y la quiere, ¿a quién, si no a ella, iba a dedicar sus libros? ¿A su editor, a su perro…?

P. ¿Qué cree que habría sido de Richard Ford si no hubiera sido escritor?

R. Muchas cosas. Podría haber sido otro tipo de escritor, seguramente un periodista. En realidad, me habría encantado ser periodista, hubiera sido muy feliz, pero nadie me daba trabajo.

P. ¿Y qué habría sido del Richard Ford escritor sin su gran personaje, Frank Bascombe?

R. Ah, quizás no habría sido tan bueno… Pero tampoco malo [risas].

[Richard Ford se despide del 'periodista deportivo' con otro crudo retrato de la sociedad norteamericana]

P. Me imagino que para la felicidad no tiene la clave, pero ¿hay alguna fórmula para evitar la "lacerante infelicidad", como señala Frank en un momento de esta novela?

R. No, creo que no. El hecho de estar vivo te empuja a la infelicidad, suceda lo que suceda. Seguramente los monjes, aunque estén en su santuario, también se sienten infelices en más de una ocasión, y eso que básicamente dedican su vida a buenas obras, se alejan del mundanal ruido, no se casan (al menos los buenos)… Es algo que va con la vida.

P. ¿Qué función cumple San Valentín en una novela sobre el amor de padres e hijos y atravesada por una enfermedad terminal?

R. Un amigo mío me dijo, cuando íbamos en un taxi, que debería escribir un libro que se desarrollara en el Día de San Valentín. Pensé que era una buena idea. Lo titulé Be mine (Sé mía) porque es una expresión que se imprime en esa especie de gominolas que, en mi país, la gente se regala ese día. Yo decidí que eso sería lo que Frank dijera a su hijo Paul, "Sé mi hijo", como un último grito de cariño. Y también es la expresión con la que Paul se dirige a Frank: "Sé mi padre".

"Me habría encantado ser periodista, hubiera sido muy feliz, pero nadie me daba trabajo"

P. Es muy emocionante la relación que mantienen…

R. Sí, la verdad es que cuando decides que la trama sea una relación entre padre e hijo, te brindas un abanico muy grande de posibilidades. Yo vengo de una familia que siempre se decía te quiero y se lo digo a mi esposa diez veces al día. Y lo digo con sentimiento, lo pienso realmente cada vez que lo digo.

P. La enfermedad y la muerte de los seres queridos impregnan todas las obras que competen a Frank Bascombe. ¿Por qué estos elementos maridan tan bien con su literatura?

R. Hasta el momento en que empecé a escribir El periodista deportivo, mi costumbre había sido retratar a seres humanos que estaban en situaciones desesperadas. Mi mujer me preguntó un día: ¿por qué no escribes sobre alguien feliz? Y pensé: ¿pero esto cómo lo hago? Me resultaba muy ajeno. De pronto se me ocurrió crear un personaje que había tenido una pérdida y estaba intentando sobreponerse o recuperar la felicidad. Por tanto, la fórmula que tú describes estaba en la esencia misma del personaje desde el principio.

P. En El periodista deportivo, Frank Bascombe tenía una visión del deporte como una disciplina prosaica…

R. Sí.

P. No sé si sabe que la Feria del Libro de Madrid reivindica ahora la relación cada vez más estrecha entre literatura y deporte.

R. Ah, ¿sí? No lo sabía.

P. Pues quizás una de las causas de que lo hayan invitado sea El periodista deportivo

R. Ah, me parece bien, pero habría venido también si me hubieran invitado por tener los ojos azules [risas].

"Los deportes son insignificantes, son simplemente juegos"

P. ¿Qué le parece, en todo caso, eso de que los libros sobre deporte puedan ser libros importantes?

R. En general, no me gustan los libros sobre deporte. Solo me causan admiración una pequeña parte de ellos. El problema es que los deportes son insignificantes, son simplemente juegos. La gente los practica, y está muy bien, pero cuando intentas hacer que sean más importantes de lo que en realidad, dándoles palabras, a menudo parece algo hueco.

P. ¿Un relato relacionado con el deporte puede tener la profundidad que se le exige a la gran literatura?

R. Solo si el escritor es muy listo y conoce los límites del deporte. En ese caso, me parece que el deporte debería ser un telón de fondo y poner en primer plano las emociones sinceras y genuinas. Cuando se sirven del deporte como metáfora de la vida, se equivocan. Los deportes no son una metáfora de la vida. De hecho, la vida no necesita metáforas, la tienes delante de las narices.

[Richard Ford: "Trump es una encarnación monstruosa de la indiferencia americana"]

P. En 2016, cuando iba a recibir el Premio Princesa de Asturias en Oviedo, fue preguntado por la posibilidad de que Trump ganara las elecciones. Usted estaba seguro de que no ganaría... y ganó. ¿Ahora se atrevería a aventurarlo?

R. Es evidente que estaba completamente equivocado [risas]. Pues ahora no puedo decir que es imposible que gane, pero espero que no. Yo voy a intentar evitarlo. Con la edad que tengo, la verdad es que mi país me resulta irreconocible, es un misterio. Oigo decir muchas cosas a la gente, pero no sé por qué lo dicen. O sea, no quieres votar por Biden, pero ¿por eso tienes que odiarlo? Y lo mismo si quieres votar a Trump: ¿por eso vas a comprar todas sus mentiras?.

P. ¿Y cómo va a intentar que no gane?

R. Llamando a puertas, hablando con la gente, dando dinero… de todas las maneras que pueda ser activo en la campaña.

"Los republicanos tienen una concepción muy equivocada de para qué sirve el gobierno"

P. En esta novela hay también, a través de la referencia a la inmobiliaria, una alusión a la gentrificación. ¿Alguno de los candidatos de su país pretende combatirlo?

R. Los demócratas quieren construir vivienda pública para las rentas bajas, con el objetivo de alojar a las personas que han sido expulsadas. Si hay un barrio que está gentrificado y la gente se tiene que ir porque los alquileres suben mucho, intentarán crear y financiar viviendas protegidas. Los republicanos no, a ellos les da exactamente igual, les parece estupendo que los alquileres suban, que las casas antiguas se transformen en pisos Airbnb, que suban los precios de los seguros… Tienen una concepción muy equivocada de para qué sirve el gobierno.

P. Ahora que ha dejado a Bascombe, ¿se encuentra trabajando en otro libro?

R. Sí, tengo una pequeña novela que está tomando forma. Parte de dos experiencias personales: por un lado, conocí a un decano universitario, que es una figura bastante cómica; por otro, un amigo mío tenía una enfermedad terrible y un médico lo ayudó a morir. Pensé en lo interesante que sería que un profesor de universidad se hiciera mayor, cayera enfermo… e invitara a sus amigos. Y que una de las personas a las que invita es el decano de su universidad. Me parecía tremendamente cómico. Este es el punto de partida para este libro, y sé que no es precisamente obvio. Pero mi labor consiste en hacer libros que no sean obvios. Si encontrara el título adecuado, sería más fácil avanzar. Lo estoy buscando…