Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864 - Salamanca, 1936) atizó con idéntico ensañamiento al separatismo de vascos y catalanes —"un regionalismo retrógrado, proteccionista y mezquino"— y al matrimonio tan bien avenido que en España conformaban hace más de un siglo la monarquía y el clero, lo que le costaría su expulsión de la Universidad de Salamanca. Lo mismo que tantas veces hizo alardes del nacionalismo español y, en plena guerra civil, manifestó que "los 'hotros'", los sublevados, eran "peores que los 'hunos'", o sea, los republicanos.

Una exposición en la Biblioteca Nacional de España (BNE) reivindica, no obstante, "la coherencia" de su ideología. Unamuno es "el más claro ejemplo de intelectual comprometido", según aseguró este miércoles Óscar Arroyo, director de la BNE, en la presentación de la muestra, cuyas siete secciones aparecen dispuestas cronológicamente con el objetivo de registrar la evolución de su pensamiento. Comisariada por los historiadores e hispanistas Colette Rabaté y Jean-Claude Rabaté, biógrafos de Unamuno, la exposición se puede visitar en la sala Hipóstila hasta el próximo 8 de diciembre.

Unamuno y la política. De la pluma a la palabra es una síntesis de la exposición que se celebró en la Hospedería Fonseca de la Universidad de Salamanca entre octubre de 2021 y marzo de 2022. Alberga 165 obras originales y gráficas: documentos manuscritos del propio autor, recortes de prensa, fotografías que dan cuenta de todas las etapas de su vida y hasta un audio que se puede escuchar al final de la muestra, el único documento sonoro que conserva su voz aflautada. Seis minutos grabados originalmente en un disco de pizarra en los que Unamuno recita poemas y reflexiona sobre el poder de la palabra.

Montaje de la exposición 'Unamuno y la política. De la pluma a la palabra'

A Unamuno le avergonzaba su voz, según cuentan los Rabaté, el matrimonio que en 2009 publicó la biografía canónica del pensador, poeta, novelista y catedrático. Resulta extraña esta actitud pudorosa, a tenor de la contundencia vertida en tantos discursos —más de 600— y artículos —más de 4.200— en las más de 300 revistas que acogieron sus publicaciones. Por ejemplo, "el vascuence se muere y se debe morir", escribió en "La crisis actual del patriotismo español", artículo publicado en 1905 en Nuestro tiempo como una defensa del castellano, que debiera articular "una conciencia colectiva nacional".

Por no hablar de las cartas, en las que se expresaba más libremente, si cabe. Cuenta Colette que en plena guerra de España con Cuba, el pensador patentizó su postura anticolonialista en una carta al periodista y escritor Francisco F. Villegas con esta sentencia: "Ojalá perdiéramos Cuba". El matrimonio Rabaté ha desvelado, a este respecto, el trabajo de acopio que están llevando a cabo con la correspondencia de Unamuno, lo que nos lleva a presagiar una futura publicación.

Aunque coincide con el centenario de su destierro tras el inicio de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, la exposición se remonta hasta 1874, medio siglo antes, cuando el filósofo en ciernes tenía solo diez años y tuvo la oportunidad de ver la entrada victoriosa de las tropas liberales en Bilbao, lo que supondría una revelación.

Uno de los documentos más interesantes, incluido en la sección que abre la muestra, es el primer artículo de Unamuno, publicado en El Noticiero Bilbaíno el sábado 27 de diciembre de 1879, con 15 años y bajo el seudónimo X. Se tituló "La unión constituye la fuerza" y era una protesta ante el rey Alfonso XII por la abolición de los fueros vascos.

Desde el comienzo de la visita guiada, el matrimonio hizo hincapié en el espíritu liberal de Unamuno. Fue tan reacio a la Revolución bolchevique como al fascismo de Mussolini y siempre abjuró del término "raza". Para el autor de La tía Tula lo importante era la lengua como elemento de integración —fue el descubridor en España de la literatura argentina, según contaron los Rabaté— y la cultura como esgrima contra el caciquismo, el progreso tecnológico, el catolicismo recalcitrante, etc.

La segunda sección, "La forja de un intelectual (1891-1899)", se hace eco de su alistamiento en la Agrupación Socialista de Bilbao, con el escándalo que esto implicaría en la Univerdad de Salamanca, aunque muy poco después sería el rector durante 14 años, los primeros del siglo XX. Durante su cargo, no tuvo reparos en atacar a la Iglesia —era partidario de "descatolizar a España para cristianizarla", según expresó en alguna ocasión— y fiscalizar a los latifundistas. Esto último le granjeó problemas con el Duque de Tamames, hecho que, presuntamente, desencadenaría su destitución en 1914.

Su posicionamiento antimilitarista arraiga en esta etapa. Unamuno defendió con fervor al escritor y pintor filipino José Rizal, fusilado por supuestos delitos de rebelión y sedición en la revolución de su país, y se dejó seducir por la cultura europea, si bien fue "el escritor más censurado de toda Europa", según apuntó en la visita de este miércoles Jean-Claude Rabaté. En la sección "De la Gran Guerra al destierro (1914-1923)", una fotografía del bombardeo de la catedral de Reims, en Francia, a cargo de las tropas alemanas, alude a uno de sus artículos más famosos, en el que clama contra semejante barbarie.

Hasta medio millón de franceses celebraron aquel texto, por lo que pocos años después, cuando se autoexilia en el país galo, es recibido como un héroe. No podría faltar en la exposición la famosa fotografía de la tertulia de los intelectuales exiliados en el café de la Rotonde de París, una de las ciudades donde residió en su periplo francés (la otra sería Hendaya). Antes pasó por Fuerteventura, una de las etapas más felices de su vida. En la isla del viento incluso tomó el sol desnudo, según aseguran los Rabaté. Sin embargo, de este episodio no hay constancia en la muestra.

Tertulia de los intelectuales exiliados en el café de la Rotonde de Parí­s [CMU, Universidad de Salamanca]

Su regreso a España, en los albores de la Segunda República, sería muy celebrado. Lo ilustra una fotografía con Niceto Alcalá Zamora, presidente de esta hasta que lo sucedió, en el ocaso, Manuel Azaña, amigo del que Unamuno se separó definitivamente tras la masacre de Casas Viejas (Cádiz, 1933). Entonces el pensador no podía imaginar "la salvaje guerra incivil" —término acuñado por él mismo— que se avecinaba, pero no tardó en abjurar de un sistema que, según su criterio, había fracasado. Lo manifestó con vehemencia en un discurso pronunciado en 1932 en el Ateneo de Madrid, documentado en la muestra.

Poco antes del alzamiento del 18 de julio de 1936, recibió en Salamanca a los falangistas José Antonio Primo de Rivera y Rafael Sánchez Mazas, con quienes acabó comiendo angulas. Su arrepentimiento por apoyar, en principio, a los sublevados, es más que conocido. Se escenificó en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares el 12 de octubre de 1936, entonces Día de la Raza, y su adversario sería Millán Astray, líder de los legionarios. "Vencer no es convencer", dijo para esclarecer la diferencia entre ganar por la "fuerza bruta", lo que estaban haciendo los sublevados, y persuadir a través del razonamiento.

Millán Astray y Unamuno, en el centro, a la salida del acto del paraninfo el 12 de octubre. BNE

Sabemos de este enfrentamiento dialéctico por unas notas manuscritas que tomó en el acto Ignacio Serrano, catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Salamanca, y que desde 2021 se conservan en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. Lo que esta exposición contiene es la portada del manuscrito El resentimiento trágico de la vida. Notas sobre la revolución y la guerra civil españolas. El documento, uno de los más valiosos de la muestra, es una suerte de testamento, insiste en la idea de "vencer no es convencer" y rechaza la sublevación disfrazada de cruzada religiosa.

La Biblioteca Nacional se ha volcado con Unamuno, el gran referente de la Generación del 98 y una de las figuras más importantes de la historia del pensamiento español. "Un personaje aún por descubrir" que comprende "los siglos XIX, XX... ¡y XXI!", según apuntó Matilde Olarte, la vicerrectora de Cultura de la Universidad de Salamanca, para reivindicar la vigencia de su pensamiento.