Como es de sobra sabido, Javier Cercas, ya narrador de verdad personal e interesante pero poco conocido hasta 2001, obtuvo enorme resonancia en esta fecha con Soldados de Salamina. Fue determinante en el éxito el caluroso artículo de Mario Vargas Llosa en el que subrayaba el acierto al volcar la fantasía en la disposición de los materiales del relato.
Igualmente se debió a un certero instinto narrativo en el que conjugaba un juego técnico posmoderno y un sentido clásico, vale decir cervantino, del relato. Además, no escondía una reflexión histórica y política. Por otro lado, contenía una fuerte carga emocional que aprisionaba al lector en la red de nuestros misteriosos comportamientos.
Obra singularísima por su diferencia con lo habitual entonces entre nosotros y valiente por el riesgo que asumía en su contenido y en su forma, no carecía Soldados… de vínculos con la escritura precedente del autor ni se desliga de la posterior. Forma parte de un empeño literario de dimensión moral sostenido a lo largo del tiempo que aborda con trasfondo existencialista la condición humana. A veces de manera genérica. Otras, las más, vinculada a momentos históricos concretos.
Mirando hacia atrás, Cercas había referido con gusto psicologista las desventuras de un fracasado en la amena novela corta de campus El inquilino y había atendido con alguna amplitud en El vientre de la ballena cuánto influye el caprichoso azar. El sustrato de experiencias personales de ambos títulos supone una semilla que germinó en la mayor marca distintiva de la obra por venir, la autoficción. La presencia explícita del autor en la trama novelesca se acompaña de un también seminal gusto por reflexionar acerca del arte de narrar.
En estos primeros momentos de su escritura, Cercas lo manifiesta con la expresiva y afortunada etiqueta "relatos reales". Esta paradójica fórmula la utiliza para designar la dimensión narrativa con que galvaniza un suceso corriente a la manera de Larra. Tal enfoque preludia un asunto básico del escritor, los límites entre verdad y ficción, entre historia y narración. Esta inquietud especulativa acerca de la literatura la llevará mucho más lejos después al plantear la cuestión del "punto ciego".
A partir de esta conjetura, considera Cercas la novela no como una visión estructurada y unívoca del mundo, según se hacía en el siglo XIX, sino como una pregunta que exige una respuesta imposible de dar. La novela, entiende, supone una duda, no una aseveración. Como sea, aparte de narrador, Cercas sienta plaza de inquieto teórico de la ficción.
Sus sugerentes y polémicos postulados respaldan una apuesta innovadora que cimienta su propia obra, en la cual reniega de la visión estandarizada del mundo y acude a una mirada de mayor complejidad acerca de la vida. Ello distancia sus narraciones de la novela tradicional y las entronca con el "modernismo" internacional de hace una centuria.
Tras Soldados de Salamina Cercas se vuelca en el relato autoficcional. Recupera una ambientación cercana a la de su primera narración en La velocidad de la luz, donde conjuga la dificultad de entender nuestras acciones y el papel de la literatura como medio de afrontar la realidad. En Las leyes de la frontera, la aparente crónica de determinada delincuencia marginal en la Transición indaga a la vez en las razones comunitarias de ciertos comportamientos delictivos.
El impostor eleva a categoría, a examen de la impostura, una historia real, la de un falsario que se hizo pasar con éxito por víctima de los nazis. Cercas actúa como investigador de la superchería, trata con historiadores y somete a un tercer grado al propio farsante. Este relato supone un paso adelante desde aquellos "relatos reales" hasta lo que ahora llama "novela sin ficción". A esta clase de escritura en el límite del reportaje pertenece un libro sin género, Anatomía de un instante, vivaz y aleccionadora crónica de la tejerada.
Cercas considera la novela no como una visión unívoca del mundo, según se hacía en el siglo XIX, sino como una pregunta que exige una respuesta imposible de dar
Una parábola, la visita en ultratumba de Aquiles a Ulises en la Odisea, aprovecha Cercas para bautizar El monarca de las sombras. Esta nueva y fuerte autoficción se acompaña de un acuciante viaje autobiográfico. La novela fabula (quiero decir: sustenta hipótesis) la decisión de un tío abuelo del propio autor de ponerse al servicio de la Falange, causa de su muerte en combate en plena juventud.
Con compleja actitud discursiva y argumentativa Cercas diferencia entre razón discursiva y razón moral. Con ello firma uno de los más relevantes títulos de la llamada memoria histórica y apuntala una dimensión infrecuente entre nuestros autores, la de intelectual que interviene en el debate público. Si se quiere, de escritor para quien la novela no es entretenimiento sino medio para suscitar reflexiones que miran al fondo de asuntos sustantivos y candentes de nuestro país.
Es algo que Cercas también hace, por otra parte, en su sobresaliente actividad como articulista de prensa y, en general, en escritos ensayísticos. El monarca… dio lugar a acusaciones lanzadas desde enconadas posturas de izquierda de blanquear el fascismo cuando no cabe la menor sospecha de transigencia con el nacional-catolicismo ni en esta novela familiar ni en el conjunto de la escritura Javier Cercas, del todo distante del conservadurismo ideológico.
Quizás consciente del riesgo de encasillarse en la "no ficción", ha llevado a Cercas en fechas recientes a dar un giro radical a su obra con un ciclo todavía en marcha, Terra Alta, centrado en un mosso d´esquadra. El aliciente de lo criminal es el paraguas bajo el que ahora aborda con plenitud inventiva sus intereses de siempre, un lúcido análisis, muy crítico y desesperanzado, aunque con intención regeneracionista, de la naturaleza humana en el específico contexto de la sociedad contemporánea. Esta cumplida trayectoria ha revelado a Javier Cercas como uno de los mayores escritores de este primer cuarto de siglo de nuestras letras.