F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Tennessee Williams, John Berryman, Raymond Carver, John Cheever. Estos hombres compartían la ambición de ser los escritores más importantes de su tiempo y todos ellos eran alcohólicos. Escribían sobre su alcoholismo y por esto fueron considerados geniales.
Imaginemos ahora una escritora alcohólica que escriba sobre su alcoholismo. Sí, las hay y muchas. María Moreno, Natalia Carrero, Leslie Jamison, Olivia Laing, Caroline Knapp, Marguerite Duras. Pero ninguna de estas escritoras son consideradas geniales por sus problemas de consumo. "Cuando un hombre es alcohólico y escribe, lo hace de forma genial; cuando una mujer es alcohólica y escribe, se olvida de los cuidados y la preservación de una familia", lamenta la escritora, alcohólica, Sofía Balbuena (Salto, Argentina, 1984).
"Estaba convencida de que más que ganar la universidad, las mujeres deberían ganar las tabernas", escribe en su último libro. Borracha menor (Caballo de Troya) abre un espacio para reivindicar nuevos discursos desde su humilde experiencia personal como una borracha cualquiera.
Balbuena da un giro de tuerca y se convierte en una nueva Hemingway mujer, pero más consciente, más cuidada y más responsable con su discurso. "Me pongo el objetivo de no traer otra narrativa al mundo que sea sin preguntas, sin cuestionarme si lo que escribo es pertinente. Creo que las escritoras que se hacen preguntas son mejores escritoras", afirma, "y en el mismo sentido, si una no se hace preguntas en relación con los hábitos de consumo que tiene, puede que viva arrodillada".
Así, empezó a escribir Doce pasos hacia mí, "fragmentos de algo más grande, como la punta del iceberg de la que habla Hemingway", a los cuales añadió una última parte, completando así Borracha menor.
El alcoholismo romántico
El poeta estadounidense Raymond Carver tenía una relación tormentosa con el alcohol. Escribía solo sobre esto. Tenía una fascinación absoluta con su relación con el alcohol, con lo que le había dado y lo que le había quitado. "Para mí, en sus poemas él problematiza esta relación, no la romantiza". Sin embargo, la romantización se produce fuera de estos grandes escritores. Es allí donde se emparenta la cualidad de escritor con el hecho de que era un alcohólico.
No es lo mismo con las mujeres. La escritora anglocaribeña Jean Rhys también era alcohólica. Una noche en París estaba con su marido de fiesta en su casa, hacía mucho frío y su bebé se enfermó de pulmonía y murió a los pocos días.
"Cuando una mujer alcohólica falla en su responsabilidad principal, el estigma recae sobre ella. No pasa lo mismo con los hombres. Probablemente, porque esos escritores alcohólicos tuvieron a mujeres que cuidaban y garantizaban la vida de los hijos y de todo lo demás". Así que el mito del escritor alcohólico y genial es posible, el de la mujer no se aplica si estás cuidando a una familia, si te pasa una desgracia.
Ahora las mujeres reivindican nuevos discursos que no tienen solo que ver con la maternidad y el cuidado. Señalar la violencia patriarcal y machista que sigue operando en estas conductas, es una forma de cuestionar el orden establecido. Esta apertura del campo semántico de los lugares desde donde las mujeres pueden hablar, de las cosas de las que pueden hablar, es una entrada de aire. "Me reconforta encontrarme en la mesa de novedades otros enfoques literarios que no sean siempre la misma experiencia de la maternidad". Así, Balbuena ha decidido explorar un campo nuevo.
Todos somos adictos a algo
Como escribe en Borracha menor: "Todos somos adictos a algo". La escritora afirma que no existe una forma única de ser alcohólica. "Mi hipótesis es que el alcoholismo me permite más bien funcionar que anular mi funcionamiento, es una válvula que alivia la presión". La relación que se establece con la dependencia es única. Pero Balbuena evidencia que hay una función social del alcohol que hace que la vida sea así. Madrid no sería Madrid si le quitas el alcohol.
"El alcoholismo es un prisma múltiple donde aparecen un montón de cuestiones que pertenecen no sólo al individuo, sino al mundo exterior"
"El alcoholismo es problemático cuando un sujeto lo considera problemático. Depende de cada uno. Pero socialmente la enfermedad no es el alcoholismo, este es solo la consecuencia". La productividad extrema, la ausencia de ocio, la explotación, la injusticia, la desigualdad. Estas son las cuestiones realmente problemáticas en la sociedad. "Yo encuentro mucho más problemático el no poder parar de trabajar".
En su autodiagnóstico, Balbuena tiene una relación problemática con el alcohol. No le cuesta admitirlo. Fue hace cinco años, leyendo el Manual Norteamericano de Psiquiatría, cuando encontró unos valores de alcoholismo con los cuales se identificaba. "Era pandemia, acababa de mudarme a Madrid y allí decidí dejar de beber un tiempo". Y, de la misma manera, decidió empezar a escribir sobre esto.
"Yo sigo contando los tragos todo el tiempo. Este año bebí poco, pero en Madrid en verano se me complica más. Sin embargo, no tiene nada que ver con cómo bebía antes en Estados Unidos". La escritora cuenta que en Iowa la tierra es árida, no existe la salud pública, la gente se muere en la calle. Se bebe por desesperación. En España, las ocasiones para beber son festivas. Son dos mundos distintos.
Más allá del alcohol
"'Sofía, no te vayas a convertir en alcohólica', me advirtió mi papá antes de venirme a vivir a España". Así empieza Borracha menor, con una profecía. Balbuena empezó a escribir el ensayo de Doce pasos hacia mí gracias al consejo de una amiga. Ya publicado, Sabina Urraca lo leyó y le sugirió agrandarlo. La escritora armó así la segunda parte, El diario de la beca, que termina siendo el corazón del libro.
Cuenta, así, su llegada a España desde Argentina. El clima cálido y alegre que empuja a beber todo el tiempo, la happy hour, las borracheras de los viernes en cuanto se termina de trabajar, las cervezas para rebajar el calor. Cuenta cómo todo esto se transforma en posturas que se desarman, conversaciones superpuestas, subidas del tono de voz, los hilos perdidos del discurso. "Y me daba vergüenza", escribe.
Balbuena cuenta la alienación que se esconde detrás del alcoholismo, la depresión después de la resaca, el deseo de ser tocada y tenida en cuenta, la dificultad para quererse. "El alcoholismo es un prisma múltiple donde aparecen un montón de cuestiones que pertenecen no solo al individuo, sino al mundo exterior". De hecho, el libro no trata solamente del alcoholismo en sí.
En estas páginas, Balbuena refleja todas esas cuestiones que habitaban constantemente su cabeza. "La resaca es un lugar fértil para el pensamiento", explica Balbuena. "Yo no soy una borracha rebelde, una punk. En mí hubo una reflexión respecto a los límites del consumo que me define. Soy una señora, por más que me ponga una gorra, no quiera tener hijos y quiera seguir viajando por el mundo, quiero ser indulgente conmigo y ser consciente de que en mi alcoholismo no hay rebeldía, es una forma de vivir arraigada".
Las formas menores
En Argentina se usa el término borracho en vez de alcohólico. Balbuena precisa que le gusta más ese término, es más jovial, divertido y menos estigmatizante. "Me gustaba esa idea de que no hay que destruirse la vida para ser borracha, puedes ser una borracha menor".
Balbuena no quería escribir un catálogo del alcohólico, ni un libro de autoayuda, ni quería decir verdades universales. Por esto, decidió escribir desde la experiencia. Pero, paradójicamente, en este intento de no universalizar, hay un apelo a la sensibilidad del otro donde muchos pueden leerse. "No quiero dar una clase sobre cómo cambiar tu vida porque yo no cambié la mía. Pero cuando uno se pone a reflexionar sobre algo y a darle profundidad, necesariamente surgen cuestiones más importantes que la excusa que utiliza uno para empezar a escribir".
El libro fue necesario para homenajear todos esos intersticios que también son literatura, una "literatura menor". El fragmento, la carta, la primera persona, la literatura escrita por mujeres. "En conjunto, Borracha menor arma un buen resumen de cuál es el lugar de enunciación. Es una primera persona que considera que tiene un problema de consumo problemático con el alcohol, pero no un gran problema".
La escritora juega con la ironía y con la defensa de esas formas menores. Recuerda que hay muchos libros que se titulan con menor. "Hay algo de lo pequeño que se va imponiendo como un nuevo registro en la literatura contemporánea escrita por mujeres en lengua española. Y a mí me interesaba formar parte de esa conversación". Las minorías, como las violencias, a veces solo son sutiles, menos palpables, pero esto no significa que no existan.