"Toda esta historia es una historia de sangre", escribe Antonella Lattanzi (Bari, 1979) en su libro Las cosas que nunca se cuentan (Reservoir Books, 2024). "¿Tengo de verdad que contar estas cosas? Estas cosas que no se cuentan, cosas muy simples, que hay que haber vivido en primera persona, como dice Simenon", se pregunta ya en las últimas páginas. "Tengo que contar la sangre", se responde a sí misma.

Desde las primeras páginas, la sangre corre por todos los lados. El cuerpo de una mujer, atravesado por el dolor, se derrama lentamente ante los ojos del lector. Hay sangre, violencia, sacrificio, dolor, rechazo. Pero también hay esperanza, sinceridad, vida, muerte y verdad.

Es el testimonio honesto sobre un dolor que nos incumbre a todos: la posibilidad y el riesgo de nacer. Lattanzi se atreve a contar un tipo de violencia íntima, personal, contando una parte comúnmente desconocida del embarazo. "He decido escribir esta novela el día siguiente de una ulterior operación en la que sentía que había perdido todo, mis tres hijas y mi relación con la escritura, los deseos que me habían guiado durante toda la vida", explica.

Portada del libro 'Las cosas que nunca se cuentan' de Antonella Lattanzi

La escritora cuenta la vida, "todo aquello que pasa mientras luchas contra el miedo", las sombras de una historia que normalmente no se cuentan. Antonella y Andrea desean concebir un hijo, pero este acto tan natural sale mal de todas las formas posibles. Y, a pesar de todo el dolor sufrido, Lattanzi encuentra las palabras para compartir su historia.

Atreverse a la sinceridad

Dos abortos y una lucha imparable por una maternidad deseada con reproducciones asistidas, transferencia de embriones, embarazos múltiples, reducción embrionaria. Mucha sangre, mucha violencia. Lattanzi cuenta una parte de la historia de su vida con una sinceridad que traspasa las páginas. Se esfuerza, en cada momento, para sacarse las vísceras y escribir todo lo que sintió desnudándose por completo.

"Nunca había pensado escribir una novela autobiográfica, ni usar la primera persona en un cuento", explica, "pero quería contar una historia que fuera de muchos. No quería que se convirtiera en un diario, o un libro triste, ni enfático, ni pesimista, solo tenía que ser una novela. Quería escribir la verdad, que no significa decir la verdad".

El día en que Lattanzi fue sometida a una reducción embrionaria, perdió a sus tres hijas. También fue el día en que decidió empezar a escribir. "Ese día entendí que mis vicisitudes no eran solamente mi historia. La búsqueda de un hijo, la lucha por el deseo de maternidad, la manera en que el mundo mira el cuerpo de una mujer, cómo se vive el aborto, son cuestiones que forman parte de la vida de muchas mujeres. Yo tenía esa voz para poder contar esta historia".

La violencia de la maternidad

"Descubriré que el latido de tu niño, si quieres tenerlo, te flipa. Descubriré que el latido de los otros niños, si el tuyo ya no lo tienes, es una tortura". Lattanzi cuenta toda la violencia sufrida durante su intento de maternidad. Dos años de cambios corporales, de violencia obstétrica y ginecológica. Una pareja desatenta, irresponsable y egocéntrica, poco fiable. Muchas mentiras para ocultar la verdad, el miedo a que no salga bien y la insistencia constante para que de alguna manera funcione. Es la historia de un cuerpo maltratado que no recibe ningún tipo de tertura por parte de su dueña y de su entorno.

La escritora cuenta cómo, a través de su experiencia de maternidad, cambió su percepción del mundo. "Sobre todo cambió mi visión de cómo el mundo se porta contigo cuando este deseo se manifiesta". La violencia con la que la trataron los médicos y los enfermeros, el aprovechamiento de una situación de vulnerabilidad, la incapacidad de actuar y de defenderse porque allí está en juego la vida.

"Mi visión de la maternidad ha cambiado porque, por un lado, la he experimentado pero por el otro, absolutamente no. El deseo de maternidad es algo que te posee y te altera. Tenía miedo de ser madre y sigo teniéndolo, pero tenía tantas ganas de ser madre, y sigo queriéndolo". Han pasado dos años desde que todo esto pasó y dos años desde la publicación de este libro en Italia. Pero Lattanzi, con una voz dulce e inocente, sigue contando su historia, con todo el dolor que esta conlleva.

Lo que no se cuenta

"Con mi libro yo quería denunciar y empezar a decir las cosas que no se cuentan, que nosotras nunca contamos". Las cosas que nunca se cuentan no es solo la historia de una maternidad difícil y compleja. Lattanzi no solo denuncia el tratamiento que recibió del hospital, de los enfermeros y los médicos. El libro es la historia de un mundo arrogante, individualista. "La sociedad todavía juzga a una mujer que decide abortar, una mujer que decide recurrir a la procreación médicamente asistida. Juzga y piensa poder gestionar el cuerpo de una mujer".

Palabras duras, violentas contra sí misma, que recalcan la idea de la culpabilidad que las mujeres llevan atrás desde siempre. "En el momento en que la sociedad no deja libre a la mujer para ser un ser humano, un ser que decide tener un embarazo, la mujer piensa ser egoísta y de no merecerse el embarazo. He escrito un libro como este para subrayar que no es así, que sí nos lo merecemos".

La escritora quiere recalcar que la maternidad no es solamente sacrificio y dolor, como se suele pensar. Según ella, el embarazo se relaciona con el estupor, el crecimiento, la búsqueda, el deseo, la vida, pero también con el miedo, la incógnita y el enigma. El proceso de procreación es un universo que esconde oscuridades y luces que no se pueden ver a ojo desnudo.

Un final feliz

Cuando empezó a escribir la novela, Lattanzi todavía esperaba una conclusión feliz. La historia es un terrible enfrentamiento a la sociedad, a la vida y a la muerte. Sin embargo, la vida no se reduce a un desenlace triste o alegre. Y por esto la escritora escribe: "Tengo que replantear que es un final feliz".

De toda esta historia, lo que ha quedado, al final, es su escritura. "Yo pensaba que este libro iba a ser una novela para pocos. Sin embargo, a distancia de dos años, se ha creado una auténtica comunidad de personas que comparten mis historias. Y esto es un regalo enorme que me hacen".

Aún así, admite que el libro no curó sus heridas. "Si trabajas en un libro destinado a la publicación no puede ser una forma de terapia. La escritura no puede ser una catarsis, porque no estás escribiendo para ti sino que estás buscando las palabras para contar una historia universal".

Pero fue gracias al mismo proceso de escritura que Lattanzi sigue de pie. "Una novela frente a todo este dolor es un intento de mantenerse con vida y, sobre todo, un intento de ayudar a los demás a sobrevivir".