El escritor albanés Ismail Kadaré (Gjirokastra, 1936 - Tirana, 2024) siempre se mostró molesto con el hecho de que su literatura, inclinada a lo alegórico y lo mágico, en la línea de Kafka, fuera siempre interpretada en clave política. Eterno candidato al Premio Nobel de Literatura, ha muerto este lunes a los 88 años en la capital de su país, por el que tanto luchó y del que se tuvo que exiliar en 1990. Deja uno de los legados más trascendentes de la literatura europea contemporánea y una consigna con la que siempre se reivindicó como escritor: "La literatura me llevó a la libertad, no al revés".
¿Escritor militante?, le preguntamos en El Cultural hace ahora tres lustros. "Ni la democracia ni la dictadura han cambiado mi manera de escribir. No me he sentido ni más ni menos inspirado por una o por la otra", respondió contundente. Sin embargo, la comunidad internacional siempre lo consideró una figura intelectual imprescindible en la lucha por las libertades. Incluso el jurado que le concedió en 2009 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras destacó, entre otros atributos, "el hondo compromiso de su creación literaria" y la vocación de "denunciar cualquier forma de totalitarismo".
Nacido en el seno de una familia musulmana en una aldea del interior de Albania, Gjirokastra, que traduciríamos como "La ciudad de piedra", la vida de Kadaré transcurrió a lomos de un binomio indisociable: literatura y política. En una entrevista con El Cultural sintetizó, desencantado, la historia reciente de su país: "Albania ha pasado en muy poco tiempo por tres periodos totalitarios: el imperio otomano, la ocupación mussoliniano-nazi y el régimen comunista de Hoxha. Es un lastre que ha hipotecado nuestro país".
En el ocaso de la presidencia de Hoxha, precisamente, el escritor publicó la novela El palacio de los sueños, considerada su obra maestra. Se trata de una distopía kafkiana que sirvió como denuncia del totalitarismo en su país, por lo que fue inmediatamente prohibida.
Después, con Ramiz Alia, también comunista, sufrió las amenazas de la Sigurimi, la policía secreta albanesa. El autor de obras como El ocaso de los dioses de la estepa y El gran invierno era vicepresidente del Frente Democrático de Albania, una asociación con poder político que aglutinaba a organizaciones no comunistas.
Además de sus alegorías sobre el totalitarismo, en clara referencia al sistema de gobierno en su país, su estrategia de acción política era criticar a China o a la URSS, en pleno declive, para hacer comprender tanto a sus compatriotas como al resto del mundo que en Albania padecían los mismos problemas en cuanto a la restricción de libertades.
En 1990 dejó la vicepresidencia del Frente Democrático alegando que en Albania no existía "posibilidad de una oposición legal". El 25 de octubre solicitó asilo en Francia, donde había tenido una calurosa acogida editorial, para él y para su mujer. "Las dictaduras y la literatura auténtica son incompatibles", exclamó entonces. En declaraciones a El Cultural en las que recordaba su llegada a Francia, que aceptó inmediatamente su petición de asilo, se expresó así: "Cuando llegué, Albania era un país antieuropeo, aislado de una forma monstruosa".
En 1997, se distanció políticamente de Sali Berisha, entonces presidente de Albania, del que había sido partidario y amigo. Incluso llegó a afirmar que estaba dispuesto a sustituirle al frente de la presidencia, algo que nunca ocurrió. Años antes, en 1991, se había rumoreado que podía presentar su candidatura a las elecciones legislativas para derrocar a Alia. Esto, en cambio, lo negó en rotundo.
El conflicto de los Balcanes fue otra de sus grandes preocupaciones. Su literatura presenta ecos de sus consecuencias en libros tan importantes como Tres cantos fúnebres por Kosovo. En otra entrevista con este medio, se mostró "sorprendido" y hasta le parecía "injustificable" la oposición de España ante la independencia de Kosovo, "el resultado de una guerra realmente justa".
Y es que los Balcanes "siguen necesitando a Europa", pues "no tienen la capacidad de escribir por sí solos su destino", dijo. Aquella conversación, la más reciente que mantuvo con este medio, recoge buena parte de su ideario a través de una reflexión esencial: "La humanidad no comprende del todo lo que busca. Y eso es porque el fascismo y el comunismo estropearon la concepción lógica de lo que debía ser la humanidad".